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La vuelta a Zanzíbar en un dhow

ANA MANSERGAS. 22/02/2015

CRÓNICAS DE ÁFRICA

Ana Mansergas

Periodista
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LAMU, KENIA. El dhow es el típico barco de madera a vela habitual en las costas de Kenya, Tanzania, Mozambique... Su origen es árabe y esta asociado al Islam, porque fue el instrumento que les permitió propagar su fe por el Océano Índico. Además se utilizó como transporte de carga para los esclavos y minerales.

Hoy sigue teniendo ese uso de carga pero sobre todo se utiliza para deleitar a los turistas. Una auténtica maravilla poder navegar en este tipo de barcos, uno de los placeres de viajar, y además con una tripulación como la que me ha tocado. Llevo varios días viajando con ellos por Zanzibar, recorriendo la isla y conviviendo con ellos, y es una de las mejores experiencias que recomiendo como viajera.

Una tripulación formada por cuatro marineros que realizan un trabajo duro y lindo al mismo tiempo y que no reconoces hasta que no vives el día a día con ellos. Un trabajo en equipo donde todos están sincronizados para controlar la vela, auténtico motor de estos barcos en medio del mar, auténtico motor de sus vidas.

Un dhow parecido al 'Windsor'

 

YES RASTA

Cuando la madre de Omar se pone a llorar la muerte de tres de sus 12 hijos, Omar le dice: "That's Live" ( " Así es la vida"). Omar no sabe exactamente a qué edad murieron sus hermanos ni qué les pasó y no porque no lo viviera, pues fue recientemente, sino porque sencillamente no sabe cuántos años tiene cada uno de sus hermanos. Sólo sabe que murieron cuando eran pequeños. Cuando piensa demasiado en sus hermanos fallecidos se pone a hacer otras cosas y así no se pone triste. ¿Es resignación ante la muerte o aceptación? Todavía no lo sé. Pero me da la impresión que la muerte está más aceptada que en nuestra cultura, se convive más con ella. Es algo inevitable.

Los padres de Omar vendieron su casa familiar para poder pagar la operación de una de sus hijas en India. No es extraño que los africanos se vayan allí a operarse.Omar, 'YesRasta' La operación salió bien, pero de vuelta en África la niña murió. Desde entonces viven alquilados en una casa mucho más modesta que la anterior y con una pena con la que conviven desde entonces.

Omar sólo quiere trabajar en el mar y vivir en el dhow. Prefiere el barco que una casa. Es a lo que está acostumbrado desde muy pequeño cuando ya acompañaba a su padre pescador a trabajar mientras su madre se quedaba al cuidado del hogar y vendiendo algo de comida para los vecinos del barrio que cocinaba en casa. Poco a poco Omar se metió a trabajar en barcos, con los Dhows, como parte de la tripulación y así es feliz.

Omar es el ayudante de la tripulación. Educado, dispuesto, trabajador, amable, cuidadoso y limpio, Omar no para de trabajar en el barco en todo el día, entre otras cosas porque aunque está de ayudante de la tripulación sabe hacer de todo, cocina, limpia, amarra... A Omar sus amigos le llaman YesRasta. Yo todavía no he entendido la explicación de este diminutivo que me da con esa sonrisa casi perfecta que nunca se le borra de la cara. Su alegría y su entrega total al trabajo son las cualidades que ensalza el dueño del barco que le ha contratado y con el que esta trabajando ahora en aguas tanzanas.

BOYA
Es el dueño del barco. Un barco que acaba de llegar a Zanzíbar con la esperanza de conseguir trabajo. Se trata de un dhow que compró en Mozambique Boyahace un par de años con los ahorros que tenía tras haber trabajado de marinero por Europa en un barco grande de un rico alemán. El barco se llama Wisdom, que significa sabiduría o sentido común.

Boya tiene tres hijos, una de cinco, otra de tres y una de 8 meses y una mujer que le espera en Lamu, en la casa, pero él necesita vivir en el dhow y combina noches en la casa con noches a la intemperie, bajo la luz de las estrellas y con la brisa marina. Ha dejado a la familia en Kenya porque allí no hay trabajo y ha organizado una tripulación para venir desde Lamu a Zanzíbar en barco. Nueve días han tardado gracias al viento cascasi que soplaba a su favor.

Está contento porque el viaje les ha salido bien, lo tenía todo más que preparado pero uno nunca sabe cómo va a reaccionar el mar y ha salido todo a pedir de boca. Después de tantos días conviviendo son ya como una familia. Además, aquí en África las relaciones de amistad son muy familiares. A veces me confundo y no sé sí son primos, hermanos o sólo amigos. Han venido a trabajar y probar suerte en una isla con mas turismo pues ellos vivian de los turistas en Lamu. Pero Lamu, como dijo una colega periodista, "no tiene quién le escriba" tras los últimos atentados terroristas y está obligando a sus habitantes a buscarse la vida en otros lugares, sobre todo los que viven del turismo.

Los viajes que ellos organizan son de ensueño, muy familiares, al estilo local. Navegar en esos barcos tan tradicionales, por paisajes estupendos y comer comida típica swajili con ellos en el mismo barco es aún de las experiencias que sí vienes a Kenya o Zanzíbar no puedes perder. Son experiencias que hacen los días de viaje únicos, sobre todo por el ambiente que se crea navegando con los chicos de la tripulación, el buen rollo que crean y la música improvisada que ambienta los atardeceres en el mar. Un lujo para cualquier turista al alcance de muchos pues se mueven en precios asequibles. Eso sí, la oportunidad de navegar por todo Zanzíbar en el dhow a precio local sólo te sale cuando vives aquí un tiempo y empiezas a tejer la red de contactos.

