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OPINIÓN - 8 DE MARZO DÍA DE LA MUJER

La igualdad tiene un precio

REGINA LAGUNA . 08/03/2015

DE PALABRA

Regina Laguna

Abogada y periodista
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VALENCIA. Parafraseando el título de la película La muerte tenía un precio, el “spaghetti western” de Sergio Leone con Clint Eastwood y música de Enio Morricone, la igualdad de las mujeres -en plural porque somos muchas, somos legión-, tenía un precio, un precio tan alto que se está pagando con la vida. Sólo en España, en 2014 se contabilizaron 73 mujeres muertas víctimas de la violencia machista.

El resto son supervivientes, porque sólo cuando desaparezcan los maltratadores, desaparecerán las mujeres maltratadas. Con estas palabras nos sorprendíamos en el seno del Parlamento Europeo el grupo de mujeres feministas comprometidas con la causa, que viajamos a Bruselas esta semana invitadas por el eurodiputado de Compromís, Jordi Sebastià, y quien desde su tribuna anunció que "no soplan buenos vientos para las políticas de igualdad de género”.

Reivindicando el apellido de la madre, Reis Gallego Perales, Inmaculada Gimeno Mengual, Daría Terrádez Salom, María José Spuch Svoboda, Ana Belén Sánchez Serrano, Cándida Barroso Chuliá, y Lluna Arias i Cortina participaron en este debate desde la política, el sindicalismo y la sociedad civil, para que ésta sea más igual, con la palabra feminismo por bandera.

Durante el seminario La lucha por la igualdad de género y contra la violencia de género: Perspectivas Europeas 2015, organizado por los grupos europarlamentarios The Greens/EFA, ICV y Pimavera Europea, se siguió hablando en términos economicistas: los recortes han llegado al 32% en las políticas de igualdad. Efectivamente, la igualdad tiene un precio, y hay que ponerlo en los presupuestos. Pero se fue más allá, al considerar la desigualdad laboral como violencia de género. Y el ejemplo no sólo se da en las clases trabajadoras.

Hace dos días el Consejo General del Poder Judicial, el órgano que imparte justicia entre los jueces, acaba de nombrar presidente del Tribunal Superior de Justicia de Murcia a un juez, un hombre que estaba mil (¡1.000!) puestos en el escalafón por debajo de su inmediata competidora, una mujer.

Vamos a ponerle nombre y apellidos: Pilar Alonso Saura, jueza, discriminada por ser mujer. Siempre hay que ir más allá. Y, por fin, estamos centrando la cuestión en el dinero. Porque dicen que no da la felicidad, pero sí da la libertad, la independencia económica, la posibilidad de elegir, de decidir… Una mujer con dinero es libre. Y aquí es donde los hombres, los que siguen decidiendo en los gobiernos y en los Consejos de Administración, nos están poniendo el freno.

Durante la última semana hemos leído y oído que las desigualdades de salarios entre mujeres y hombres siguen aumentando, incluso o más si se puede cuando se alcanzan puestos de responsabilidad. Da lo mismo lo preparada que esté una mujer, los másteres o la experiencia que tenga, lo fiel que haya sido a su empresa, un hombre siempre tendrá un plus. El plus del pádel del fin de semana, el plus de la cervecita en el bar…

El plus de “los barriguitas”, frase célebre de mi querida Mónica Oltra que me apunto por la sabiduría que encierra. No, el famoso techo de cristal que no deja subir a las mujeres en el escalafón laboral de los puestos directivos no es de cristal, es de plomo y nos cae encima, soportamos su peso, como el de la responsabilidad del hogar, la familia, los prejuicios sexistas, las tiranías de la belleza que impone un cuerpo de mujer adolescente, casi púber.

Por eso las chicas de FEMEN muestran sus pechos sin pudor, aunque no se adapten al 60-90-60, a las medidas de mujeres de pasarela. Porque precisamente los pechos son lo que nos diferencian visualmente de un hombre, el derecho a reivindicar nuestro cuerpo y a mostrarlo tal cual es. Y por eso hay que ir más allá.

Claro que hay que ir más allá. ¿Y por qué no considerar el velo como violencia de género? La otra tiranía, o la misma pero vestida de otra forma. La que obliga a las mujeres musulmanas a cubrir su cabeza, su cara, su cuerpo. La que las obliga a ir desapareciendo poquito a poco, a perder su identidad y, con ella, su esencia de seres humanos y su libertad. Mi arriesgada y yo diría valiente propuesta para la Unión Europea: que legisle el velo como violencia de género.

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