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la noche de los fracasos

FuckUp Night Valencia Vol. 3: "Lo contrario al éxito no es el fracaso, sino el conformismo"

E. PASTOR. 14/11/2014 Paco Roca, MacDiego, el encargado de Uber Valencia, Jorge Abian, el cofundador de Phone Army, Enric Aparici, y el analista financiero Dani Martín, explican sus metidas de pata



VALENCIA. Las equivocaciones volvieron a cobrar sentido este jueves en Las Naves de Valencia en la tercera edición de FuckUp Night. Emprendedores y profesionales contaron sus errores a las más de medio centenar de asistentes que acudieron para escuchar los errores que otros cometieron a lo largo de su vida profesional, en esta ocasión con invitados de la talla del dibujante Paco Roca.

El dibujante explicaba algunos de sus fracasos en su vida profesional. "Cerca de los 20 años me dediqué a la publicidad y se ganaba dinero pero no me llenaba. Lo que siempre me ha gustado hacer era contar cómics, pero me decidí muy tarde", explicaba. "Solo quedaba una revista porno y allí empecé". "Tenía la mentalidad de la publicidad pero me faltaba la chispa".

"Es muy importante saber a quién te estás dirigiendo. El tiempo que estuve nunca llegué a conectar con los lectores de la revista", lamentaba. Continuó trabajando en publicidad y trabajó para una revista underground. "En esos momentos tenía gracias al dinero de la publicidad tenía ordenadores y programas y quería que cada viñeta fuera una ilustración". Pero aseguraba que un dibujante tiene que ser una persona bastante modesta y lo importante es la historia, el resto son palabras.

Tras esta etapa se centró en aprender a narran una historia. "Los tipos de cómic que leía no me llamaban y pensé en hacer un cómic que yo quisiera leer, pero la novela gráfica ya había gente que la hacía. No puedes vivir en una burbuja, sino saber donde estás y a qué gente quieres dirigirte", insistía. Como la anterior obra le permitió vivir de los cómics empezó a ver que fuera de España había un importante mercado. "Decidí hacer una segunda obra dirigida al mercado francés. Intenté meter un montón de tramas e ideas. Aquello quedó tan denso y con falta de alma fue un gran fracaso", apuntaba.

"Decidí dar un paso atrás y seguir por el camino de la novel gráfica. El Faro era una historia de buen tono pero le faltaba el qué quería contar. Ahora, antes de empezar una historia me hago un párrafo en el que marco qué quiero contar", explicaba. "Una de las cosas que aprendí en publicidad era tener claro el concepto y la idea. En este caso faltó la declaración de intenciones". Con Arrugas quería hablar sobre sus padres e insistió en que se perdió otro aspecto, que fue el dibujo. "Me quedó un dibujo muy blando y que no encajaba con el tono de la historia y la acogida con otros lugares no ha sido igual que en España". "La falta de maldad en el dibujo ha sido el problema de esta historia".

"Con lo que cuesta en estas profesiones conseguir a un público. La gente espera que repitas lo de antes pero que sea diferente. Con Las Calles de Arena se quedaban descolocados. Luego hice otras historia pensando en otro título amplio, pero al final corres el riesgo de ponerte tú mismo tus fronteras. La siguiente obra, con Los Surcos del Azar, hice una historia de 300 páginas. Es una historia situada en la segunda guerra mundial pero caí en el error de sentirme que pertenecía a un género inferior y necesitaba dar mucha documentación. Fueron tres años de trabajo que se convirtieron en un infierno".

"PECAMOS DE FALTA DE REALISMO"

El analista financiero David Martín ha vivido en varias partes del mundo como Estados Unidos y Argentina. "Soy director de operaciones de una empresa instalada en Suiza que hace operaciones de inversión para la bolsa.", explicaba. "A lo largo de los años ha tenido varios proyectos personales como inversor de coworking en Suiza de artistas. "A principios de 2014 me llamó una amiga de Suiza que necesitaba ayuda en su plan de negocio, le eché un cable y salió", apuntaba.

"A medida que avanzaba el proyecto necesitaba que alguien se ocupara de la parte financiera y yo le empujaba que encontrar alguien en su entorno. De una cosa a la otra acabé siendo accionista y director financiero de la empresa". Se trata de un centro de salud que une servicios terapéuticos con fisioterapia con actividad deportiva. "Está ubicado en el centro de la ciudad, un volumen de negocio cotizado en más de un millón de euros y estaba seguro de que todo iba a ser muy fácil".

"Nuestro papel como empresa,  el de mi socia y el mío, era estar a cargo de la gestión del espacio y fomentar la visibilidad", apuntaba. "Los afiliados son autónomos que se gestionan sus clientes y facturación, solo era abrir el espacio y esperar". Sin embargo, se dieron cuenta que cada uno de los afiliados que tenían era un caso particular que debía ser considerado individualmente para tratar sus problemas y sus angustias.

