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crítica de cine / MANUEL DE LA FUENTE

Frustración y degradación
de la Mostra

07/10/2011

VALENCIA (MANUEL DE LA FUENTE). Hace poco más de una semana, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, anunció que la Mostra de Valencia cesaría sus actividades de manera permanente, general y verificable por la comunidad internacional. Se trata del último compromiso del ayuntamiento con el final de la confrontación cultural. ¿Confrontación cultural por un festival que dividía más que unía? No me gustan las confrontaciones, así que eliminemos la cultura. Ése era el pensamiento de Barberá, que los avezados periodistas que asistieron al anuncio de la disolución de las actividades culturales de la Mostra seguramente descodificarían a la perfección.

El mundo cultural recibió con alegría la noticia. Actores como Pepe Sancho aprovechaba que un periódico regional valenciano le daba la oportunidad de manchar sus páginas para regalarnos un pensamiento a la altura de su talla como intérprete: la Mostra era una porquería porque se invitaba a estrellas extranjeras que no sabían ni pronunciar el nombre de nuestra alcaldesa. Ni un tímido "Guita Bagbegá", nada. Venían, lucían el palmito y todos se llevaban su parte. Por lo visto, todos menos Pepe Sancho. La solución, que cierren el festival, qué narices. A ver si aprenden la próxima vez a darle un premio honorífico al actor de Crematorio.

Lo gracioso del tema es que la reacción de Sancho ha sido la más airada de todas las que se han producido en el mundo cultural valenciano (perdón por el oxímoron). Al final, la estrategia de Rita Barberá ha surtido una vez más efecto, la conocida estrategia de la degradación, consistente en que cuanto más degrades algo, más aliviada se siente la gente cuando te lo cargas. Si llenas un barrio de yonquis, putas y chaperos, luego metes una excavadora para derribar edificios y asunto resuelto. Si llenas un festival de cine de frikis, tonadilleras y adoradores del cine gore, después es tal alivio cuando anuncias su cierre que ni siquiera los partidos de la oposición armarán mucho revuelo. Dirán algo, sí, pero tampoco demasiado porque el argumento de la alcaldesa es demoledor: la Mostra desaparece "en aras a los ajustes necesarios y a la situación económica". Le ha faltado la coletilla: "...provocada por los socialistas que nos quieren quitar el agua, el corredor mediterráneo y los festivales de cine".

La historia de la Mostra es una historia, así pues, no sólo de degradación, sino de frustración. Parafraseando a Groucho Marx, responderemos primero a la segunda pregunta, la de la frustración. La frustración nace de que, después de veinte años, Rita Barberá se ha dado cuenta de que no ha podido convertir la Mostra en un gran evento. Aunque pueda ser similar, no es lo mismo un festival de cine que la Copa América. Además, tampoco ha conseguido, como en las Fallas, que cada plano de cada película proyectada en la Mostra tenga una imagen hagiográfica de la alcaldesa. Así que, a echarle el cierre: Hakuna Matata!

Esta frustración deriva de que el mundo del cine está plagado de rojos. Fueron rojos los que crearon la Mostra en 1980, eran rojos los que daban premios a otros rojos que hacían películas, y eran rojísimos algunos de los que se pasearon por Valencia durante la Mostra en los años 80: Melina Mecouri (homenajeada en la segunda edición, en 1981), Yves Montand, Jorge Semprún, Claude Chabrol y un largo etcétera. Sólo faltaba Pepe Sancho.

Para desinfectar esta plaga, Rita Barberá puso las cosas en su sitio. En la primera edición de la Mostra etapa Barberá Reloaded, la actriz invitada fue Isabel Pantoja. La cantante eclosionaba entonces como actriz, con dos películas de vanguardia que resumían lo mejor del cine español. En la primera de ellas, 'Yo soy ésa' (Quemasdá Eldirector, 1990), había una secuencia antológica: en la España de post-guerra, Isabel Pantoja le cantaba al cura, mientras estaba confesándose, una copla. El cura (Juan Luis Galiardo) se ponía a masturbarse, estimulado por la letra lasciva de la canción. Una carrera que se iniciaba así merecía un homenaje y la Mostra de Rita Barberá era el espacio adecuado.

