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LAS REFORMAS NECESARIAS (VI) Recuperar la igualdad y progresividad fiscal

JOSÉ MANUEL ROIG COTANDA (*). 06/12/2010

Tipos impositivos del 90% o más en el Impuesto sobre la Renta parece algo que nunca haya existido en la historia. Sin embargo, son tipos impositivos que se han aplicado durante parte del siglo XX en diversos países, como, por ejemplo, Estados Unidos. Y es que, en los países occidentales, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, tanto la izquierda como la derecha política no discutieron sobre los impuestos, se dedicaron a aplicarlos y con su recaudación construyeron el estado del bienestar.

Era un tiempo en el que se asumía lo que una vez dijo el juez Holmes, a principios del siglo XX, "los impuestos son el precio de una sociedad civilizada". Hace unos días, con motivo del día de acción de gracias, Matt Miller recordaba, en el Washington Post, que los que son tan afortunados de vivir en Estados Unidos son beneficiarios de una herencia cultural que es imposible reconocer plenamente y que da ventajas enormes, desde las leyes y las instituciones, construidas a lo largo de generaciones, que permiten que la gente prospere, hasta la música que disfrutan. Hay una deuda por esa civilización recibida que el ciudadano debe reconocer, aunque, añadía, uno de los males de la vida moderna es que muchas de las cosas que se tienen se dan por descontado.

Sin embargo, la década de los ochenta, del pasado siglo, trajo consigo gobiernos conservadores a Estados Unidos y Gran Bretaña. Desde esos dos países, sobre todo desde el primero, despegó una movimiento en contra de los impuestos que fue calando en todo Occidente, tanto en el ámbito político como en el académico. Tan imponente ha sido el impacto del sesgo ideológico conservador que incluso se ha apoderado del discurso de algunos sectores de la izquierda (quién no recuerda haber oído decir a políticos españoles que "bajar los impuestos también es de izquierdas").

Como todo el mundo sabe, la historia de España, por desgracia, fue distinta a la historia recorrida por la mayoría de países occidentales después de la Segunda Guerra Mundial. Estrenamos democracia casi justo a la vez que se producía el movimiento anti-impuestos en otros países. Nuestro consenso sobre la necesidad de aplicar y recaudar impuestos duró mucho menos, si es que existió en algún momento, y repercutió en la falta de educación cívica y de conciencia fiscal de buena parte de nuestra sociedad.

Si bien nuestra Constitución recogió la obligación de que nuestro sistema tributario se inspirase en los principios de igualdad y progresividad, su aplicación a lo largo de estos últimos treinta años no ha podido sustraerse al impacto del movimiento anti-impuestos. Como resultado de todo ello tenemos en la actualidad un sistema fiscal alejado de esos principios inspiradores. A continuación indicamos algunos aspectos que podrían mejorar la progresividad y equidad de nuestra fiscalidad.

LUCHA CONTRA EL FRAUDE

Si hablamos de reformar los impuestos, la primera referencia debe ser, siempre, hacia aquellos que van a vigilar su cumplimiento. Es posible diseñar reformas fiscales magníficas en sus intenciones, pero sólo serán útiles si detrás de ese diseño hay una Administración Tributaria que disponga de los medios suficientes para asegurar su implantación.

Es preciso, por tanto, dotar a la Administración Tributaria de los medios necesarios para facilitar el cumplimiento voluntario de los tributos y, fundamentalmente, perseguir el incumplimiento, luchar efectivamente contra el fraude. Que la Administración Tributaria disponga de medios es condición necesaria, pero no suficiente. Hace falta que los gobiernos manifiesten voluntad política para perseguir a los que defraudan.

RECUPERAR EL IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO Y EL DE SUCESIONES

El Impuesto de Sucesiones, el Impuesto sobre la Renta y el Impuesto sobre el Patrimonio son un sistema de tres piezas que se retroalimentan en cuanto a la información que cada uno facilita y se complementan en una perspectiva de equidad tributaria.

