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La historia de Omar Colorado

ANA MANSERGAS. 29/03/2015

CRÓNICAS DE ÁFRICA

Ana Mansergas

Periodista
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LAMU, KENIA. Omar es de esas personas que la vida te pone delante para aprender. Aprender los valores del sacrificio, esfuerzo, solidaridad, respeto, dignidad, aprender a caer y a levantarse de nuevo. Omar desprende una energía que sin conocerle te llega, una energía con una fuerza y una luz que acompaña con un estilo de vida muy particular, con una personalidad arrolladora y unas rastas que le llegan hasta los pies, y no es un decir.

Omar lleva casi 20 años sin cortarse el pelo. Sus drelos (rastas) forman parte de él y dice que no piensa amputar parte de su cuerpo. Sus rastas cuentan su historia, son parte de su vida. Una vida que cambió cuando pisó por primera vez América en el año 1997, desde entonces no se corta el pelo. Se fue de Lamu buscando una vida mejor y poder ayudar a su familia, una familia modesta y llena de niños por todas partes. Desde entonces le llaman Omar Colorado, porque Colorado fue su primer destino en EEUU.

Después de un año en tierra americana, no pudo aguantar más y regresó a Lamu sin ninguna esperanza de volver a América, pero volvió. La necesidad es lo que tiene. Había sido un año durísimo, le pasaría a cualquier chico de 21 años que haya vivido toda su vida en Lamu, con el Hakuna Matata como filosofía de vida, entre dhows (barcos) y burros, con una libertad total y pocas necesidades que cubrir ni tan siquiera la del calzado porque, no olvidemos que en Lamu la mayoría de personas van descalzas. Este entorno lo cambió por la agresividad que el propio sistema americano impone. El contraste de vida fue tan tremendo y doloroso que le mantuvo en un estado de shock del que no podía salir y del que ahora se ríe.

Han pasado casi 20 años y sigue sin gustarle América pero es el medio de vida que tiene. Es lo que le permite seguir ayudando a su familia, pagar los estudios a 5 de sus 13 hermanos, mantener su humilde casa Swahili, su dhow llamado Manuela y sacar adelante el proyecto que puso en marcha para ayudar a los niños más pobres de su comunidad. El proyecto que me ha cautivado y que os presento a continuación: la escuela Twashukuru Nursery School (palabra Swahili que en español sería algo así como "agradecido"). Un proyecto perfecto para los desencantados del mundo de las oeneges. Uno de esos proyectos que sólo descubres cuando vives tiempo en un lugar. Un proyecto que he tenido la suerte de descubrirlo ahora y poder contaroslo.

Todo empezó hace 7 años cuando Omar volvió a pisar Lamu por primera vez desde que se fuera a América, por fin había solucionado el problema de papeles que determinaba su legalidad o ilegalidad en este país como cualquier inmigrante que se precie. La vida en América le había puesto todas las dificultades habidas y por haber para no poder volver a su casa en todo ese tiempo. Desapareció del mapa. Su familia incluso lo dio por perdido, su padre intentó buscarlo a través de la Embajada de EEUU en Kenya sin éxito alguno. Omar había estado intentando sobrevivir en Oakland, California, donde se fue a vivir después de Colorado, Hawai y Nuevo México. Después de 10 años, pudo volver a casa.

Cuando llegó a Lamu nada había cambiado, todo seguía igual, todo excepto él que se dio cuenta que ya nunca volvería a ser la misma persona que con 21 años dejó la isla. Había madurado, se había responsabilizado y había decidido cambiar de religión, sustituir los rezos musulmanes por el "One Love" rastafari. Una religión que dice se basa en amar y ayudar a los demás con paz, respeto y siendo agradecido, una religión que pródiga a los cuatro vientos con su música y su percusión, porque Omar es músico y vive de ello.

Pero su música va mucho más allá, es algo más que tocar instrumentos, con su música y su actitud pacífica ante la vida lucha contra el racismo y contra las injusticias que le rodean sin caer en la violencia. Omar toca en varios grupos de música africana en América y enseña a los niños americanos música en los colegios porque Omar adora los niños aunque no tenga hijos. Este amor por los niños, su amor por su gente, su responsabilidad y su solidaridad le han hecho montar y mantener esta escuela modesta, sencilla, pequeña pero vital para 23 niños ( sus hijos ) que vienen a estudiar y a comer todos los días cargados con una mochila de dramas familiares y vacía de libros.

