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Costa ‘low cost' Azahar

AITOR TEZANOS. 26/03/2015

CASTELLÓN. Pasen un día en la magnífica Peñíscola, cuya belleza llevó a los responsables de Juego de Tronos a querer convertirla en Desembarco del Rey (no pudo ser). O visiten Morella, siempre incluida en la lista de pueblos más bonitos de España. Aunque el sol y playa por lo que más se conoce a la provincia de Castellón. Una etiqueta incompleta, ya que cuenta, por ejemplo, con una excelente y extensa red de turismo rural.

Pero sí, la mayoría de visitantes -el 80% procedentes del mercado nacional- vienen en busca de buen tiempo. Unos atractivos que en 2014 sedujeron a más de un millón de personas. A falta aún de cifras oficiales de balance, desde el sector se calcula un incremento de un 10% en el número de visitantes respecto al año anterior. Buenas noticias, sin duda.

Claro que hay otra realidad que no se puede obviar: Costa Azahar es, cada vez más, un destino vacacional low cost, pese a sus indudables potencialidades. La crisis, cómo no, ha influido, pero los expertos apuntan a un modelo turístico caduco, anclado en el siglo pasado y demasiado focalizado en la segunda vivienda, como causa fundamental que explica esta circunstancia.

Olvídense de los yates y el champán: el turista de Castellón se lleva el tupper de tortilla de patata a la playa y, después de cenar, se da un paseíto con la familia mientras disfruta de un helado «a la fresca». Una generalización, claro, y por lo tanto injusta; pero los datos son testarudos, y dicen que la provincia está muy lejos de competir en la primera división del turismo nacional. Veamos por qué.

LADRILLO SIN MODELO

El tirón de orejas más significativo vino desde el Gobierno, mediante el informe anual de 2012 sobre el mercado laboral elaborado desde el Observatorio de las Ocupaciones del Ministerio de Trabajo. En él se responsabiliza a una excesiva apuesta inmobiliaria, «sustentada en bases poco realistas», del discreto comportamiento del sector en Castellón en los últimos años.

Para comprender esta dinámica, el documento se remonta a los «años de bonanza», cuando se primó más el ladrillo que el desarrollo de una oferta renovada, creando proyectos inmobiliarios que estaban ligados a «supuestos atractivos turísticos como Mundo Ilusión o los campos de golf», que a día de hoy no existen. Esto ha supuesto «una falta de modernización total del sector». Traducción: que en un mercado cada vez más competitivo y globalizado, Castellón sigue ofreciendo turismo de Verano azul y fotos de platos combinados en los bares.

Coinciden en este diagnóstico desde la patronal hotelera Exceltur, y lo respaldan con cifras. Especialmente maltratada sale de sus informes Benicàssim, un destino antaño sinónimo de glamour y ahora caracterizado por «la madurez de sus instalaciones turísticas, congestión urbanística y posicionamiento en segmentos de demanda masivo de menor capacidad de gasto».

Así, mientras que el ingreso medio por habitación hotelera disponible (RevPAR) en los 53 principales destinos vacacionales de España durante el año 2013 fue de 54,1 euros, en Benicàssim fue de 37,1 -no mucho peor que Peñíscola, con 37,9-. En el mismo estudio, Exceltur recuerda que los destinos vacacionales que no alcanzan ingresos medios por encima de 40 euros no tienen garantizada «su rentabilidad a medio plazo». Problemas, pues, para la localidad que acoge el FIB, que cada verano se llena pero a costa de bajar cada vez más los precios.

Más deprimentes incluso fueron las conclusiones a las que llegó la Universidad del Algarve en su estudio Competivtur, que durante el periodo 2007-2010 analizó la competitividad turística de las 12 provincias españolas con salida al Mediterráneo. Pues bien, Castellón marcaba, con muchísima diferencia, los niveles más bajos en parámetros como la especialización turística, la diversidad de mercado, el gasto medio diario o la sostenibilidad de la oferta. El informe establecía una escala del uno al siete y la Costa Azahar obtenía un pobrísimo 2,02 que contrasta con el 6,1 de Baleares o el 5,3 de Barcelona. Alicante era sexta con un 4,10 y Valencia octava con un 3,38.

¿Por qué una provincia que es la segunda más montañosa de España, que tiene 32 playas galardonadas con la bandera azul (más que Valencia) y que cuenta con siete parques naturales se vende tan mal? «En primer lugar hay que partir de una base: Castellón empezó muy tarde a ofrecerse como destino turístico. Cuando Alicante dio los primeros pasos para potenciar este sector, aquí se apostó por la industria, especialmente el azulejo. Estábamos en pañales», explica Carlos Escorihuela, presidente de Ashotur, la patronal turística castellonense. La consideración del turismo como industria no comenzó, pues, hasta la década de los 70, «y hasta hace únicamente 15 años no existía una planta hotelera poderosa».

Diego López Olivares, catedrático de Turismo de la UJI, apunta también a la apuesta por proyectos «que han fracasado o que, directamente, no eran sostenibles» como un factor de peso. «Cuando no había crisis, teníamos un paro del 8% y vivíamos muy bien de la industria, el azulejo y la agricultura. Al desmoronarse todo eso, nos dimos cuenta de que al sector turístico no lo habíamos cuidado adecuadamente; por eso ahora está en una situación tan débil», explica.

En lo que todos coinciden, expertos, patronal y administración, es en otorgar al aeropuerto un papel decisivo y decisorio. Su inexistencia ha provocado el estancamiento del sector; su puesta en marcha traerá oleadas de visitantes. «Con el aeropuerto vamos a ser capaces de remontar esta situación y renovar el sector. Antes nos llegaban turistas por arriba, en Reus, y por abajo, en Valencia, y no pasaban por aquí. Ahora lo harán, estoy seguro», explica Escorihuela. Coincide en esta optimista previsión López Olivares: «Lavalin (empresa gestora del aeropuerto) es una empresa seria y no creo que se haya tirado a una piscina sin agua. Tendrá sus objetivos claros».

Y es que -haciendo de abogado del diablo- hay algo de lo que se ha hablado poco dentro de toda la polémica que ha rodeado a la infraestructura: Castellón era la única provincia de toda la costa mediterránea española que no tenía aeropuerto, algo que visto desde la perspectiva actual no tiene ninguna importancia, pero que en el contexto del «todo vale» vivido en este país hace unos años, era al menos una reivindicación legítima. Por favor, que se han construido pistas de esquí en seco, estaciones de AVE para cinco personas y Ciudades para todos los gustos (de la Cultura, de la Luz, ¡del Circo!...).

«Sin duda, la administración debe vender la marca Castellón en el exterior, ponerla en el mapa. Y hay que diversificar: interior, cultura, deporte, ecoturismo. Con las tendencias actuales de la demanda, el sol y la playa no son suficientes», resume el catedrático. «¡Ah!, y la llegada del AVE será muy importante», apuntilla. ¿El AVE? Otro culebrón a la vista...

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