Sin embargo, dos de esas tres piezas prácticamente desaparecen del sistema. El Impuesto sobre el Patrimonio ha desaparecido totalmente y el de Sucesiones según haya decidido cada comunidad autónoma. Su desaparición, se ha justificado, a veces, diciendo que el diseño de esos dos impuestos no era adecuado. Es un argumento en el que seguramente todos estaríamos de acuerdo. Pero, eso no significa que haya que suprimirlos. También cuando vemos las cifras de quiénes contribuyen en el IRPF podemos tener la sensación de que algo falla, de que no es adecuado, y, sin embargo, ahí está, no se suprime. Quizá será porque los dos impuestos suprimidos afectaban más a las rentas altas y en este último estas rentas no están tan representadas.

Mientras en España suprimimos el Impuesto de Sucesiones en Estados Unidos hay millonarios que piden que se siga aplicando. Es el azar y no el mérito o el esfuerzo el que hace que nazcamos en una determinada familia (rica o pobre) y en un determinado país (rico o pobre). De ahí la necesidad de utilizar la capacidad redistributiva del Impuesto de Sucesiones.

Además, habría que añadir que la teoría de la descentralización fiscal indica que los instrumentos redistributivos deben quedar en manos del nivel superior de gobierno. En este sentido no resulta acertado el reparto impositivo realizado en nuestro país, cediendo los impuestos de sucesiones y patrimonio a las comunidades autónomas.

TERMINAR CON EL IMPUESTO DUAL SOBRE LA RENTA

El actual IRPF es lo que se conoce como un impuesto dual. La característica de los impuestos duales es que las rentas del capital tributan a un tipo proporcional y al resto de rentas se les aplica una tarifa progresiva. Hay que reformar el impuesto para que las rentas del capital tributen como el resto de rentas.

El argumento que se esgrime para justificar ese tratamiento privilegiado es el de la movilidad del factor capital. En una economía abierta y con un proceso creciente de globalización se puede hablar de la movilidad del factor capital, pero también se podría decir que cada vez habrá más movilidad del factor trabajo. En cualquier caso, se está optando por entrar en el juego de ver qué país cobra menos en impuestos para atraer capital y trabajo en lugar de tratar de lograr acuerdos internacionales que terminen con los paraísos fiscales.


ENSANCHAR LA BASE DEL IRPF Y BAJAR TIPOS MANTENIENDO RECAUDACIÓN

En el actual IRPF se pueden hacer cambios de manera que, recaudando lo mismo, los tipos impositivos sean más bajos. La estrategia es bien conocida. Bases impositivas más amplias permiten tipos más bajos. Eso se traduce en la eliminación de determinados incentivos y beneficios fiscales enquistados en el sistema. Por ejemplo, la reducción por aportaciones a planes de pensiones. Es evidente que siempre se pueden encontrar argumentos para mantener cualquier incentivo que beneficia a una parte de los contribuyentes, pero si se eliminan se pueden bajar los tipos para la mayoría de los contribuyentes.

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(*) José Manuel Roig Cotanda pertenece al Departamento de Economía Aplicada de la Universitat de València

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CAPÍTULOS ANTERIORES:

-LAS REFORMAS NECESARIAS (I) 'Paul, Olivier y Alberto o la difícil evaluación de la política fiscal' (JAVIER FERRI)

-'LAS REFORMAS NECESARIAS (II) Es el momento de crear un nuevo y sostenible sistema de pensiones' (JOSÉ ENRIQUE DEVESA CARPIO)

-'LAS REFORMAS NECESARIAS (III) La urgente reforma de las Administraciones públicas  (ANTONIO CUBEL MONTESINOS)

-LAS REFORMAS NECESARIAS (IV) 'La reforma de la justicia: tan necesaria como las reformas económicas' (JOSÉ EMILIO BOSCÁ)

-LAS REFORMAS NECESARIAS (V) 'Infraestructuras: ¡Adiós, Mr. Marshall!' (ÓSCAR ÁLVAREZ SAN JAIME)

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