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25 años de 'Pretty Woman': El día que oscurecieron las canas de Richard Gere en el póster

C. A.. 16/03/2015 Madonna rechazó el papel protagonista y otras curiosidades de un inexplicable e invencible éxito comercial que aún perdura

VALENCIA. Fue el 23 de marzo de 1990. Hace ahora 25 años llegaba a los cines norteamericanos Pretty Woman, una comedia romántica protagonizada por la joven Julia Roberts y el ya veterano Richard Gere. La dirigía un artesano Garry Marshall, con cierto prestigio en el mundo de la televisión. Cinco lustros después, es un referente de la comedia romántica made in USA.

En la actualidad se está preparando un musical para Broadway a partir de la película, según adelantó Hollywood Reporter, pero a diferencia de hace una década, no se ha anunciado ninguna edición especial en DVD, ni circulan rumores sobre un posible reestreno. Ni falta que hace. Convertida en un ‘taquillazo' instantáneo, Pretty Woman fue un éxito global que trascendió la órbita americana. El 61,5% de los 463 millones de dólares que recaudó los logró en el mercado internacional y es uno de los 100 mayores éxitos de toda la historia del cine estadounidense en el extranjero. Ejemplo canónico de las virtudes y defectos del cine hollywoodiense, ingenua, emotiva, romántica, hipócrita, falaz, infantil, simple, Pretty Woman ha sido puesta en solfa tanto por su visión farisea de la prostitución y su machismo recalcitrante, como por su ingeniosa estructura narrativa, que ha hecho que aún hoy se la referencie.

Su gestación misma es un ejemplo de cómo funciona la industria americana. El primer guión era bastante más duro y realista que el que finalmente se vio en pantalla. Inicialmente intentaba ser un sórdido e irónico retrato sobre la prostitución en Los Ángeles de finales de los años ochenta, con el personaje de Roberts enganchado al crack y el de Gere regresando con su novia. Tanto la productora Laura Ziskin como el ejecutivo Jeffrey Katzenberg decidieron transformarla en un cuento, teniendo como modelo Pigmalion, la obra de George Bernard Shaw que inspiraría My Fair Lady, y como filosofía el optimismo irredento de Frank Capra, el autor de ¡Qué bello es vivir!.

En sus memorias Wake Me When It's Funny: How to Break Into Show Business and Stay, Marshall relata como se reunió con Katzenberg y éste le dijo que Pretty Woman no era el estilo de película de Disney y se le había contratado para ‘reconducirla'. "Si Mona Lisa [el drama de 1986 sobre la prostitución protagonizado por Bob Hoskins, Michael Caine y Cathy Tyson, y dirigido por Neil Jordan] era un dos y My Fair Lady y Cenicienta eran sendos dieces, Disney me quería para que consiguiéramos que Pretty Woman fuera un ocho. Les dije que podría conseguir un seis o un siete, y que podría hacerlo con risas", escribe el cineasta.

Tras una primera intentona de Marshall, Lawton, el guionista original, fue despedido y otro escritor, Stephen Metcalfe, fue contratado para hacer un nuevo borrador del guión. Tampoco convenció Robert Garland, quien realizó la quinta reescritura y fue Barbara Benedek la que escribió la sexta y definitiva. Ella, la única mujer del equipo, fue la única capaz de reconvertir el personaje de Gere, el más negativo del guión original, en uno más atractivo para el espectador. Tomando detalles prestados de Donald Trump, Benedek transformó al ejecutivo agresivo, egoísta y malcarado en un príncipe azul.

Pero si la redacción del guión fue ardua, la de la elección de los protagonistas ha pasado a la historia del cine reciente como una de las más rocambolescas, a la altura de la selección de la actriz para Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó (1939, Victor Fleming). Para el personaje que acabó encarnando Gere se barajaron actores tan dispares como Christopher Reeve, Daniel Day-Lewis o Denzel Washington. Incluso Al Pacino, con el que trabajaría Marshall en su siguiente film, Frankie & Johnny, sopesó interpretar el personaje principal, si bien finalmente lo rechazó por cuestiones de agenda, según Marshall.

Si la elección del protagonista masculino fue tortuosa, al lado de la del femenino resultó un paseo en barca. La serie de carambolas que hicieron que la designada fuese Julia Roberts habla mucho de cuánto de azar hay en buena parte de los grandes éxitos del cine estadounidense. Las primeras elecciones fueron Mary Steenburgen y Karen Allen (En busca del arca perdida); tras ellas, la estrella juvenil Molly Ringwald, quien renunció porque no quería interpretar a una prostituta. A Jennifer Connelly y Winona Ryder, se las rechazó por jóvenes y a Valeria Golino por su acento. Meg Ryan, Michelle Pfeiffer, Daryl Hannah adujeron reparos con el guión y Jennifer Jason Leigh decidió no hacer la película por considerarla "sexista", dando así quizás la más certera descripción del largometraje.

Garry Marshall en sus memorias recuerda que, tras hablarlo con Katzenberg, incluso se encontró con Madonna en un restaurante francés para ofrecerle el papel. La cantante, que aún aspiraba a tener una carrera cinematográfica, declinó la oferta pero le dio una clave al director que resultaría fundamental. "Me sugirió que buscase otras actrices porque presentía que el papel debería ser interpretado por alguien menor de 21 años". Fue el productor Steve Reuther quien le propuso entonces a una actriz de 21 años, la semidesconocida Julia Roberts, hermana del también actor Eric Roberts, que había logrado cierta notoriedad y una candidatura al Oscar a actriz secundaria por Magnolias de acero (1989, Herbert Ross).