De repente un día tienes la suerte de conocer a Omar, el capitán.

OMAR
A Omar le conocí en Lamu. Él es de los chicos de Shela, el pueblito que hay justo al lado de Lamu conquistado por europeos con cierto nivel adquisitivo que se retiran a pasar largas temporadas a esta isla tan particular. En Shela, Omar trabaja sacando a navegar a los turistas pero ahora no hay turistas, no hay trabajo y se ha embarcado en esta aventura de buscarse la vida en Zanzíbar. Él es el capitán del barco, lo tiene todo controlado y una capacidad de gestión brutal.

Lleva muchos años navegando e inspira una confianza y una seguridad que sólo la experiencia da a sus casi 40 años,Omar, el capitán y es que lleva navegando desde que tenía 15, cuando otro capitán le enseñó el oficio trabajando, un oficio cuyos conocimientos se pasan de unos a otros. Tiene algo que le hace diferente del resto, quizá es que ha viajado fuera de África y no le deslumbra el turismo ni el dinero que ello conlleva, ni la ilusión de una vida mejor fuera de África. De hecho, me dice que sólo podría vivir lejos de África sí viviera en un barco.

No ambiciona vivir fuera, sólo quiere poder vivir de su trabajo. Tiene dos hijos, de madre diferentes, una holandesa que vive en Holanda y una italiana que vive en Kilifi, una de las mejores playas de Kenya. Tiene una madurez que le hace ser el centro de la tripulación y controlar que todo este en orden. Y lo consigue. Una madurez que contrasta con la inmadurez aparente de Wusuf.

WUSUF
Wusuf es el cocinero de la tripulación aunque podría ser capitán también porque tiene su propio barco en Shela, heredado de su padre, pero prefiere no ejercer de capitán, mucha responsabilidad para él. Entre sus habilidades culinarias y sus habilidades sociales se convierte en el centro de atención allá donde vamos. Wusuf, el cocineroAdemás tiene unos dotes artísticos que sólo él sabe explotar. Canta, baila, toca los bongos... Un auténtico espectáculo.

Cocinar en el barco con la infraestructura tan ajustada es un auténtico trabajo de ingeniería. Con una bombona de gas y dos pucheros, sin nevera y sin más luz que un frontal por las noches, Wusuf nos prepara una comida swajili deliciosa con ugali, a base de maíz y pescado del día relleno de especias (que les encanta) y salsa. Wusuf no quiere vivir lejos de su costa, quiere estar cerca de Kenya, tal vez quizá por sus dos hijos con su mujer swajili, unas ataduras que se le van cuando se le cruza su novia europea por delante o se ve sólo ante tanta turista.

Ellos son la tripulación básica del barco aunque siempre hay algún añadido más como es el caso de Alo, de Muja, o de Hassan, conocido como Buqui.

HASSAN
La vida de Hassan es diferente al resto. Es de las familias de Zanzíbar de toda la vida, unas raíces que lleva a gala y que dice que marcan la diferencia entre quienes son originarios de Zanzíbar y quienes viven en Zanzíbar. Para Hassan no es lo mismo. Como también destaca en varias ocasiones, aunque Zanzíbar fuera el centro neurálgico de la compra y venta de esclavos, los originarios de Zanzíbar nunca fueron esclavos de nadie, un orgullo para él.

Recuerda a su bisabuelo, sus antepasados, sus tíos y sus padres que se dedicaban a comerciar con oro y minerales. Ya entonces tenían dinero, pero este negocio provocó muchas muertes en la familia por estar tan cerca del poder. Una familia que aunque ahora no tienen tanto, no viven nada mal. Hassan pertenece a la clase alta de Zanzíbar. Su familia vive a caballo entre Zanzíbar y Londres, donde tienen varios negocios y donde él estudió desde los 11 años a los 25, cuando se volvió a Zanzíbar a montar su propio negocio.

Tampoco se le olvida que vino sin nada -y sin el apoyo económico de su familia- para montar su centro de kite surf que ahora va como el viento, nunca mejor dicho, y que le permite vivir por encima de la media. Pero sus años fuera de Zanzíbar le ha hecho no sentirse africano cuando está ente africanos ni europeo cuando está entre europeos. Se siente extraño allá donde esté y eso le ha hecho desarrollar una tercera cultura que cabalga entre la africana y la europea.

Todos ellos tienen el mismo aspecto. Un aspecto que emana e irradia libertad. Y ven la vida con los mismo ojos y las mismas ambiciones, poder seguir viviendo en y de su barco. Y es que vivir con la casa a cuestas en un barco, vestir con un kikoi ( una especie de pareo originario de Kenya) o bañador y poder caminar sin calzado casi todo el tiempo es lo que tiene. Una vida sencilla pero muy satisfactoria para ellos.

Su vida lleva implícitos una serie de códigos que no pretendo integrar en mi vida, tan diferent a la de ellos, pero intento practicarlo durante estos días. Es una de las experiencias inesperadas que me he encontrado en Zanzibar cuando solo venía a ver el festival de música Sauti Za Busara que ya os contaré la semana que viene.

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Ana Mansergas

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1 comentario

juan manuel baixauli escribió
22/02/2015 11:25

Africa, ese cercano pero desconocido continente... con muchas historias de lucha y superacion que no conocemos.... interesante.

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