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CINE E HISTORIA

Las películas más
buscadas de la Historia

JAVIER CAVANILLES. 18/10/2014 La recuperación de la primera adaptación oficial de Sherlock Holmes permite reflexionar sobre el destino de miles de títulos que nunca volverán a ver la luz

VALENCIA. Fue una casualidad. A principios de mes, alguien abrió una caja en la Cinemathèque Française y descubrió una película mal catalogada. Tras comprobar el contenido la sorpresa fue mayúscula: nada menos que la primera adaptación oficial al cine de las aventuras de Sherlock Holmes.

Rodada en 1916 en Chicago por la productora Essanay Studios, incluye la única interpretación que se conserva del famoso detective por el hoy olvidado William Gillette. Fue él quien sentó las bases del personaje en el cine al crear la frase "Elemental, querido Watson" y sustituir la pipa tradicional de boquilla y caño recto de las novelas por la elegante curvatura del modelo clabash.

Sherlock Holmes, dirigida por Arthur Berthelet, no es ni siquiera la primera de las 260 adaptaciones al cine de las andanzas del inquilino del 221B de Baker Street. Ese honor recae en  el corto de 30 segundos Sherlock Holmes Baffled de 1900. Como película, su interés es relativo, pero como documento histórico sí tiene gran valor.

La recuperación de este título es una victoria contra el olvido: cabe recordar que, según la Deutsche Kinemathek, entre el 80% y el 90% del material rodado entre 1894 y 1930 está perdido y cada día que pasa será más difícil recuperarlo. La catástrofe también afecta (aunque menos) al cine sonoro y, entre las 50 más buscadas de todos los tiempos están desde el primer largometraje (The Story of the Kelly Gang, 1906, Australia), la primera en color (The Gulf Between, 1917, USA), o la primera película de animación muda (El Apastol, 1917, Argentina) y la sonora (Peludápolis, 1931, Argentina).

Las dificultades para recuperar una película antigua se entienden mejor a través de una anécdota, casi una metáfora, que ocurrió en la misma Cinemathèque Française. Allí apareció hace tiempo, por casualidad, la única copia que quedaba de The Unknown (1927), de Lon Chaney, y la guardaron con la etiqueta (lógica) de Desconocida. Así, la película que inspiró la canción Garras Humanas (título en Español) de la Orquesta Mondragón, volvió a desaparecer otra larga temporada junto a miles de películas clasificadas bajo el mismo epígrafe.

QUE EN PAZ DESCANSEN

Los motivos por los que una película puede desaparecer son múltiples. El primero es que, con la llegada del sonoro, los grandes estudios se encontraron con kilómetros de películas que, pensaron, jamás volverían a exhibir y que costaba un riñón almacenar. Así, cuando hacía falta un incendio, ¿qué mejor que recurrir a esos negativos?

Pero el principal enemigo ha sido, sin duda, el propio celuloide. El nitrato de plata es muy inestable y si suben las temperaturas se inflama fácilmente; cuando bajan, se deteriora y llega incluso a producir emanaciones de gases altamente tóxicos. Por eso en ocasiones se reciclaban los antiguos títulos para recuperar la plata y deshacerse de ellos.

A esto habría que añadir la fatalidad. La biblioteca de la productora Fox se quemó en 1937 y desapareció todo lo que conservaba hasta 1935; en 1967, otro incendio arrasó el almacén de la MGM.

LOS CABEZOTAS, CAPÍTULO APARTE

Hay otra categoría de películas perdidas y el culpable tiene nombre y apellidos. Por ejemplo, la diva Sarah Bernhardt ordenó quemar los negativos y las copias de todas sus apariciones en la gran pantalla salvo Her Friend the Bandit (1914). De Chaplin como actor se conserva todo salvo A woman of the sea (1926), que produjo él y dirigió Joseph von Sternberg. Su viuda Oona O'Neil ordenó quemar la única copia en 1991 poco antes de morir.

Otros que podrían incluirse en este epígrafe son Woody Allen o Stanley Kubrick. El primero hizo dos versiones de Septiembre (1987) pero de la primera (protagonizada por Sam Shepard y Maureen O'Sullivan) no se sabe absolutamente nada. El británico no está en la lista de casualidad. Durante años se empeño en hacer desaparecer físicamente las copias de Fear and Desire (1953), su ópera prima. Por suerte, Kodak (que reveló  el negativo) guardaba una en sus archivos, que es la que se editó en DVD.

DA PARA UN LIBRO

El tema de las películas perdidas da para un libro. Y de hecho hay uno genial de Augusto Cruz titulado Londres después de Medianoche (Seix Barral, 2014). Gracias a su extensa labor de documentación se convirtió en un experto en la materia y lo plasmó en un artículo para la revista La Nave.

Según explica Cruz, la situación es dramática. "Prácticamente ninguna gran estrella de aquella época se ha salvado de evitar la pérdida parcial o total de su obra. De los 150 filmes que protagonizó Lon Chaney, 110 están perdidos. De los 40 de Theda Bara, solo cuatro han sobrevivido y uno está incompleto. La actuación ganadora del Oscar de Emil Jannings en The Way of all Flesh (1927) no se puede ver más. De los 61 filmes de George Loane Tucker, uno de los primeros grandes directores de los inicios del cine, solo sobrevive Trafic in Souls (1915); el resto se ha perdido para siempre".

PERDIDAS A LA VISTA DE TODOS

Pero si los motivos por los que desaparece una película son variopintos, las recuperaciones no lo son menos. En cualquier lugar puede haber un tesoro escondido. Como explica Cruz "en el gélido Yukón (Alaska), una retroexcavadora hizo emerger cientos de rollos de películas que habían pertenecido a una biblioteca hasta 1929, cuando fueron utilizados como vertedero para rellenar una alberca que sería clausurada; así importantes filmes de Chaney, Harold Lloyd, Douglas Fairbanks Sr... asombrosamente bien conservados después de un entierro de 50 años vieron nuevamente la luz".

Pero los hallazgos casuales son sólo una parte. Muchas veces, simplemente están en una estantería esperando a que alguien les haga caso. Es el caso de la versión en español de Drácula (1931) de Tod Browning (dirigida por George Melford), que apareció en la Filmoteca de la Habana, o la versión completa de Metrópolis (1927) de Fritz Lang, que dormía el sueño de los justos en la de Buenos Aires. A la lista se puede añadir la española Rojo y negro (1942), de Carlos Arévalo. La cinta fue consdierada demasiado falangista para la censura franquista y fue prohibida a las tres semanas de su estreno. Se consideraba perdida hasta que reapareció en los 90 en las estanterías de la productora Cepicsa.

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