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NOVEDAD EDITORIAL

Antonio Muñoz Molina explora los límites de la novela en su nueva obra

CARLOS AIMEUR. 03/12/2014 "No sabía realmente si lo que estaba intentando iba a salir", confiesa el escritor jienense en la presentación de 'Como la sombra que se va'

VALENCIA. Hubo tres momentos. El primero fue en Nueva York. Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956) se encontraba un domingo en su apartamento en Manhattan leyendo una biografía de James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King, cuando encontró el detalle de que entre el 8 y el 17 de mayo de 1968 este criminal se escondió en Lisboa, donde trató de hacerse con un visado para Angola y Rodesia. Aquello le movió a escribir un artículo que tituló ‘Días en Lisboa' y lo publicó en El País el 8 de mayo de 2010.

Era sólo el principio. Dos años después, el 2 de diciembre de 2012 se hallaba en Lisboa con su segunda esposa, la también escritora Elvira Lindo. "Hacía diez años que no íbamos", recordaba este martes en Valencia. "Al estar en Nueva York viajas menos por Europa", se excusa. Un hijo suyo cumplía 26 años. "Habíamos ido a verlo Elvira [Lindo] y yo. Volver a la ciudad era muy emocionante. Estaba esperando a mi hijo en un café y pensé en la casualidad de que yo había ido a esa ciudad 26 años antes, cuando él acababa de nacer, para escribir El invierno en Lisboa", novela por la que ganaría el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. "Entonces pensé en si no habría una conexión entre la historia aquella de Ray, que me había servido para empezar un cuento, y la mía", dice.

Pero de ahí no salió nada. La novela aún no estaba.

Fue el año pasado cuando por fin comenzó a germinar. Muñoz Molina se encontraba inmerso en otra novela. "Estaba muy dedicado a ella. Requería mucha documentación y llevaba escrito mucho, unas 150 páginas, pero tuve que parar de escribir para ir a recibir el premio Príncipe de Asturias. Tras todo aquel ajetreo le dije entonces a Elvira: ‘Tenemos que irnos a Nueva York para descansar de tanta presencia pública, tanta atención...'. Deberíamos habernos ido allí a pasar el mes de diciembre. Pero ella me dijo: ‘¿Y por qué en vez de ir a Nueva York no nos vamos a Lisboa?' Teníamos una amiga que nos alquilaba el apartamento. Era una buena opción".

Finalmente Muñoz Molina y Lindo llegaron a Lisboa en los últimos días de octubre del año pasado. Cansado, el escritor, fiel a sus hábitos, lo primero que hizo fue colocar el ordenador, sus libros y sus cuadernos sobre una mesa ("si es posible de cara a la pared"). "Puse todos mis apuntes, recortes, cuadernos... para empezar a escribir. Y justo cuando iba a recuperar la novela, antes de nada, me vino el recuerdo de Ray, de mi hijo, de mi historia... Y me dije: ¿Qué hago con todo esto?".

No fue una noción. Fue un "pinchazo". Pero dudaba. ¿Cómo iba a dejar una novela en la que llevaba meses trabajando? ¿Cómo iba a ponerse a redactar otra? Dudando, se puso a bucear en internet. Y fue entonces cuándo descubrió que el magnicida estadounidense había estado alojado a muy pocos metros de dónde se encontraba. No podía oponerse más. "Me puse a escribir pero sin saber qué era lo que podía hacer, y además con la preocupación y la mala conciencia de que estaba abandonado un proyecto que llevaba tiempo trabajando en ello. Era tan poderoso que me dejé llevar".

Así fue cómo nació Como la sombra que se va, su última novela, publicada al igual que la mayoría de su obra en Seix Barral, su editorial de referencia junto a Alfaguara. Es insólita, su obra literaria más especial y al tiempo su ensayo más íntimo, todo a una. No es una biografía de Ray, aunque se nutra básicamente de hechos reales de su vida; no son unas memorias, pero contiene muchas vivencias personales; y no es tan sólo una ficción porque está llena de verdad.

