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OPINIÓN / 'PASABA POR AQUÍ'

Estúpidas burbujas

ANDRÉS GARCÍA RECHE. 26/04/2015

"PASABA POR AQUÍ"

Andrés García Reche

Profesor de Economía Aplicada. Universitat de València
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Hace 400 años estallaba la burbuja de los tulipanes

VALENCIA. Cuatrocientos años después de que en Holanda estallara una de las primeras burbujas económicas genuinas que conocemos: la de los tulipanes, y resistiendo, como estamos todavía, a las lamentables consecuencias de esta última gran locura financiero-inmobiliaria con la que hemos sido agraciados en estos últimos años, no es descabellado preguntarnos si hemos aprendido la lección, y esta será, por fin, y para siempre, la última.

Porque, efectivamente, hubo otras muchas en el tiempo; quizá algo menos globales, pero igualmente devastadoras de acuerdo con las circunstancias históricas en las que aquellas se produjeron. Como, por ejemplo, las de los mares del sur en el S. XVIII, ligadas a la fiebre del oro americano; o la de los ferrocarriles y las minas que nunca existieron, en la Inglaterra del S. XIX; o la del Crac del 29, en EEUU; o, en fin, la famosa burbuja de las punto.com, a finales de los años 90.

Pues bien, la respuesta que ya puedo anticiparles con cierto fundamento científico, es: no. Y la razón fundamental es que la especie humana es, en gran parte, una especie estúpida, en el sentido en el que el historiador Carlo Cipolla dio al término estúpido; a saber: quien "causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí mismo en el proceso".

No creo sea necesario recordar aquí la ingente cantidad de auténticas estupideces perpetradas por los humanos a lo largo de la Historia. Desde la inusitada proliferación de guerras, genocidios y demás barbaridades cometidas en nombre de la religión, la raza, o la patria, y en las que, a la postre, acaban muriendo tantos vencedores como vencidos, hasta la absurda acumulación de arsenales nucleares con capacidad de destruir la totalidad del planeta en menos 5 minutos, pasando por la sistemática e implacable destrucción del medio ambiente, el cual, paradójicamente, es precisamente la condición esencial para que la especie agresora sobreviva.

En tales condiciones, ¿a quién puede sorprenderle que, periódicamente, un grupo de humanos, cada vez más numeroso, se dedique a adquirir bulbos de tulipán, cediendo a cambio de ellos una granja completa o una carreta con caballos incluidos, o a comprar desaforadamente acciones de lo que sea, o inmuebles en medio del desierto, por la simple razón de que "todos dicen" que su precio van a subir aún más todavía? A mí, no, desde luego.

Y a los neurólogos, parece que tampoco, porque, según sostienen éstos el "efecto manada" no es algo ajeno a la especie humana. Cuando el cerebro se formó hace miles de años, afirma Pedro Bermejo, que es uno de ellos, se creó para seguir a los demás porque ello aumentaba nuestra capacidad de supervivencia. Por ejemplo, "cuando cazábamos un mamut, si íbamos todos juntos en un grupo mayor, teníamos muchas más posibilidades de supervivencia. Si en ese grupo de ancestros, uno salía corriendo, el resto lo hacía también porque posiblemente hubiera visto un depredador. Si todos salimos corriendo a pesar de no haber visto nada, aumentamos nuestras posibilidades de supervivencia".

Claro que la enorme diferencia que guarda este comportamiento gregario (que, en cierto modo, tiene justificación racional), con el que se produce en el caso de las burbujas económicas, es que, al contrario de lo que ocurre cuando avistamos el mamut (o suponemos que alguien lo ha hecho), si todos salimos huyendo a la vez del activo que previamente hemos adquirido, las pérdidas se extienden por doquier, y la situación final es mucho peor que la inicial; de manera que, a la postre, nuestra conducta acaba perjudicando a los demás, al tiempo que nos perjudicamos a nosotros mismos. Resumiendo: un comportamiento genuinamente estúpido.

La solución, por tanto, sobre el papel, es relativamente sencilla. Bastaría con modificar nuestra conducta, dejar de comportarse como estúpidos, e... voilà, las burbujas (y otras muchas locuras que no están catalogadas como tales) dejarían de existir. El problema, sin embargo, es que quizá no estemos genéticamente programados para ello, y, en consecuencia, nos resulte imposible hacerlo. O que, aunque fuera posible, el número de individuos estúpidos en circulación muestre un crecimiento tan exponencial en el tiempo (como sostiene Cipolla), que acaben ocupando todos los campos de la actividad humana, incluyendo la económico-financiera que suele ser una de las más permeables a la incorporación de sus estúpidas prácticas.

En mi caso, reconozco que, aunque soy muy partidario de la considerable capacidad teórica de la neuroeconomía para explicar numerosos comportamientos de los individuos, aparentemente poco racionales, lo soy mucho más de la tesis cipolliana; entre otras cosas, porque se ajusta mucho mejor a las lecciones extraídas de mi propia experiencia. Una visión algo subjetiva, quizá, pero, al mismo tiempo de enorme utilidad práctica. Algo es algo.

"PASABA POR AQUÍ"

Andrés García Reche

Profesor de Economía Aplicada. Universitat de València
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