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Veinte años no son nada

JOSEP TORRENT. 19/01/2015

VALENCIA. Diga lo que diga la letra del tango, veinte años, en política, son una eternidad que, a escasos meses de su final, resulta estomagante y aburrida. La expiración del régimen del PP en la Comunidad Valenciana no diré que sea ridícula, pero sí un punto decepcionante y mísera. ¿A dónde fueron a parar tanta grandeza, tanta majestad, tanto esplendor? No hay honor en esta liquidación por derribo de una época que se estudiará en los libros de historia de la Comunidad Valenciana bajo un epígrafe que bien podría rezar: «Fulgor y muerte de un sistema social, económico y financiero. El caso valenciano». Ahora que el cambio en presidencia de la Generalitat parece un hecho que hasta el más terco de los militantes del PP considera irreversible, no estaría de más un breve apunte sobre cómo y porqué se ha llegado hasta donde se ha llegado y qué puede pasar después de las elecciones municipales y autonómicas del último domingo de mayo del año próximo, a expensas de que a Mariano Rajoy no se le ocurra convocar para esa misma fecha elecciones generales, con el consiguiente desbarajuste de todos los pronósticos conocidos hasta la fecha.

La caída del régimen popular valenciano tiene algunas características similares a las del imperio romano, salvando las distancias, que son muchas. Pero ya en el siglo XVIII, el historiador británico Edward Gibbon estableció que uno de los catalizadores de la decadencia imperial fue la guardia pretoriana que no dejó de interferir en la administración del poder, incluyendo el asesinato de varios emperadores. ¿El interrogatorio que durante más de tres horas sufrió el asesor de prensa del vicepresidente del Consell en una comisaría por parte del jefe de seguridad del Palau de la Generalitat no se parece demasiado a la actitud de aquellos pretorianos? La sociedad romana sufrió un desgaste moral, social, político, sus instituciones se vieron carcomidas por la corrupción y las clases altas se dedicaron al despilfarro en medio de una crisis económica. ¿Les suena la historia? Va a ser verdad que se repite y que no aprendemos nada de nuestros antecesores.

A estas alturas nadie da un céntimo por la continuidad del PP al frente de las instituciones valencianas, tanto da que se trate de la Generalitat como de los ayuntamientos. La pérdida de poder que experimentarán los populares sólo será comparable a la que sufrieron los socialistas en 1995 y de la que todavía no se han recuperado. Las disquisiciones sobre quién será el encargado o encargada de dar la cara para que se la partan en las urnas no pasan de ser chascarrillos de tertulianos, aunque no por ello tienen que ser inexactos. Mariano Rajoy y sus terminales en Génova tienen problemas más serios en qué ocuparse. La Comunidad Valenciana no es para el PP nacional ninguna complicación.

Hace tiempo que la dieron por perdida. Sólo así se explica el desdén con que es tratada. Con semejantes antecedentes el nombre del candidato resulta irrelevante. Ésta es la fuerza en la que se apoya el actual presidente. La irrelevancia de Alberto Fabra es tal que le convierte en el aspirante más idóneo para afrontar la derrota. Todo aquello que será sustancial para el PP ocurrirá a partir del mes de junio de 2015, cuando deberá proceder a una regeneración a fondo si quiere volver a convertirse en alternativa a una izquierda fraccionada pero con un respaldo social muy amplio.

Una izquierda que va a tener que explicar muchas cosas. No basta con tener el poder. Tiene que decir qué piensa hacer con ese poder antes de las elecciones. En el actual clima de desconfianza y desafección política, el centro-izquierda, amén de hacer frente a la quiebra económica de la Generalitat, mantener los servicios públicos esenciales (educación, sanidad, protección social) e intentar corregir las desigualdades, tendrá que rearmar moralmente a la sociedad. El futuro, como escribió Ortega, tal vez no demande un genio, un Napoleón o un César, sino la labor de «cien hombres de mediano talento, pero honrados y tenaces». Pero esos cien hombres no serán nada sin la colaboración de una ciudadanía que, consciente de cuál debe ser su papel, no caiga en la tentación de volver a repetir errores antiguos. Los valencianos apostaron mayoritariamente por el populismo del PP. Veinte años con esa política nos han llevado hasta aquí. ¿Van a seguir ese camino ahora en dirección contraria?

(Artículo publicado en el primer número de la revista Plaza de noviembre de 2014)

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