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VALENCIA. 1945, malecón de Manila. Un niño enfrenta su mirada al mar y su padre captura el instante en una fotografía. Décadas más tarde son los hijos del infante los que, por casualidad, encuadran de la misma forma al que ya es un adulto, entrado en años. Niño y hombre son Luis Eduardo Aute, principio y punto de llegada de una vida dedicada -más que a la contemplación de las olas- al arte a través de la poesía, la música y, sobre todo, la pintura.

El próximo viernes el Espai Rambleta acoge en su auditorio el concierto de Aute que pone fin a la gira 'El niño que miraba al mar', un disco que a su vez pone fin a la trilogía que el músico ha publicado entre 2007 y 2012, en plena tempestad económica. De hecho, ultima la edición de un recopilatorio para estos tres volúmenes en torno "a la destrucción, que es principalmente la imagen que tengo de este periodo", apunta Aute que atiende desde su casa en Madrid a ValenciaPlaza.com.

Las giras ha pasado a vivirlas con cierta incertidumbre por el deambular de salas y teatros: "esta gira se ha ido haciendo a salto de mata, especialmente en España, donde existen dificultades para hacer conciertos". Aun así ha completado un periplo de dos años que en esta producción, la de un concierto íntimo en formato de cuarteto, viene precedida del cortometraje a lapiz y papel de ese sueño oclusivo y tan autobiográfico que es 'El niño que miraba al mar'.

Ahora ya trabaja en una cinta de superior metraje, pero de nuevo con la animación como parte dinamizadora de sus historias, siempre a papel y lápiz, tal y como hizo hace años con la película 'Un perro llamado dolor'. La pintura es su gran debilidad hasta tal punto de considerarse antes pintor que músico. En su colchón de sensibilidad creadora -comparte estudio de pintura con su propio hijo- tuvo que encajar el hecho de que éste y su hermana le regalasen una fotografía con aquel niño y el adulto por su cumpleaños. Una imagen que le hizo reflexionar y crear.

"En la actualidad, lo cierto es que me cuesta ver cosas positivas, así que creo que la solución a esta España es una catarsis", apunta recordando el niño que fue y el adulto que es. Especialmente preocupado por los temas públicos, siempre bien informado, lo cierto es que a poco que se estiren sus letras y se pueda conversar con él todo deriva en el entorno: "ya no vivimos en un neoliberalismo desaforado; ahora es algo así como un neofeudalismo, que va más allá del capitalismo, y en el que los financieros con nombres y apellidos pasan a dominar las decisiones del pueblo que ha perdido cualquier autonomía".

En esta ascensión, la cultura, segun Aute, no ha salido muy bien parada: "se ha intentado rerradicar la cultura y es difícil directamente que una sociedad tenga una convivencia sana sin ella. Lo que más me preocupa, aún así, es la supervivencia. La sociedad ha pasado a deambular como zombi, con un tono menor y pálido, absorto por los deportes, contra los que no tengo nada pero de los que se hace una apoteosis vital, o la tecnología, que muestra cómo el continente ha pasado a contar más que el contenido".

"Un país sin cultura no es un país", apunta, y destaca que la "laxitud, indiferencia o alieanación" han pasado a normalizarse. Y en este sentido, "cuando la cultura es lo que menos importa en una sociedad", Aute recuerda a "los movimientos nuevos" en referencia a Podemos, de los que señala echar "de menos que hable de cuál va ser su política cultural o el papel que ha de pintar ésta en la sociedad que quieren redibujar". Aun así, ve en la formación comandada por Pablo Iglesias una serie de ideas "sanas y revulsivas".

Toda esta reflexión le hace hablar del hombre y de sí mismo: "el ser humano es en esencia un ente cultural, porque toda su vida es aprendizaje y gestión de la información". Preguntado acerca de los momentos de esplendor para España en este ámbito, Aute se deshace en elogios para los años dorados de la Generación del 27 y también para los años 60, "cuando se creaba y generaba cultura pese a la dictadura. Porque no todo eran manifestaciones políticas, sino culturales. Los 80 vinieron a repetir este último modelo".

Rechaza la sociedad del "poseer desaforado, porque lo que menos importa hoy en día es quién seas, sino cuánto tengas". También muestra su distancia frente a Internet, "un invento estupendo con dos caras donde prevalece la negativa. Lo importante con la Red es el bicho, el aparato siempre, pero no el contenido". En este sentido reconoce lo mucho que ha facilitado el hecho de una contaminación musical positiva, pero destaca: "seguimos adoleciendo de lazos con América Latina, que es donde se encuentran nuestros verdaderos hermanos".

El autor se muestra especialmente sorprendido por haber vivido, hace tan solo unas semanas, una lectura de poesía ante 10.000 personas y durante horas en la Plaza del Zócalo, en México DF: "siento envidia sana de ese amor por la cultura". Con resignación pero con un lenguaje clarividente en sus canciones el músico defiende la vigencia de esa relación y se muestra inspirado tras los conciertos por el país azteca, los últimos antes de que ponga punto y final a la citada gira en Valencia.