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OPINIÓN

Por qué es un drama que Enrique Iglesias destroce 'La Chica de Ayer'

EUGENIO VIÑAS. 19/08/2015

VALENCIA. Enrique Iglesias tiene 40 años. Más de la mitad se los ha pasado subido a un escenario. Cuando le dijo a su padre -según cuentan ambos- que un día lograría vender más discos que él, éste se rió. Y no lo hará, pero únicamente por la sencilla razón de que ya no se venden discos. Ayer, el que un día fuera 'el hijo de Julio Iglesias', se convirtió en el primer artista latino en superar el billón de reproducciones con una de 'sus' canciones en Youtube, 'Bailando'. Si aceptamos que Youtube es el equivalente a las vueltas que dió un vinilo, genere el ingreso que genere, el refranero español volverá dar en el clavo en favor de quien ríe el último.

Ayer Enrique fue noticia dos veces, ambas 'gracias' a Youtube. La primera, por la citada victoria estadística en un contador virtual tan fiable como las cifras de ventas que las propias compañías han declarado a lo largo del siglo XX como "oficiales". La segunda, porque un vídeo subido hace unos días dejaba en evidencia el asesinato de 'La chica de ayer' a manos del industrialmente llamado Rey del Pop Latino. El documento audiovisual, perpetrado el pasado 13 de agosto en el festival Starlite de Marbella, es el siguiente:

Más allá de haber logrado soportarlo sin interrupciones, el futil ir y venir de insultos y defensas apasionadas en las redes sociales parece llamado a esconder una vez más la realidad. Lo que sucede durante esos seis lacerantes minutos no es lamentable, es un drama (nacional). Y lo es por dos razones.

LA PRIMERA RAZÓN

La versión grabada de 'La chica de ayer' se incluía en el sexto álbum de Enrique, Quizás (Universal, 2002). Desde hace 13 años, por tanto, forma parte de su repertorio en directo, especialmente 'usada' cuando está en España, como es el caso. La ocurrencia de manosear uno de los escasos hitos del pop español parecía, por aquel entonces, un guiño a la transgeneracionalidad comercial que su padre ya practicó. Todo en Enrique parecían, entonces, guiños a replicar la triunfal carrera del truhán más internacional. Una suma, en este caso, a la búsqueda de un concierto vendible a un mayor arco de personas por edad, con una canción bien conocida en algunos de los países latinos por lo que giraba, giraba y gira y que, santa casualidad, pertenecía al mismo catálogo editorial de Enrique. Todo en casa.

La ocurrencia, como hipótesis, no se debe descartar cuando la canción que da nombre al disco es una carta escrita precisamente por el hijo -abandonado- a su padre -vividor- para mayor gloria del consumidor de telenovelas estadounidense. Suma de públicos, como quien siembra con una fumigadora, vaya. Y funcionó, para mayor gloria de los interesados en el showbusiness. Enrique se coló a cantar lo de la telenovela en programas con audiencias tan mareantes como 'The Tonight Show'. No recuerdo ningún otro artista español actuando en el late show de Jay Leno, ciertamente.

Sin embargo, pese a la estrategia, pese a la premeditación, pese a la prolongada inversión comercial de los agentes económicos que le han venido rodeando, Enrique -aquí sí a diferencia de su progenitor- no ha tenido la menor inquietud por aprender a cantar la canción. Tampoco otras y tampoco esta. Pese a los risibles gestos en los que, durante el vídeo, se toca la petaca para supuestamente regular sus in-ears (la selección de sonido que lleva en los auriculares para escuchar a la banda y a su propia voz) e incluso se los quita, es incapaz de entonar por su cuenta una canción que tras 13 años y cientos de 'bolos' debería comerse solito, de pe a pa. Y hacerlo sin el menor aspaviento vocal, por respeto a una canción que nunca lo ha requerido.

LA SEGUNDA RAZÓN

Antonio Vega en un selfie con Nacha Pop

Esa es la segunda razón. 'La chica de ayer', compuesta por Antonio Vega durante su mili en Valencia, era -sin él saberlo entonces- una puñalada a la música española que había sonado hasta ese 1977. En el Reino Unido y las costas estadounidenses el punk había empezado a romper con todo, pero en la encorsetada España de la deseable Transición (si la hubiere) aquella pequeña gran canción nacía a alba de la Movida.

Y pasó casi una década, creciendo a fuego lento hasta su re-publicación en el recopilatorio de Nacha Pop 80/88 (Universal, 1988), para que el público elevara aquella redondez hasta calificarla popularmente como un himno del pop español. A menudo, para muchos, 'el himno del pop español'. De hecho, en aquel disco estaba muy retrasada, pero a base de reivindicables espacios para los músicos en la televisión pública, a base del mismo decidido y dirigido trabajo de las discográficas con tal de buscar carreras de largo recorrido, España aprendió a escuchar a aquel 'chico triste y solitario' que tantas otros regalos en forma de canción dejaría durante aquella década y tan solo en las dos siguientes.

Las canciones, afortunadamente, trascienden al artista y le otorgan ese distintivo cuando quien las abrazas es capaz de entender tanto o más por su interpretación que por su virtuosidad. Más si cabe en directo. Especialmente en directo, cuando lo que sucede es precisa, colectiva y a la vez íntimamente en ese momento. Los versos de 'La chica de ayer' son, en la voz de Antonio Vega o en la de cualquiera que la respete, una hoja frágil de hielo cayendo, sin conocer con certeza si va a atravesarnos 35 años más tarde de haber sido escrita o si, esta vez, se romperá en añicos justo antes de tocarnos. Su historia es el relato de quien está sangrando, herido y a la vez con una mirada nostálgica hacia todo cuanto le rodea, también hacia ella, con la virtud de desmontar el valor científico de la armonía, de su melodía o de la -hija de su tiempo- producción de la canción. Nacho García Vega, la otra mitad de Nacha Pop que recientemente celebraba los efeméride de 'La chica de ayer' con una versión actualizada de la misma, declaraba a Vanity Fair en pro de los conciertos aledaños: "cantarla me vacía. Cuando la interpreto es como si la vomitase". El vómito es la única conexión posible entre lo que acabará recordado como un fogonazo tuitero contra un vídeo de Enrique Iglesias. El problma de esto último es que no evitará que el drama se repita.

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