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LITERATURA E HISTORIA

El paraíso soviético de Ford: la utopía que engañó a miles de estadounidenses

CARLOS AIMEUR. 22/06/2015 Antonio Garrido novela en 'El último paraíso' la tragedia de la planta de vehículos la Ford en Nizhni Novgorod, que solo duró cinco años

VALENCIA. Una de las páginas más sorprendentes de la historia de la Unión Soviética está protagonizada por estadounidenses. Se trata de la puesta en marcha de una factoría de la Ford en suelo ruso, en los años treinta del siglo XX. Tan peculiar maridaje entre la URSS de Stalin y el prócer del capitalismo liberal Henry Ford duró apenas cinco años, acabó como el rosario de la aurora (¿a quién le sorprende?), y se llevó por delante los sueños y vidas de miles de estadounidenses.

Esta tragedia real es la materia prima de la nueva novela de Antonio Garrido El último paraíso, libro que ha resultado ganador del premio Fernando Lara que concede Planeta, y que se presentará esta semana primero en Madrid, el 23 de junio en el hotel Villa Magna con la participación de Lorenzo Silva, y dos días después en el Museo L'Íber de Valencia.

Resulta lógico pensar que Garrido, ingeniero industrial y especialista en el diseño de automóviles, se sintiera atraído por una historia de la Ford en la URSS. Una atracción que tuvo como punto de partida el descubrimiento de un anuncio en el New York Times del año 1930. "Estaba en una barbería y lo tenían exhibido como algo vintage", recordaba este domingo Garrido.

En dicho anuncio la agencia de comercio soviética Amtorg les prometía trabajo a los miles de desheredados que recorrían la ciudad, trabajo y una utopía, la de la Unión Soviética, la tierra en la que todo el mundo tenía derecho a un salario. El anuncio llegó justo en medio de la Gran Depresión, apenas unos meses después del Crac del 29, aquel que cambió la historia del siglo XX, y resultó la puerta por la que muchos se adentraron en el abismo porque la utopía sólo existía en la propaganda.

Fue puro azar, una conjunción de hados con desenlace funesto. El contrato para instalar la factoría Ford en Nizhni Novgorod se selló el 31 de marzo de 1929 en Dearborn, en presencia del todopoderoso Henry Ford y del director de Amtorg, Saúl Bron, mucho antes de que el manido crack se llevara por delante los locos años 20 y los sueños de toda una generación.

Lo que vino a continuación fue una muerte anunciada, que titularía García Márquez, y una tormenta perfecta, todo a una. Porque no hubo forma de casar aquello y lo que es peor aquella locura arrastró consigo a personas que sólo aspiraban a vivir una vida mejor.

Trabajadores soviéticos de la planta de Ford en Nizhni Novgorod.

La historia real que inspira El último paraíso ha sido analizada entre otros por Stefan Johannes Link, quien en su artículo Fordismo soviético en práctica relata los avatares que rodearon a la fábrica de automóviles en Nizhni Novgorod, que se llamaría GAZ (Gor'kovskii Avtomobilnyi Zavod). Aquí, en la ciudad natal de Gorki (quien le dio nombre de 1932 a 1990), un grupo de ingenieros y trabajadores estadounidenses se instalaron para poner en marcha el sueño imposible.

La construcción de la nueva planta en la ribera del Oka comenzó en enero de 1930. "Desde el principio el proyecto estuvo lleno de problemas y el trabajo se realizó en condiciones difíciles", constata Link. Las dificultades tuvieron su origen en dos causas, según él. En primer lugar, los ingenieros de Austin se encontraron en medio de una guerra territorial entre las autoridades económicas soviéticas tras la reorganización administrativa de diciembre de 1929. "Los funcionarios de la metalurgia eran reacios a ceder el control de las políticas y el acceso a unos recursos extremadamente limitados".

En segundo lugar, las dificultades comunes a todos los proyectos de industrialización en la Unión Soviética. Los proveedores de material de construcción esencial se retrasaban en sus entregas o se negaban a hacerlo, a pesar de las intervenciones de la autoridad competente; desaparecían grúas para los trabajos de excavación; no se podía encontrar acero de alta calidad e importarlo era costosísimo... Por su parte, la construcción de viviendas para las decenas de miles de trabajadores fue lenta; faltaban materiales como el hormigón y el acero, a lo que hubo que unir la falta de personal cualificado, tanto en la construcción como en la administración...

Esta ciudad para los trabajadores fue incluida por Richard Stites en su libro Revolutionary Dreams, en el que aglutina las utopías soviéticas. A ella se refiere de manera despectiva como uno de los intentos fallidos para crear nuevos entornos colectivos. "La ciudad de los trabajadores fue diseñada por los estadounidenses y aprobada por los soviéticos, con la escolarización centralizada, clubes, hospitales, panaderías, cocinas, lavanderías y otros servicios para sus 18.000 empleados en bloques comunes de 300 habitantes. Todo un pueblo de 3.000 personas fue trasladado para dar paso a su El primer GAZ-A.construcción. Sin embargo, todavía en 1932 no tenía suficientes camas y no tenía agua. Estos sitios eran parodias de los sueños brillantes previstos por los arquitectos y planificadores de la década de 1920 ", escribe Richard Stites.

La fábrica fue declarada oficialmente terminada el Día de Difuntos de 1931 y se construyeron en ella vehículos como el GAZ-A, una versión soviética del Ford A. Desde el primer día era evidente que aquel experimento no podía funcionar. Garrido resume a mitad de su novela el despropósito en las reflexiones de su protagonista, Jack Beilis, estadounidense de origen ucraniano, un trasunto del personaje real Walter Reuther. "La mayor parte de sus conclusiones", escribe Garrido, "apuntaban a que los problemas de la factoría provenían de implantar un proceso industrial en un país con un idioma y una cultura atascados en el medievo".

