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los mercados consideran su aceptación

Eurobonos, hispabonos...
quizás no sean tan mala idea

Londres Plaza/ VÍCTOR JIMÉNEZ.. 28/08/2011
LONDRES. Cuando incluso las declaraciones de aquellos que quisieran dejarse llevar al huerto de los eurobonos suenan así, está claro que habrá que echar mano de algo más que de paciencia para lograr la estabilización del crédito a la unión monetaria europea: "Son imperfectos y complicados", dice Simon Tilford, economista del Centro para la Reforma Europea, "pero mucho menos destructivos, financiera y políticamente, que sentarse en el sillón mientras el euro sufre un colapso mortal".


La última encuesta que el departamento de investigación en Londres de Fitch Ratings, la agencia de calificación de riesgo financiero, ha confeccionado con la opinión de los llamados senior creditors en determinados productos de renta fija como la deuda soberana (que sencillamente es otra manera de decir grandes bancos internacionales, entre otros), señala que el interés de los inversores por la deuda de gobiernos estatales ha disminuido un 15% pero ha aumentado en un 65% en la deuda supranacional.

Eurobonos, esto es, eurobonos es lo que esperan los mercados. Al fin y al cabo, los préstamos a los Estados Unidos salen más baratos que los que pide España o Italia -con cerca de tres puntos porcentuales de diferencia- y bien cierto es que California y Florida hubieran suspendido pagos sin el oxígeno federal de Washington.

Poca duda existe de que el conseller de Economía de la Generalitat de Cataluña, Andreu Mas-Colell, habrá echado también un vistazo a este documento antes de proponer la creación de los hispabonos, que serían una réplica ibérica a los bonos de todos los miembros de la zona euro: si de esta manera los bonos del Tesoro español ganarían con el apoyo de la solidez alemana, con la propuesta Mas-Colell, los de los gobiernos autonómicos (recordemos que la valenciana y la catalana son dos de las autonomías con mayor déficit) obtendrían una garantía parcial del Estado que generosamente alimentan por vía fiscal.

La llamada City de Londres, que acapara más del 90% de las corrientes de capital europeo y es la estación indispensable para firmar préstamos del exterior, empieza ahora a pensar que colectivizar la deuda europea es una solución posible para detener el dominó Grecia-Irlanda Portugal (quién sabe cuál será el próximo). ¿Y qué pintan nuestros sistemas democráticos en esta montaña rusa de mercados de bolsa? No se desesperen: los analistas financieros dicen que las diputadas y diputados del área euro deben hacer de tripas corazón y abandonar actitudes irresponsables y excesivamente estatalistas. O sea, los diputados españoles e italianos tienen que dejar el orgullo a un lado, y los alemanes y franceses deben admitir sus errores bancarios. O vendrá el Fondo Monetario Internacional a castigarnos a todos.

PROS Y CONTRAS DE LOS EUROBONDS

Desde que el chancellor de Economía británico, George Osborne -y mano derecha del primer ministro, David Cameron- admitiera recientemente que la estrategia de los eurobonds o eurobonos dotaría, en efecto, a la Unión Europea de una arma poderosa de defensa contra la volatilidad y la especulación, la discusión se ha trasladado a la ciudadela financiera de Londres.

El Reino Unido podría emitir anualmente en torno a los 45.000 millones de deuda soberana denominada en euros junto al resto de la comunidad monetaria, prestándoles su todavía resistente triple A y contribuyendo a un mejor trato por parte de las agencias de calificación de riesgo. Esta transacción, claro está, tendría como contrapartida que la voz británica en la Unión Europea adquiriría fuerza para imponer ciertos criterios macroeconómicos en los que Grecia o Portugal han resbalado dolorosamente. La opinión del actual gabinete de Downing Street es que únicamente una mayor integración fiscal puede evitar que sea el motor productivo de Alemania el que marque el ritmo, por ejemplo, obligando a las exportaciones españolas a soportar un euro demasiado alto para competir con eficacia.

A la contestación de que la pizca británica ni se vería entre el billón en eurobonos que se ofrecerían al año a los inversores, Osborne señala que la alta calidad de graduación de la deuda del Reino Unido pesa cada día más, habida cuenta de los rumores de que Francia se encontraría en el punto de mira de las agencias calificadoras. Además, las emisiones en euros servirían al capital de contrapeso a la inflación de la libra esterlina, en el caso que se acerque a niveles preocupantes.

La City no ha dado su visto bueno, pero hace circular informes como éste, de origen holandés, cuyos principios comulgan con las exigencias que los mercados cargarían sobre las espaldas de los eurobonos si las autoridades financieras europeas se atrevieran a lanzar el anzuelo: han de ser una pieza más en el mecanismo que fuerce a la periferia a redactar presupuestos de austeridad, han de liberar a la periferia del estrangulamiento de crédito actual pero sin ser un cheque en blanco a pagar por Francia y Alemania, y han de incrementar la transparencia informativa.

Que así sea.

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