Cuando le presentaron el proyecto a Roberts, también tuvo sus dudas. Tanto el contenido de los primeros guiones como el hecho de interpretar a una prostituta le incomodaban, ya que procedía de una familia muy conservadora. Años después confesaría en una entrevista que cuando su madre, que había sido secretaria en la archidiócesis católica de Atlanta, le llamó para preguntarle qué papel iba a interpretar, ella desvió la conversación y simplemente le dijo que era una película de Disney.

El rodaje comenzó a finales de junio de 1989 y fue plácido. Durante el mismo se siguieron suavizando situaciones del guión. Una obsesión, la dulcificar la historia que llegó hasta la sala de montaje, donde se retiraron las escenas más agresivas. Por ejemplo, la secuencia en la que Roberts y Gere se conocen y se van de la calle con el coche a toda velocidad, lo hacen amenazados por un grupo de macarras de chiste. También se dignificó el papel de Roberts, que se la presentaba aún como más basta y grosera, o se retiró una secuencia en la que Gere llamaba a su chófer para que amenazara a los macarras con su pistola.

Incluso Richard Gere aportó algunas improvisaciones. En la famosa secuencia tras ver La Traviata, en la que Roberts aseguraba a una anciana millonaria haberse "meado en las bragas" de placer, el guión incluía una frase en la que Gere se distanciaba del personaje de Roberts ante la millonaria y decía que no la conocía. El actor sugirió un cambio rimado, que en el doblaje español fue resuelto con la morcilla: "Dice que la música de La Traviata la embriaga".

Roberts se reveló pronto como el hallazgo del largometraje. La actriz, según el testimonio del director, "era joven pero sin miedo, y obviamente se salía de la pantalla. Verla crecer ha sido uno de mis placeres". Obsesionada con su figura, llegó a pasarse días sin comer. Durante el rodaje un día se desvaneció y Richard Gere y Marshall le preguntaron qué era lo último que había comido. "Una manzana, ayer", fue la respuesta.

Desde su estreno, las pocas alabanzas a la película que vertió la prensa especializada recayeron por completo sobre la actriz, que fue loada como la estrella del futuro. En la crítica que publicó en 1990 Casimiro Torreiro señalaba: "En todo caso, el mérito es de la actriz que encarna a esta Vivian feliz, una espléndida, sensual, expresiva Julia Roberts. Ella, y sólo ella, aguanta sobre sus robustos hombros un edificio que casi siempre está a punto de venirse abajo. No es poco el mérito". Más explícito fue Enrique Rodríguez Marchante de quien dijo que era "una mujer original, casi casi lo nunca visto y, desde luego, algo que nos quedaba por ver".

Los elogios llegaban de todas partes. Billy Wilder llegaría a compararla con Audrey Hepburn "y la otra Hepburn, Katherine", en su libro de entrevistas con Cameron Crowe. "Hoy tiene lo mismo [algo nuevo] Julia Roberts. Es muy buena, muy divertida... Me gustó inmediatamente en Pretty Woman", decía el autor de películas como El apartamento. Nominada al Oscar, un premio que se le resistió hasta que rodó Erin Brockovich, ganó finalmente el Globo de Oro a mejor actriz de comedia.

Pero no todo fueron parabienes. Muchas feministas alzaron su voz contra el largometraje por ensalzar la prostitución, una idea que han repetido hasta la fecha diferentes intelectuales como la cineasta y escritora australiana Julia Leigh. Su retrato edulcorado, su distribución de roles, su exacerbación del patriarcado (todos los personajes con poder en la película son hombres, hasta el gerente de la tienda de ropa) así como su visión infantil de las relaciones de pareja han hecho que tenga tantos detractores como fans.

Ninguna crítica, por justificada y merecida, ha impedido que la película se haya incrustado en el imaginario colectivo, con ejemplos tan evidentes como sus continuados éxitos de audiencia siempre que se ha emitido por televisión en España. Según un estudio realizado por la consultora Barlovento Comunicación antes de su última emisión, Pretty Woman se había programado en la televisión española más de 157 veces, 20 de ellas en abierto. Su primera emisión fue en TVE en 1994; es decir, se ha emitido una vez al año en abierto. La primera emisión logró 9,2 millones de espectadores y una cuota de pantalla del 55,6%. En la última casi logra dos millones de espectadores. Dos de cada tres españoles ha visto alguna vez al menos un minuto de la película por televisión.

Convertida en un referente cinematográfico, su éxito es un triunfo de los estrategas del marketing, tal y como admitía el propio Marshall en sus memorias, a quien les daba todo el crédito de lo sucedido. "Nunca olvidaré el momento en el que me enseñaron el poster de la película en una habitación llena de gente de Disney y cómo me sorprendió que un ejecutivo de marketing se levantara de su asiento y se dirigiera al póster con un rotulador. Entonces coloreó el pelo de Richard Gere de negro. Todo el mundo se mostró de acuerdo menos yo. Yo era el único en la habitación con pelo gris".

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