Las situaciones absurdas que hacían que se perdiera material (troqueladoras que se dejaban a la intemperie y oxidaban, prensas que se usaban como material de relleno para la construcción...) así como las diferencias de concepción de la vida provocaron que las fábricas fracasaran. [No es que] "(...) los soviéticos fueran menos laboriosos que los alemanes. Lo que ocurría era que si los alemanes habían respondido al reto como un ejército de abejas, los rusos parecían haberlo hecho como un rebaño de cabras", dice el personaje.

Varios son los elementos que explican esta debacle. Uno, clave, y así lo destaca Garrido en su novela, es que el noventa por ciento de los trabajadores "eran agricultores y ganaderos sin ninguna experiencia"; muchos de ellos creían aún estar en sus granjas y encendían hogueras en el suelo de sus apartamentos para cocinar alimentos. Otro, la dificultad de conseguir que se siguieran las más básicas normas de seguridad, limpieza o disciplina, lo que provocaba que tuvieran lugar muchos accidentes; así, algunos trabajadores se abrigaban con pieles de oso y después manipulaban maquinaria que podía atrapar cualquier prenda holgada, y raro era el que usaba la letrina para orinar, existiendo como existían descampados próximos.

El divorcio fue inevitable. "Al poco de la inauguración de la factoría soviética", escribe Garrido en el epílogo de su libro, "las relaciones comerciales con Ford comenzaron a deteriorarse hasta que en 1935 se disolvieron totalmente". Los trabajadores técnicos más preparados volvieron a Estados Unidos. Entre ellos Charles Sorensen, quien había llegado a departir con Stalin. Fue uno de los primeros en retornar a América.

Los 'fords' soviéticos ensamblados en Nizhny Novgorod, camino de Moscú.

Sorensen, a la sazón jefe de producción de Ford en Detroit, se planteó regresar a la Unión Soviética para ayudarles a solventar los problemas que asolaban a GAZ. Henry Ford no le dejó. "Si regresas a la Unión Soviética nunca te permitirán volver. No les concedas la oportunidad". Otros como Reuther lo hicieron concienciados hasta el punto que se convirtió en un activista en defensa de los trabajadores y se afilió al partido demócrata.

Pero hubo otros muchos, los utópicos y los desesperados, en la clasificación que hace Garrido, que no regresaron. Los primeros, que habían emigrado en pos de su sueño, porque murieron o se dejaron corromper por él; los segundos porque fueron pasto de la historia y la Segunda Guerra Mundial y las purgas de Stalin los devoraron. Quien no fue ejecutado por traición a la patria, murió en el frente de batalla.

Buena parte de estos personajes son los que proporcionan el suspense y las emociones que son la guía y el alma de esta novela en la que se dan cita amor, odio, traición, sobre un fondo real, y que constituye un viaje en el tiempo hacia aquella época, hacia aquél momento descabellado de la historia.

El último paraíso no es ni mucho menos un ensayo, aunque se haya escrito con el mismo rigor. Se trata de un thriller, con sus giros dramáticos, con el que Garrido logra que el espectador se adentre en los años 30 en la URSS, sienta el miedo, el terror, la opresión de la dictadura de Stalin y la maldad capciosa de los que usaron el poder para lucrarse o simplemente dominar. Llena al lector de preguntas existenciales con una trama que evoca muchas cosas a un tiempo, con un argumento construido con amores imposibles, sacrificios, traiciones, coches y fonógrafos.

GAZ siguió. Los ingenieros soviéticos aprendieron a crear sus propios vehículos tras las enseñanzas de los estadounidenses. La contienda bélica marcó el futuro de la empresa. La guerra le dio el más amplio campo de pruebas. Camiones miitares, tanques, GAZ como tal sobrevivió al matrimonio imposible reforzada por la necesidad y, con los años, se convirtió en una de las industrias automovilísticas más importantes del mundo.

Pero en sus raíces, en la planta de sus pies, yacen postrados los sueños rotos de miles de americanos que fueron en pos de una utopía, atraídos por un anuncio en la prensa, y se encontraron hambre, desolación y, con el tiempo, la muerte. Unos sueños frustrados a los que la novela de Garrido rinde homenaje.

Fachada de acceso a la planta de GAZ en Nizhni Novgorod.

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5 comentarios

Jose escribió
24/06/2015 13:22

Gran artículo que le hace a uno interesarte tanto por la historia como por la intrahistoria formada por esas personas que se vieron en la necesidad de emprender un viaje sin retorno.

Museo L'Iber escribió
24/06/2015 11:58

El próximo 25 de junio a las 19:30 h. en Museo L'Iber contaremos con el escritor Antonio Garrido, autor de “La escriba” y el “Lector de cadáveres” presentando su última novela, Premio Fernando Lara 2015, acompañado en la mesa por Ramón Palomar, escritor y periodista, y Alejandro Noguera, director de l’Iber y de la Fundación Libertas 7. Entrada libre. Aforo limitado. Vino de honor gentileza de Murviedro.

Tesi escribió
23/06/2015 14:34

Un artículo interesantísimo. Lectura muy apetecible.

Elena escribió
22/06/2015 21:48

Excelente artículo y una historia sorprendente. Americanos emigrando a Rusia. Te deja con ganas de saber más

Fernando Bellón escribió
22/06/2015 10:24

Cómo me gustan estos artículos documentados y bien escritos. Son una muestra de que el buen periodismo español existe. Y un ejemplo para los que aspiran a ser periodistas. Enhorabuena, Carlos.

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