Al año siguiente, Rita dio órdenes de mejorar aún más la Mostra. Y se pusieron todos manos a la obra. El punto álgido llegó en el momento de la rueda de prensa de Catherine Deneuve. La actriz, animada por sus colegas franceses ("La Mostrá? Allez, allez! Un petit festival plein de rouges et de communistes"), se vino por aquí para presentar Indochina (Indochine, Régis Wargnier, 1992). La rueda de prensa contó con dos traductores de excepción: el director del certamen, Luis Fernández, y Vicente González Lizondo. Empezaron ambos a alternarse en la las labores traductoras, flanqueando a la Deneuve. Y mientras disputaban cuales machos alfa ante la gabacha-madurita-que-está-de-muy-buen-ver quién sabía más francés, Catherine Deneuve, que algo entendía y chapurreaba, respondía: "¡Yo no he dicho eso!"

El resto es bien conocido. Un festival que nació como "Cinema del Mediterrani", es decir, para dar salida a las películas de cinematografías olvidadas (países como Egipto, Marruecos, Turquía o la antigua Yugoslavia) en los circuitos de distribución, pasó a ser, en los últimos años, un certamen de cine de acción. Todo ello después de una larga transición en que la Mostra se llenó de ciclos de películas de todos los subgéneros del terror: gore, trash, slash, y otro larguísimo etcétera. Aquí de nuevo volvió a faltar Pepe Sancho, hasta que se anunció que sería embajador del festival en la edición de 2004.

Pero ni así consiguió Barberá que la cinematografía mundial quedase limpia de rojos, porque lo que pasó es que la Mostra quedó, en el ámbito nacional e internacional, como ejemplo de lo que no hay que hacer, como paradigma de lo que hace la derechona chabacana y cutre cuando cae en sus manos un proyecto cultural que no da rendimientos de lucimiento político personal a corto plazo.

Y aquí es donde pasamos de la frustración a la degradación. Pero no nos vamos a explayar en la obvia degradación cultural ejercida por los sucesivos gobiernos municipales de Barberá, sino en algo que define mucho una ciudad como Valencia: el consentimiento y visto bueno oficiado por la oposición política, más allá de la protocolaria rueda de prensa para decir que es una medida que no nos gusta.

Que un festival como la Mostra se cancele y que a todo el mundo le parezca más o menos bien es algo que define muy bien que esta degradación ha cumplido con creces sus objetivos. Se oyeron en su momento más voces cuando cerró un cine privado que tenía unas condiciones infames, con butacas incómodas, un sistema de proyección penoso, peor sonido y una tomadura de pelo constante hacia el espectador (nos referimos a los Albatros ) que en esta ocasión en que casi se dan por buenas las excusas de Barberá para cerrar un festival que ella misma se ha encargado de destruir, un proyecto que la alcaldesa siempre ha visto como un mero escaparate publicitario, que en eso tiene que consistir la cultura: no en la articulación de espacios para el desarrollo de la sociedad, sino un reclamo para el turismo, la especulación urbanística y las fiestas regadas de champagne, corrupción y estupidez. Esas fiestas que no critica Pepe Sancho.

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2 comentarios

Manuel de la Fuente escribió
07/10/2011 19:20

José Miguel: Tiene razón en que Pepe Sancho podría haber hablado desde el conocimiento de causa. Pero eso sería así si propusiera una mejora de la Mostra. Desde el momento en que se alegra por la eliminación del festival se demuestra que no habla desde el conocimiento de causa, sino desde el resentimiento. Por muy embajador que haya sido, por mucha retrospectiva de su obra (no una Palmera de Oro, sino de honor, que no es lo mismo), su pataleta es la propia de aquél que ya no tiene un chollito que sí tuvo antaño. Eso en el texto está señalado. Si considera que falto el respeto en la alusión a "los rojos", sinceramente creo que no ha captado el matiz irónico del texto que refleja no mi pensamiento, sino el que creo que es el pensamiento profundo de la derecha valenciana, muy entregada a fustigar con ese discurso el festival en los años 80. Eso o no me he expresado bien, claro está. Muchas gracias por su comentario. Saludos.

Jose Miguel escribió
07/10/2011 11:12

Le veo poco enterado. En el año 2000, me acuerdo porque yo cumplía 18 años, a Pepe Sancho le dieron la Palmera de Oro de la Mostra....y ha ido muchas veces al Festival, que yo le he visto, Con lo cual, ¿quien mejor que él para opinar sobre algo que ha vivido?. Y por cierto: hable usted con más respeto de los rojos. No somos "rojos", la guerra civil ya pasó, nos se si se ha enterado. No somos rojos, somos socialistas. Relacionar cine y rojos es lo que está haciendo que la gente le dé cada vez mas pereza ver cine español.

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