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Guerra del pasivo: entre el suicidio y la competencia desleal

POR CARLOS DÍAZ GÜELL (*). 03/11/2010 "La reforma del sistema financiero español no se termina por decreto con la fusión de un determinado grupo de cajas de ahorro ni cuando vence la fecha señalada por el Banco de España o la Comisión Europea para conceder ayudas a las mismas por parte del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB)..."

MADRID. El sistema financiero español se halla inmerso en pleno proceso de reforma como resultado de una guerra -la del pasivo- de consecuencias imprevisibles y que está llevando al sector financiero a que en el negocio bancario al por menor, el coste de financiación sea superior al rendimiento de los créditos. Aunque todos los analistas coinciden en mostrar su preocupación por este proceso y unos y otros esperen las próximas cifras del Banco de España sobre la evolución de los depósitos a plazo y a la vista, y el coste de los mismos, la realidad es que las inyecciones extraordinarias del BCE se están agotando y bancos y cajas buscan dinero donde pueden.

Aunque las fórmulas son diversas, la mayoría de ellas solo están al alcance de unas pocas entidades, unos y otros se han impuesto la meta de ganar cuota de mercado mediante la captación de depósitos remunerados de forma desaforada, aunque ello suponga generar pérdidas que habrá que neutralizar por otras vías.

Un banquero explicaba recientemente ante sus accionistas el disparate de la denominada guerra del pasivo: "Si das un depósito al 3,5%, y en el interbancario lo prestan al 0,7% -los tipos de interés del BCE están al 1%-, se pierde dinero, así que las entidades tendrán que recuperarlo por otro lado, como mediante el encareciendo del crédito. Así no despega una economía".

Mientras se discute si la normalidad ha vuelto o no a los mercados de capitales y si se reduce en mayor o menor medida la apelación del sistema financiero español al BCE, la realidad es que las tensiones han provocado una encarnizada lucha por la captación de recursos de clientes minoristas y han fomentado prácticas calificadas de "suicidas" en términos de rentabilidad y más allá de la lógica competencia. Prácticas que, lejos de extinguirse, se han avivado en lo que va de 2010.

La locura llegó al paroxismo cuando una caja de ahorro como Catalunya Caixa lanzó un depósito al 4,75% sin exigir ninguna vinculación. La iniciativa de la caja catalana -resultante de la fusión entre Caixa Catalunya, Tarragona y Manresa- levanta ampollas en el sector financiero, ya que se trata de un producto comercializado por una entidad que ha recibido a crédito dinero público y que, por tanto, no compite en igualdad de condiciones con otras firmas.

Además, Caixa Catalunya fue una de las cinco entidades españolas que suspendieron los test de estrés planteados por el Comité de Supervisores Europeos y al igual que las otras cuatro entidades que no superaron estas pruebas, el suspenso les está pesando en el coste que asumen por su financiación en el marco de un mercado de capitales muy cerrado y además les resulta imposible emitir deuda, aun pagando diferenciales muy elevados. Pese a todo, necesitan captar recursos para su operativa crediticia habitual y para atender sus vencimientos de deuda.

Con los tipos de interés oficiales al 1%, pagar unos tipos del 4,75% por el ahorro puede calificarse una locura. Más aún si este tipo se está pagando con dinero público. Y no se puede obviar que el FROB ha inyectado fondos por 10.189 millones para proyectos de integración de cajas, dinero que las entidades tienen que devolver en el plazo de cinco años a un tipo de interés del 7,75%. ¡Hagan cuentas! En el entorno del FROB, existe la preocupación por el hecho de que algunas cajas difícilmente podrán devolver los fondos recibidos si entran de lleno en un proceso comercial muy combativo, que va a lastrar su rentabilidad futura.

Las entidades beneficiarias del FROB adquirieron el compromiso de no utilizar las ayudas para fines comerciales o publicitarios, ni a llevar a cabo políticas comerciales agresivas y un 4,75% puede considerarse un tipo de interés altamente agresivo. El Banco de España, en cualquier caso, es quien debe juzgar la legitimidad o no de este producto y de esta conducta y actuar en consecuencia.

Para muchos analistas, la situación actual con fuerte aversión al riesgo, es ideal para aquellos ciudadanos o entidades que tienen como objetivo rentabilizar al máximo su patrimonio líquido; aunque para la economía en general, este tipo de depósitos desincentivan claramente la realización de inversiones productivas. Para otros expertos, una segunda vertiente del asunto la constituyeel hecho de que esta anomalía sea realmente un síntoma de graves desajustes del sistema financiero español, que todavía podrían estar por aflorar. Se trataría de enmascarar una situación financiera insostenible, aplazando en el tiempo, el derrumbe de algunas entidades y su consiguiente intervención.

La presión del pasivo y la dinámica que está suponiendo para el sector financiero español, al ser el principal responsable del estrechamiento de los márgenes de negocio, a la vez que la constatación de que la reforma del sistema financiero se ha quedado corta, hace pensar que el sector se enfrenta inexorablemente a nuevos capítulos de esta reforma en un periodo de tiempo no especialmente amplio. Parece evidente que la guerra del pasivo va a acelerar la reestructuración bancaria. Financiarse al 4% implica que el coste del pasivo es superior a la rentabilidad del activo y ese tirón lo pueden aguantar algunos bancos y cajas potentes, pero es un suicidio para otras muchas entidades.

En el negocio de banca al por mayor, las entidades españolas tienen que competir en peores condiciones que las europeas, ya que el coste de financiación de los grandes bancos españoles es mayor que el que tienen que pagar los alemanes o franceses, por ejemplo, aunque estos tengan peor rating y por ello significadas figuras de la banca española han puesto de relieve los efectos "perversos" que las ayudas públicas generan en la competencia bancaria en el ámbito del mercado europeo.

La dinámica resulta efectivamente perversa y se supone que alguien tendrá que detenerla en algún momento. Como se ha indicado en distintos foros, los depósitos del sistema financiero español no financian el total de la inversión crediticia concedida, estando esa diferencia financiada en el exterior. La morosidad, por su parte, está provocando un doble efecto por el incumplimiento de pago de los clientes que impide atender los reembolsos y la creación una menor predisposición de los operadores internacionales a renovar los créditos concedidos. Tratar de captar depósitos en el mercado español para atender estos vencimientos no soluciona el problema y, por el contrario, lo agrava, ya que:

·Algunas entidades podrán arreglar sus problemas captando depósitos de otras entidades que, seguramente, tendrán que atender sus obligaciones más adelante. Se trata simplemente de mover la liquidez de unas entidades a otras, pero a medio plazo la presión total será imposible de atender y la confianza y estabilidad del sistema se resentiría.

·La competencia por precio no hace crecer el volumen de depósitos, simplemente la encarece. La renta de intereses irá a parar a manos de los particulares (menos un 18% que se queda el Estado) y no es renta que vaya a estimular el consumo. Esto limita la capacidad de reactivación de la demanda agregada.

·Agrava los problemas de las entidades, que pagan unos intereses que de otra forma permitirían sanear los balances. En definitiva, los problemas para muchas entidades serán mayores y para el conjunto del sistema financiero el asunto no se arregla, afectando todo ello negativamente al sector real de la economía, a la actividad económica y al empleo.

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Carlos Díaz Güell es director de la revista Tendencias de Economía

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