Una escuela que es producto del reciclaje. Me explico. Lamu es uno de los lugares más sucios que conozco. Y todo empezó cuando Omar quiso educar a los niños de Lamu sobre la importancia de la limpieza en la playa pues la población de Lamu tiene un problema serio con la limpieza, no han recibido educación al respecto, el gobierno no conciencia a su población y no hay infraestructura creada para paliar tanta suciedad, de hecho no hay ni papeleras. El problema es que hasta hace poco no tenían basura que no fuera orgánica, pero la vida moderna que tardó en llegar a Lamu les trajo soportes de plástico a esta isla que sigue sin saber gestionar, siguen sin saber donde tirarlos y siguen sin saber qué es eso de la contaminación que provoca cuando lo tiran al mar.

Así que Omar empezó a recoger botellas y bolsas de plástico con los niños en la playa de Lamu. En América había descubierto una máquina que montó en Lamu con madera para convertir esos plásticos en cuerdas pues siempre ha apostado por una vida basada en el reciclaje. Así fue cómo poco a poco se fue juntando con botellas y más botellas que almacenaba en su shamba ( terreno a las afueras del pueblo en medio de la nada) y que algún día serviría sabía que las utilizaría para algo.

Mientras ese día llegaba enseñó a un grupo de mujeres a ganarse la vida usando esa máquina de madera con la que hacían cuerdas, las empezaron a vender y empezaron a tener pequeños ingresos para sus hogares. Comenzaron a vivir mejor. La shamba se convirtió en el lugar de trabajo de estas mujeres que, como la mayoría de africanas, se llevaban a sus hijos a trabajar, y fue a partir de ahí fue cuando construyó la escuela para los niños, para que las mujeres pudieran trabajar.

Esas botellas son la base de la escuelita, son sus paredes, son sus cimientos, son su motor, su valor añadido, lo que la hace diferente, especial y única. La construcción de la escuela está hecha de botellas de plástico y de vidrio, botellas que Omar recoge de vecinos y de las tiendas de Lamu y Shela que se las guardan durante meses hasta que las necesita. Ahora las necesita de nuevo pues está construyendo la cocina y el comedor para que los niños coman en condiciones.

Todos los días Omar a las 7:30 de la mañana va a buscar la comida al mercado para llevarla al cocinero y que la tenga a punto para las 12, cuando comen su plato del día. No tienen nevera ni almacén en la escuela y por eso es una rutina diaria. Una rutina que espera acabar cuando termine la construcción ya que podrá almacenar comida y será un paso más para mejorar la calidad de vida de estos niños que podrán comer en mesas y sillas que Omar construye de la madera de los barcos abandonados en la isla. Todos los muebles también son reciclados.

La construcción del comedor es una necesidad extrema ya que en estos entornos tan pobres es importante garantizar tanto la educación como la alimentación de los niños pues no olvidemos que para algunos de ellos es la única comida del día, y si no comen, no rinden, no se pueden concentrar en clase y se duermen. Así es. Una comida que se basa principalmente en legumbres que es lo más barato aunque ahora están trabajando en montar una pequeña granja con vacas y gallinas que ampliará el menú de estos niños.

Estos niños son los pobres de los pobres. Viven a las afueras del pueblo, en medio de la nada. Casi todos pertenecen a las tribus de los Giriama, son granjeros, y los Ormas que viven en condiciones duras, muy duras, son pastores seminómadas que se mueven por Kenya y Etiopía de cuerpos estilizados y hermosos rostros como los niños de la escuela. Sin esta escuelita cerca de sus casas estos niños nunca estudiarían, no tendrían acceso a la educación. Y de sobra sabemos que la única esperanza de futuro de estas comunidades tan empobrecidas pasa por la formación y la educación.

