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VALENCIA. En los albores de la industria automovilística, Henry Ford fue de los primeros en entender que el cliente era lo primero. Así que, para adecuarse a sus gustos, tuvo una genial ideal. Podrían comprar un Ford T del color que quisieran siempre que fuera negro. Más o menos un siglo después, los militantes del Partido Popular valenciano tienen casi tanta capacidad de elección: para sustituir a Alberto Fabra pueden elegir el candidato que imponga Génova entre dos aspirantes prácticamente iguales, salvo por el matiz que una -en las formas- parece algo más escorada a la derecha.

Así, esta semana Fabra, tras anunciar este sábado que dejaría la presidencia del partido (la decisión será firme esta semana en la Junta Directiva Regional) tendrá que decir si su sucesora al frente del partido es María José Català o Isabel Bonig, exconselleras de Educación e Infraestructuras respectivamente. No parece que vaya a haber un tercer candidato y menos cuando la vieja guardia (Rita Barberá, Alfonso Rus, Serafín Castellano...) ni están ni se le espera.

Sin embargo, lo que se pretenderá vender como un paso más hacia la renovación del PP no es más que pura liturgia para volver a la casilla de salida. Ni siquiera parece que sean necesarios cambios de cierto calado para que todo siga igual. Mariano Rajoy decidió la semana pasada que Fabra debía dejar el cargo en el PP valenciano antes de agosto y diera paso a su sucesor (probablemente sucesora).

Y así se hizo. A lo largo de la semana Fabra, que ya es senador en Madrid, dejó las cosas atadas y bien atadas. Se acogió al estatuto de los expresidentes para gozar de un chófer y buscarle acomodo a su inseparable ayudante Esther Pastor, un joven tan preparada que ni acabó al carrera de Derecho. Eso sí, renunció a un sillón en el Consell Jurídic Consultiu para poder dedicarse en cuerpo y alma a la agotadora tarea que implica un puesto en el Senado. Así acaba (al menos de momento) la vida política en primera línea de quien llegó a alcalde de Castellón y President de la Generalitat sin ganar una sola votación pero sí todas las elecciones. En concreto, las que hizo Rajoy.

MARGARET THACHER O PAQUITA ‘REVIENTAPLENOS'

La exconsellera de Infraestructuras y coordinadora general regional del PPCV tiene todas las papeletas para ser su sucesora. Tiene el apoyo de Génova, fin de la cita. Y para que parezca una decisión tomada en Valencia, se celebró este jueves un encuentro con la asistencia de los barones provinciales (José Císcar por Alicante, Javier Moliner por Castellón y Vicente Betoret por Valencia) y Rita Barberá (en calidad de consigliere de Mariano Rajoy). Todos, menos Moliner que se abstuvo, apostaron por la exalcaldesa de la Vall d'Uixó.

De lo que nadie puede dudar es de la fidelidad de Bonig a la causa. Sus partidarios hasta la comparan con Margaret Thatcher, la Dama de Hierro, por la firmeza con que defiende sus ideales. En realidad, en el trato directo es bastante normal pero sus detractores prefieren citar a la famosa Paquita La Revientaplenos que se hizo famosa en el Ayuntamiento de Valencia durante la Transición o a la exconcejal de Unió Valenciana Mª Dolores García Broch por su incapacidad para moverse un milímetro de sus planteamientos. La ven como una integrista que, representa el ala más conservadora del partido, la de pulsera con la banderita de España y del ‘orgullosa de ser de derechas'. Vamos, lo que viene a ser un facha de toda la vida.

Por supuesto, tiene un perfil muy del partido. El gusanillo de la política le viene de familia, aunque fue la única en la suya que no era del PSOE. Pronto se afilió a Nuevas Generaciones, se sacó la carrera de Derecho (con premio final de carrera) y fue ascendiendo peldaños en el partido. En 2007 logró la alcadía de la Vall d'Uixó por mayoría absoluta (y la revalidó en 2011). De lo que nadie duda es de su capacidad de movilizar, quizás algo de lo que ahora el PP no anda precisamente sobrado.

En 2008 fue nombrada por Francisco Camps como coordinadora del PP en la Comunitat Valenciana. Más tarde, en 2011, el expresident volvió a apostar por ella y le confió la conselleria de Infraestructuras. Cuando Alberto Fabra sustituyó a Camps, mantuvo el cargo y. Allí fue sumando enteros hasta que fue llamada a sustituir al exdelegado del Gobierno Serafín Castellano, que dimitió tras ser detenido en relación con el caso Avialsa a finales del pasado mes de mayo.

Su único problema, de momento, es que su nombre ya ha aparecido en el sumario de la Trama Púnica, la enésima investigación sobre financiación ilegal del PP, y que podría afectar al partido en la Comunitat Valenciana. De hecho, sería casi un milagro que no lo hiciera teniendo en cuenta los antecedentes.

COMO DOS GOTAS DE AGUA

Aunque el nombre de Català también suena, sería una verdadera sorpresa verla encabezando el PP valenciano, aunque sea de manera provisional. Su perfil es muy parecido al de Bonig: joven, militante del partido desde muy joven, alcaldesa de Torrente (dos veces y por mayoría absoluta), consellera de Educación desde 2012... Las únicas diferencias son que ella tiene más fama de dialogante y que nunca ha tenido tanto peso en el partido (lo más que ha llegado es a presidenta del Comité Electoral). Es cierto lo de su fama de conciliadora, pero esas cosas pasan cuando de la firma de alguien depende el programa Prensa Escuela (compra en bloque de diarios con dinero público que luego se envían a los colegios): le llueven lo amigos.  

Como decían Martes y 13, "es igual pero no es lo mismo". Cuestión de matices y poco más. Son el mismo perfil de siempre, gente fiel al partido, que jamás se ha salido de la línea oficial, y con una biografía personal que no levanta sospechas: poco viajadas, sin idiomas, buenas estudiantes pero sin llegar a intelectuales (Català fue presidenta del Club de Fans de La Alquería Blanca, lo cual es significativo) y que jamás han pisado una empresa privada aunque son firmes defensores de la libre empresa. Vamos, la cantera de cualquier partido: gente que está para quedarse mientras pueda y conscientes de que lo último que se debe hacer en una institución regida por la dedocracia es demostrar criterio propio. En otras palabras, lo que los politólogos llaman un ‘gestor'.

Así, la incógnita se resolverá esta semana. Aunque sea de manera provisional, el PP valenciano decidirá libremente lo que le digan desde Génova y optará por el Ford T del color que quiera siempre que sea negro. Y después de la elecciones, ya tal.

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