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Luces, sombras y candidatos a gobernador

ABELARDO MUÑOZ. 12/11/2010 "Los compañeros de partido del delegado del gobierno andan con el colmillo retorcido y hablan de una campaña sediciosa contra Peralta porque éste, como buen leninista que fue, representa un valladar agresivo frente a las huestes de Camps, Pons y los demás. Es el duro de la película frente a la derecha..."

VALENCIA. Hay cosas que jamás cambian en un país como el nuestro tan dado a reverenciar lo ancestral. Desde el ¡vivan las caenas! hasta los puestos de regaliz, pipas, tramusos y ¡caña de azúcar!, que eso no se veía desde los años cincuenta, en la plaza de la Reina. Tampoco cambia el papel esencial de la Guardia Civil en la estructura policial y será por eso que el veterano abogado laboralista Ricardo Peralta tiene uno sin tricornio al lado de su ascético despacho de la calle Colón desde el que divisa el Corty, otro icono ancestral.

Los compañeros de partido del delegado del gobierno andan con el colmillo retorcido y hablan de una campaña sediciosa contra Peralta porque éste, como buen leninista que fue, representa un valladar agresivo frente a las huestes de Camps, Pons y los demás. Es el duro de la película frente a la derecha.

Así que la parte de la canallesca que sigue en luna de miel con el poder político valenciano, "ha orquestado una campaña de desprestigio" contra el bigotudo representante en esta tierra del gobierno de la nación, como a él mismo le gusta remarcar con voz ronca y benemérita.

Eso dicen los ejecutivos del PSPV consultados. Aunque esas cosas siempre hay que tratarlas con pinzas porque es suficiente que uno sugiera que hay disensiones internas en un partido político para que sus líderes se cierren en banda y se endulcen la boca hasta el empaño hablando de armonía. En esos casos sólo cabe sonreír con un cinismo a la altura de respuestas tan sesgadas.

Pregunta el periodista si hay micrófonos en el despacho, acaso detrás de las dos fotos oficiales, del rey y de ZP, y Ricardo dice que no. Un gigantesco retrato al óleo de un jovencísimo Juan Carlos I observa a los dos hombres desde la pared. Se supone que está colgado en los despachos de los virreyes de Madrid, desde los tiempos de Carrero Blanco.

No está el hombre de Rubalcaba asustado por las noticias desestabilizadoras que recoge la quinta columna mediática de El Mundo y Las Provincias. Alarte no quiere deshacerse de Peralta, ni mucho menos, lo que pasa es que el delegado es un tipo incómodo y un objetivo a batir. O sea que Peralta y cierra España.

El caso es que cuando el río suena, algo pasa. En los arrabales de esa costumbre tan española del rumor, miembros de la ejecutiva de los socialistas valencianos sí creen posible que una vez desaparecida del podio María Teresa Fernández de la Vega, esa gran vicepresidenta que fue, dirigentes socialistas que acarician ese puesto tengan la puerta abierta.

Se habla de dos hombres muy ad hoc para el cargo. Uno de ellos es José María Ángel, alcalde de La Eliana, quien tiene dos cosas en común con Peralta: lleva bigote y en su juventud fue comunista. El otro nominado podría ser Rafael Rubio, diputado de la 'Dipu', un tipo eficaz. En este último caso Rubio daría un salto circense desde un puesto inocuo y marginal de la ya anacrónica y rancia Diputación Provincial a ser jefe de la seguridad de la Comunitat Valenciana.

Las tácticas que utilizan los líderes políticos, ya sean estos de la caverna platónica como del río heraclitiano, es alabar sin rubor a su posible sustituto o contrincante. Peralta, que como quedó dicho parece estar presuntamente en el punto de mira del seráfico Alarte, dice de él que no es tan rancio como parece, añade que eso se ha dicho de todos los políticos en su momento. A ZP se le llamaba Bamby, supongo que por las megapestañas que luce, y ahora está invitado, si bien de piedra, en Korea con el G-20.

Finalmente este hombre que llegó del frío para hacerse valenciano cien por cien, antiguo diputado comunista y creador, junto al legendario Manuel del Hierro del primer bufete de CC OO, suelta una frase de titular: "Los líderes, amigo mío, se hacen en las elecciones"...

Ricardo Peralta no fuma habanos ni viste la chaqueta cruzada azul marino con botones plateados de sus antecesores predemocráticos. Su optimismo de cara al triunfo de su partido es proverbial. Como si fuera una ecuación infalibe, se pone a garabatear sobre un papel los años de gobierno de las derechas y las izquierdas.

De los 27 años que van de 1983 a 2010, el PSOE ha gobernado doce y el PP quince. Así que la cosa no está tan perdida. La Generalitat está perdida porque no tiene un chavo y Francisco Camps es el rey desnudo del cuento de los Andersen. Anda en cueros, pues le han quitado los trajes, pero nadie lo ve. Cuando aparezca el niño que denuncie su desnudez, quizás todos saldrán del sueño y el rey tendrá que esfumarse por el foro. Pero eso no es más que un cuento más en la oficina de Ricardo Peralta, custodiada por la Benemérita y por la mirada aún inocente aunque descreída del actual jefe del Estado en el cuadro al óleo que cuelga en el despacho.

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