Omar lo tiene claro y por ello asume el mantenimiento de los gastos de la escuela que ascienden a 400 euros al mes para pagar al profesor, la familia que cuida de la escuela, el transporte en burro que necesitan algunos de los niños y el cocinero además de la comida, uniformes, libros, etc. Unos gastos que le quitan muchas noches el sueño pero que al final consigue cubrir todos los meses, por eso no deja de ir a trabajar a América aunque no le guste, para sacar adelante a estos 23 niños que dependen de él.

Está cansado de vivir en uno de los lugares más racistas del mundo y por eso vuelve cada año religiosamente a pisar su isla natal para coger fuerzas y trabajar en su proyecto que lleva de manera muy discreta y que poca gente conoce, la humildad es otra de sus características. Este proyecto es su centro, lo que mantiene su equilibrio, su norte, su misión en esta vida y es su manera de cuidar a su comunidad. De hecho la escuela cuenta con el único pozo de agua que suministra a toda la comunidad. Durante 7 años ha sido gratis y desde este año pagan 5 ksh., o sea 5 céntimos de euro, por garrafa de agua que llenan, dice Omar que así de desperdicia menos agua porque valoran el coste que tiene y de paso con ese dinero se paga algo se comida para los niños.

 

El proyecto va creciendo poco a poco, muy lento pues sólo cuenta con una fuente de financiación, es un proyecto dependiente de Omar y un proyecto que para los eruditos del mundo de la cooperación más teórica no cumpliría los requisitos mínimos. Pero es un proyecto que cuenta con lo más importante, una buena base y una buena identificación. Y eso es mucho. Ahora hay que empezar diversificar sus fuentes de financiación y es ahí donde se abre la oportunidad de colaborar en un proyecto modesto pero ambicioso que se le augura futuro, un proyecto que está empezando a ver sus resultados y un proyecto que despierta la necesidad de colaborar con él nada más lo conoces.

En este proyecto la ayuda es directa al 100%. No hay estructura administrativa y lo lleva sólo personal local, por tanto no hay gastos más allá de los que suponen cubrir las necesidades básicas de los niños. Por no tener no tiene todavía ni página web pero hasta ahora eso no ha sido un problema para recaudar fondos cuando lo necesita, porque Omar funciona con Facebook ( contacto: Omar Islam Ali ) y con la implicación de sus amigos que le ayudan a que el proyecto siga adelante. Es un proyecto que cuenta con una red social importante y que ahora necesita ayuda.

La construcción de la cocina supone más gastos y menos ingresos de dólares americanos. Ahora es la oportunidad de colaborar en él para mejorar la calidad de vida de estos 23 niños. Él seguirá yendo a América para trabajar y poder pagar los gastos cuando termine de construir la cocina. Prioridad absoluta en este momento. Pero hasta entonces pide ayuda y colaboración para quienes puedan y quieran asumir los gastos de estos niños, 400 euros al mes, que se pongan en contacto con él; para que así estos niños puedan seguir yendo a la escuela y comiendo al menos una vez al día.

La escuela el típico proyecto que sólo se descubre cuando empiezas a hacer la inmersión real en una nueva comunidad. Cuando empiezas a entender cómo funciona todo aquí. Cuando un día caminando por la isla te lo encuentras. Cuando alguien del pueblo te habla de él. Después de muchos años conociendo proyectos de todo tipo, no tengo ninguna duda en afirmar que éste es uno de esos proyectos que valen la pena. Uno de estos regalos que te da la vida. Gracias Omar.

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3 comentarios

Eva escribió
04/04/2015 00:11

Que historia tan bonita. Nunca me había parado a pensar en esa primera impresión, en esos duros primeros días.... Meses....

Miguel Esplugues escribió
02/04/2015 19:54

Quisiera decirte que disfrutaba cuando te escuchaba con los dos zanganos de tus compañeros (locos). Hoy te admiro mas como persona. Te escribo desde El Salvador en una pequeñita comunidad rural donde desde hace quince años vengo una o dos veces al año.

Alejandro Manes escribió
29/03/2015 13:13

Gracias ana por tus relatos. A cuidarse y ya nos dirás si podemos colaborar en algo. Un abrazo alejandro.

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