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La rebeldía amorosa estalla en los escenarios en vísperas de San Valentín

BEGOÑA DONAT. 04/02/2015 Nuevas versiones de 'Romeo y Julieta' y 'No hagáis bromas' acaparan la cartelera teatral

VALENCIA. Muchos han sido los textos de teatro que se han servido de los quebrantos del corazón para criticar la sociedad y la política de su época. Ahí está la sátira Leoncio y Lena, en la que en 1836 Georg Büchner reseña la rebelión de un príncipe y una princesa contra su matrimonio forzado para meter el dedo en la llaga de la fragmentación de Alemania en pequeños reinos; o la exploración del ego y la reivindicación del derecho de la mujer a la educación en No hay burlas con el amor, de Pedro Calderón de la Barca; así como los enredos amorosos de Pierre de Marivaux, con El juego del amor y del azar a la cabeza, donde a partir de equívocos se plantean cuestiones como la reivindicación de la enseñanza como base de una sociedad moderna.

En el género de la tragedia destacan El despertar de la primavera, de Frank Weedekind, en la que la sexualidad de un grupo de adolescentes choca con las costumbres de una burguesía timorata con resultados de suicidio. También Romeo y Julieta, de Shakespeare, y Con el amor no se juega, de Alfred de Musset, finalizan coronadas por la muerte.

Las dos últimas piezas se representan estos días en los escenarios de Valencia y Barcelona con el edulcorado 14 de febrero ya a las puertas. Son dos botones de muestra de cómo el teatro se ha servido de las pulsiones íntimas de los jóvenes como motor de cambio de los tiempos. 

LOS AMANTES DE VIETNAM

No suenan clavicordios, arpas ni tiorbas en la versión de Romeo y Julieta que Chema Cardeña desarrolló la temporada pasada en el Festival de Talleres de Teatro Clásico. Son los riffs de guitarra los que preponderan en su relectura ya hecha espectáculo. Romeo x Julieta está programada hasta el 8 de febrero en la Sala Russafa y se atavía con la explosión cromática, cultural y de libertades asociadas al movimiento flower power. Capuletos y Montescos dirimen sus diferencias en los años setenta.

"La obligación de un adolescente es cuestionarse absolutamente todo. La juventud es el momento de descubrir y de emprender, porque cuando uno despierta y no sabe cómo funciona este triste mundo intenta conseguir lo que cree que es justo. Y como el amor va muy ligado a la tolerancia y a la libertad, hemos querido enmarcar la obra en una comuna después de mayo del 68, en ese periodo donde se acuñaron proclamas como "haz el amor y no la guerra" y "la imaginación al poder", con esa música maravillosa e irrepetible en la que se cuestionaba lo que precisamente está pasando ahora", argumenta el director.

Un momento de la representación de 'Romeo y Julieta'.

Los protagonistas son los miembros de una compañía que va a representar el clásico de Shakespeare. El montaje funciona como un juego de espejos en el que el siglo XVI se mira en el XX para despertar a los espectadores del XXI. En coherencia con la filosofía hippie, los actores que interpretan la obra dentro de la obra cuestionan y deciden quién muere y quién no en el montaje, con la consiguiente sorpresa  para el espectador ante las modificaciones introducidas en la trama original.

"Romeo y Julieta es un texto grandioso, una declaración de principios. Da lástima que entre el público general sólo haya trascendido la historia de amor. Shakespeare escribió una obra revolucionaria que habla de la intolerancia, del racismo, de la violencia de género, del mobbing, y también de la homosexualidad a través del personaje de Mercutio y del paternalismo personificado en Capuleto, el padre de Julieta", detalla el dramaturgo valenciano.

En su versión, la pareja de amantes más famosa de la literatura universal vive su trágico romance apeada de jubones y miriñaques y vestida de cuero, chalecos de flecos, faldas vaporosas y flores en el pelo. De fondo suenan algunos himnos generacionales como 'Happy Together' de The Turtles y 'Give Peace a Chance' de John Lenon; también Bob Dylan y las célebres ópera rock Hair y Jesucristo Superstar.

ORGULLO Y SUICIDIO

A su vuelta de Venecia tras una tormentosa relación con la escritora francesa George Sand, Alfred de Musset escribió una comedia romántica de costumbres llamada Con el amor no se juega, donde el dramaturgo del romanticismo explora el orgullo de la juventud como el defecto que le abocó a la ruptura. Es precisamente el pronto propio de la post adolescencia el elemento de la obra que más le ha interesado explorar a Natalia Menéndez al tomar las riendas para su montaje en el TNC de Barcelona.

"Siempre hablamos de la infancia, pero el paso de la adolescencia a la primera juventud es salvaje -opina la directora-. Es un proceso vital bien interesante, donde te pones en contra de los mayores para ser algo tú". No feu bromes amb l'amor, programada del 5 de febrero al 22 de marzo, "aborda esa primera juventud en que te disponen educacionalmente para la vida cuando todavía no estás preparado, con lo que las consecuencias de tus actos pueden ser nefastas", desarrolla Menéndez.

En la trama de esta obra, dos jóvenes nobles, Perdican y Camille, que en la infancia tuvieron una relación muy íntima, se reencuentran con frialdad ante la perspectiva de un matrimonio de conveniencia. Su actitud responde más a la prevención frente a esa alianza forzada que a los verdaderos sentimientos que se profesan. Pero en su suficiencia y altivez se encontrará el germen de la tragedia en la que culmina la obra.

"La manipulación, el abuso y la traición son temas clave aportados por la educación eclesiástica férrea, desigual entre hombres y mujeres. Coquetería y orgullo se alternan con energía y desesperación. La hipocresía y la mentira dictan las conveniencias; la ambición y la vanidad favorecen los privilegios y los estatus sociales. La ironía funciona como principio de verdad y sátira dura. El humor no es solamente un registro agradable y complaciente, es también una manera de tratar la parte más abyecta del ser humano. Musset condena la comedia a través de la comedia", expone Menéndez, quien desde el año 2010 ejerce como directora del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.

El autor, que escribió la obra con tan sólo 23 años, bebe de Shakespeare y Calderón de la Barca, de Molière y de Marivaux, pero también de Eurípides, en su exploración del coro, y de la filosofía de Rousseau, en su visión sobre la desnaturalización del hombre social. "La obra expone cómo cuanto mayor es el estudio y la educación, más desnaturalizados estamos. La conclusión es que uno ha de hacer un viaje iniciático para conocerse, ser natural y perseguir lo que realmente siente", puntualiza la directora.

La obra enfrenta dos visiones del amor que perduran hoy día: la del sentimiento de por vida y la del goce mientras dura. Otro elemento que conecta con el presente es el uso y abuso de una tercera persona, representada aquí por una campesina con la que Perdican pretende dar celos a Camille. Pero, sobre todo, el rasgo que la vuelve atemporal es su representación de la primera juventud.

"Yo misma, cuando era joven, contemplaba a los mayores como unos seres bastante grotescos, que no te entienden ni hacen mucho por entenderte, ya que están en otras temperaturas y códigos, en otras necesidades y apetencias. Y las cosas no han cambiado: podemos evolucionar tecnológicamente, mejorar nuestras condiciones de vida, pero en cuanto a las emociones y a su falta de expresión seguimos en pañales".

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