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en 2004 era alarmante

Eficaz estrategia contra la siniestralidad laboral

JAVIER MOLINA VEGA*. 27/04/2015



VALENCIA (VP). En poco más de una década se ha reducido notablemente la siniestralidad laboral gracias a una serie de actuaciones políticas y planes que han reducido drásticamente estos índices que llegaron a ser alarmantes. Una muestra evidente de estos hechos nos retrotrae al año 2004 cuando los indicadores arrojaban cifras cercanas a los 1.500 accidentes laborales anuales mortales. La aprobación al año siguiente del Plan de Actuación para mejoras de la seguridad y salud de los trabajadores y la reducción de los accidentes de trabajo redujo radicalmente estas cifras a 450 muertos debido a estas causas. Una normativa eficaz por cuanto nótese que en 2005 hubo casi 5.000 víctimas en accidentes de tráfico.

Dos años más tarde, tuvo lugar la aprobación de la primera Estrategia Española de Sanidad y Salud en el Trabajo 2007-2012, la cual tenía como objetivos generales reducir de manera constante la siniestralidad laboral de fin de acercarnos a los ratios europeos. La trazabilidad de la referida Estrategia es incuestionable. En el año 2013 se produjeron 447 accidentes mortales en jornada de trabajo, (ese año se produjeron 1.479 víctimas en accidentes de tráfico) lo que suponía 3,2 accidentes por cada cien mil trabajadores. Ello supone el menor valor de la serie histórica que comenzó en 1988.

En el hipotético caso de que esa tendencia se mantuviera con la nueva Estrategia Española de Seguridad en el Trabajo de 2015-2020 (en adelante, EESS 2015/2020) se podría llegara a alcanzar el culmen de la acción preventiva, esto es, lograr la cifra de 0 fallecidos por accidentes de trabajo.  Es cierto que los riesgos laborales varían cíclicamente, por lo que en las fases expansivas de la economía se necesitan adoptar medidas adicionales; y éste, junto a otros retos, han sido los afrontados por la EESS 2015/2020.

Si tuviéramos que subrayar los retos a los que pretende hacer frente la EESS 2015/2020, nos encontraríamos con la apuesta por la integración de la formación de prevención de riesgos en el ámbito educativo y laboral. Es decir implantar la cultura preventiva desde la infancia. Otro aspecto clave es considerar la edad de los trabajadores como factor de riesgo. En este sentido es necesario elaborar políticas que protejan a este colectivo, asimilables a las ya existentes respecto a los trabajadores especialmente sensibles. Para ello sería necesario realizar un análisis de las consecuencias del envejecimiento de la población activa en el ámbito laboral y su siniestralidad.

Otro aspecto a subrayar es la atención a los nuevos riesgos vinculados al modo en el cual se organiza el trabajo en las empresas, así como a los riesgos emergentes derivados de las nuevas tecnologías, la biotecnológi-ca, la nanotecnología la robótica y las nuevas energías. La estrategia incluye el fomento del intercambio de buenas prácticas entre las empresas, el cual debería insertarse en el marco de la Responsabilidad social corporativa.

Tal y como ocurrió en el año 2004, la solución a la situación de los riesgos laborales y de los índices de siniestralidad laboral no pasa por resolverse regresando al modelo regulador represivo, sino que requería insistir en enfoques flexibles y abiertos, ya adoptados por el Derecho comunitario, el cual completa las medidas legales de hard law con medidas promocionales de soft law.

Este mismo modus operandi es el asumido por la EESS 2015-2020 al fijar en su hoja de ruta determinas acciones, tales como: Potenciar la organización y el funcionamiento de la Inspección de Trabajo, conjugando la actividad preventiva con la reactiva; simplificar el tipo de sanciones, y establecer procedimientos alternativos a éstas, en la línea ya iniciada con otros programas de reducción de accidentes. Ello exige una unificación y un profundo replanteamiento de los criterios técnicos utilizados por la Inspección de Trabajo, a la par de dotar a este cuerpo de nuevas herramientas tecnológicas para la investigación y reconstrucción de accidentes de trabajo.

Pero no debemos olvidar que el verdadero reto de los operadores jurídicos y sociales, no es utilizar la prevención de riesgos como una moneda de cambio, como venía ocurriendo hasta hace pocos días; sino construir, en el marco de un entorno colaborativo, el concepto de empresa saludable. Pues sólo así se integrará dentro de la ecuación preventiva una definición muchos más amplia de la salud de los trabajadores.

*Javier Molina Vega, socio de Cuatrecasas, Gonçalves Pereira

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