"Es una novela muy experimental en el sentido más modesto de la palabra porque yo no sabía realmente si lo que estaba intentando iba a salir. Yo probaba y me decía: ‘Vamos a ver esto por dónde va'. Mi idea al principio era más limitada porque se trataba de contar en paralelo el viaje de Ray y el mío. Toda la parte más personal no estaba prevista. Las cosas iban apareciendo pero yo iba teniendo muy graves dudas. Yo escribía y me decía: ¿Se puede conectar una cosa con la otra? ¿Qué sentido tiene esto?", confiesa.

"Llegó la cosa hasta el extremo de que, en un momento en el que estaba muy muy confuso, cogí los capítulos que llevaba escrito de Ray y los puse aparte. Y me dije: ¿por qué no hago una novela que sea estrictamente esta historia? También habría sido una cosa razonable. Además, yo tenía un prejuicio muy grave contra el regodeo intelectual, el metalenguaje, me producía un rechazo muy poderoso por dentro. La única manera de que eso fuera legítimo era poniendo carne en el asador, que no fuera sólo un exhibicionismo de escritor", añade.

Sin miedo, Muñoz Molina fue desnudándose y así se muestra en el libro, tal y como es, con sus miedos de adolescente flácido y sus inseguridades de adulto. Al libro se fueron añadiendo confesiones personales que una a una van aportando una dosis de verdad muy de la narrativa anglosajona, la principal referencia de Muñoz Molina para escribir esta novela.

Al mismo tiempo, fue desmontando y recreando el mito del asesino hasta comprender las motivaciones de este Eróstrato del siglo XX, este "canalla" según lo describe, en un recorrido que le llevó hasta ver la bala que mató a Martin Luther King ("como una flor deforme de escoria guardada entre algodón", escribe de ella). Investigó pero no en la línea de Oswald. Un misterio americano de Norman Mailer y Libra de Don de Lillo, sino más en la de Capote en A sangre fría. Y cómo éste hizo, rellenó los huecos de realidad con ficción. En su caso las oquedades eran más numerosas, por lo que se ha visto obligado a, como si fuera un rompecabezas, completar los vacíos con parches de ilusión, en un juego en el que no se sabe distinguir al final lo que es verdad de lo que es mentira, la simulación de la recreación.

El libro incluye también personajes de ficción, que a su vez proceden de otras ficciones, como un pasajero de avión gordo que remite inexorablemente al de la adaptación cinematográfica del libro de Anne Tyler El turista accidental, o han sido creados a partir de modelos extraídos de la realidad, como un funcionario de Ultramar inspirado en un personaje real que conoció Muñoz Molina en el Ayuntamiento de Granada. Hay documentos y datos recogidos in situ, descripciones y construcciones. Hay algo de Paul Auster, quizás también de Richard Ford y Tobias Wolff...

La influencia anglosajona en Como la sombra que se va es notoria. Como en su vida personal. Y si bien el propio Muñoz Molina reconoce que aún tiene su centro de gravedad en España, señala que se ha "hecho mucho" en "ese ir y volver a España". "Nunca sabes lo que habría pasado por otro camino, pero honradamente creo que estar fuera me ha obligado a tener un mayor rigor y una visión más amplia, sin dejar de estar enraizada. Creo que como escritor me ha venido muy bien", añade. Su última novela sería un buen ejemplo de ello.

Como la sombra que se va es pues un poco de todo, tan vasto que tiene hasta su propio reverso literario, un making of realizado por Elvira Lindo que se titula Memphis-Lisboa y que ha sido publicado por la recién nacida editorial Lindo&Espinosa, con sede en Burjassot, la cual la ha creado la propia Lindo junto con el editor valenciano Ximo Espinosa (Oficio). Es el complemento perfecto para este paseo sentimental por Lisboa, este retrato de un criminal, esta disertación sobre el amor, la vida, el odio, el miedo y la muerte que dejará a muy pocos indiferentes.

FOTO: ELVIRA LINDO.

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