"Ahora, con un sistema de gestión medio acabado que no consigue ni registrar los clientes, nos faltan la mitad de los afiliados", asegura. "Desde que nos enteramos hace meses dedico tres horas al día a intentar relanzar el proyecto". "Pecamos de falta de realismo. Al final de tenerlo todo, un espacio estupendo, cracks, recursos financieros pero hacía falta la dedicación". Asegura que hay que estar dispuesto a invertir más de dos o tres veces la energía de lo que estabas dispuesto a gastar.

"FRACASAMOS PORQUE NO TENÍAMOS DEFINIDO AL CLIENTE"

"Mi primer proyecto fue mi primer fuck up", explicaba el cofundador de Phone Army, Enric Aparici y alumno de EDEM. "Un amigo me propuso vender páginas web., teníamos unos amigos programadores que nos las hacían gratis y nos pusimos a buscar clientes". Pero a día de hoy siguen sin la web y en el momento tuvieron cero credibilidad con sus clientes porque no tenían ni su propio producto. "Si es algo muy importante para tu proyecto tienes que hacerlo tú mismo o pagarlo, no hacer favores". "Pedimos antes de dar pero el orden es dar, pedir, y exigir".

La empresa la dejaron a parte y su actual socio y él vieron que el tema de las fundas de los móviles tenía bastante potencial. "Empezaron a haber fundas de móvil más complejas que el calcetín que llevaba antes pero compramos fundas de móviles y nunca llegamos a vender ninguna". "Fracasamos porque no teníamos definido el cliente y el canal por el que llegar al él", apuntaba.

Pasó el tiempo, conocieron a unos chicos que habían creado una marca de ropa y pensaron en crear una. "En la Universitat de València me decían que antes de empezar el proyecto había que hacer primero un business plan de 60 o 70 páginas, con todo tipo de análisis", afirmaba. "Cogí a mi equipo y los tuve haciendo informes pero todo el mundo se desmotivó". Insiste en la necesidad de salir lo antes posible al mercado en el menor tiempo posible. "La gente dejó de estar enamorada y con pasión". 

Pasó un tiempo y creó su empresa actual de fundas para móviles, Phone Army. "Nosotros solo vendemos online pero decidimos vender offline". Quisieron montar una tienda a lo grande. "Intentamos buscar un local en el centro de Valencia pero teníamos dinero y el local requería una fuerte de inversión". Los bancos no les dieron financiación pero aún así pagaron el primer mes de alquiler para que no les quitaran el local y perdieron un montón. Para Aparici lo contrario del éxito no es el fracaso, sino el conformismo, el tener miedo a arriesgarte por equivocarte":

"LO PATÉTICO ES FRACASAR A MI EDAD"

El diseñador gráfico valenciano MacDiego asegura que empezó a fracasar nada más nacer. "Yo jugaba al golf, y hace 30 años y le dije a mi padre que quería ser profesional del golf no estudiar. Para mí esto es otro fracaso. Fracasé desde tan joven que ya estoy curtido. Lo patético es fracasar a mi edad. Hay que fracasar pronto", apuntaba. Para este diseñador uno de sus grandes fracasos fue que no le aceptaran en Cinema Jove un cartel de Rita Barberá en una imagen con dos pupilas y creía que deberían haberse arriesgado, insistía.

"Aunque yo no considero que cuando alguien te tumba un trabajo sea un fracaso, pienso en cuando hacía todas las campañas de la fundación Bancaja en exposiciones"; apuntaba. "Igual se gastaban millones y éramos 25 personas contando a los de la exposición. Por eso un día la monté yo y la llenamos.". Sin embargo, cuando fue a recoger su dinero le echaron una bronca porque ellos preferían que fuera menos gente para que nada se estropeara.

Por su parte, el representante de Uber en Valencia, Jorge Abian, explicaba como había sido su viaje a Nueva York para traba bajar. "Me compré un billete a California y me fui a escribir un libro y no vendí ninguno. Me fui a una empresa que vendía snacks en una caja. La empresa creció y cuando me iba a ir ya había crecido suficiente pero como no firmé lo que  tenía que haber firmado no me llevé nada", destacaba.

Mientras, vivía en una casa con una cocina que me costaba 1.300 dólares al mes en Los Ángeles. "Empecé a alquilar el sitio que tenía para dormir y cuando lo alquilaba no tenía donde irme y me iba de viaje", destacaba. "Mientras estaba en el desierto pensé ‘escribo otro libro y me forro' pero me llamó una chica que había fundado Tinder y me propuso lanzarlo en España".

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