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CINE Y PERIODISMO

'Matad al mensajero': así nació la conspiranoia 2.0

JAVIER CAVANILLES. 04/10/2014

El thriller del año podría ser la biografía del periodista Gary Webb que denunció la relación de la administración Reagan con el tráfico de drogas y acabó ‘suicidado'

VALENCIA. Un periodista que no tiene miedo a la verdad. Un gobierno dispuesto a ocultarla. Unos medios de comunicación que se suman al encubrimiento. Presiones, amenazas, chantajes... y al final un suicidio. La historia del norteamericano Gary Webb (1955-2004) fue como una película.. y ahora sin el ‘como'. Matar al Mensajero, dirigida por Michael Cuesta (fogueado en Dexter, True Blood, Homeland), está llamado a ser el thriller del año.

Si ‘los que mandan' no lo impiden, llegará a nuestras pantallas el 14 de noviembre. El reparto está encabezado por Jeremy Renner (el Hawkeye de Los Vengadores), que se quita los leotardos para meterse en la piel del redactor. Junto a él, Andy García, Charlie Sheen, Ray Liotta y nuestra Paz Vega.

Más allá de la anécdota, el periodista es venerado en el mundillo conspiranoico como una de sus grandes referencias. Y con razón. No fue hasta su muerte cuando se reconoció el valor de sus informaciones sobre las conexiones entre el narco y la CIA para acabar con la revolución sandinista. Ya se sabe: no es una conspiración si puedes probarlo, y él lo hizo. Pero no sin pagar antes un gran precio personal.

CAÍDA Y AUGE DE UN PREMIO PULITZER

Webb era un periodista con un Pulitzer a sus espaldas cuando publicó en el San José Mercury News, en 1996, tres artículos titulados Dark Alliance (Oscura Alianza). En ellos aseguraba que la administración Reagan había permitido a los narcos nicaragüenses inundar Los Ángeles con cocaína para financiar a la Contra. Lo curioso de su caso es que la reacción contra él no vino del Gobierno, sino sobre todo de medios como Los Angeles Times, Washington Post o NY Times.

En 2004, arruinado y desacreditado, se pegó dos tiros. Entonces, llegó su rehabilitación y los mismos medios que acabaron con su reputación reconocieron que tenía razón. Un poco tarde ya que una investigación del Senado de 1998 ya había llegado a las mismas conclusiones e incluso había ido un poco más lejos que el propio periodista.

LOS OTROS GARY WEBB

Webb no es el único periodista venerado por el panteón conspiranoico de internet. Otros le precedieron o sucedieron, y todos vivieron biografías paralelas. Sin duda el más conocido fue Danny Casolaro (1947-1991) quien, como dicta la liturgia, también se suicidó, algo que la familia nunca ha creído. Su biografía se hizo Danny Casolaro.famosa en España gracias a la novela La Conspiración Octopus (2010, Ediciones B) de Daniel Estulin.

Según él, el verdadero gobierno de Estados Unidos era una misteriosa organización que bautizó, por sus ramificaciones, como Octopus (el pulpo). Sus descubrimientos incluían envíos de armas al gobierno iraní en 1980 para que no liberara a 52 americanos retenidos desde hacía un año. Todo vía Israel y con la Contra, cómo no, como telón de fondo. ¡Casi res porta el diari!

La idea tras la llamada Sorpresa de Octubre era perjudicar la candidatura de Jimmy Carter y favorecer a Ronald Reagan. Además, a todo eso Casolaro sumó el escándalo de la quiebra del Banco Internacional de Crédito de Comercio o la existencia de un programa informático que EEUU vendía a sus aliados para espiarles, una especie de caso Snowden 30 años avant la lettre.

HATFIELD, EL PERIODISTA CHORIZO

La tradición del moderno periodista rebelde incluye también a James Hatfield (1958-2001), cuyo libro El Nerón del Siglo XXI: George W. Bush (Apóstrofe, 2004), desató un auténtica tormenta política antes de acabar en la hoguera (el libro, no él).

En la obra, que se publicó durante la campaña electoral de 2000, Hatfield descubrió algunos datos que rompían con la idílica imagen que había manufacturado el Partido Republicano sobre su candidato. Acusó a ‘W' de haber sido alcohólico, farlopero, un negado en los negocios, casi un desertor y un niño de papá que entró en Harvard por enchufe.

Lo que acabó con Hatfield no fue el libro en sí, que nadie discute, sino su pasado. Entre otras cosas, había sido condenado por pagar a un tipo para que matara a un ex jefe y por malversación. St Martin Press retiró el libro (que estaba siendo un best-seller) y el autor cayó en desgracia.

Sin embargo, el documental Horns and Halos (Michael Galinsky y Suki Hawley, 2002)  reivindicó su figura y la obra ha conocido ya dos reediciones. Aún así, el episodio acabó con sus finanzas y su resistencia: cuando se suicidó, la policía le buscaba por usar una tarjeta de crédito falsa.

RUPPERT VS CIA

El último de esta lista no exhaustiva es el gran Michael Ruppert (1951-2014), que fue el protagonista del mejor documental sobre este tipo de periodistas: Colapso (Chris Smith, 2009). Ruppert comenzó como detective del departamento de policía de Los Ángeles y se dio a conocer cuando denunció la complicidad de la CIA con el tráfico de drogas, lo que le costó el puesto al entonces director de la agencia, John Deutch.

Luego lanzó la mítica web From the Wilderness -también conocida como Cop vs CIA- en la que se dedicaba a echar luz sobre la trastienda del poder. Pero su momento de gloria llegó con Crossing the Rubicon, sin duda uno mejores de los libros conspiranoicos sobre el 11 S. Con el tiempo, dejó el atentado a un lado y se convirtió en el apóstol del Peak Oil, ese momento en el que se consumirá más petróleo del que extrae y comenzará el enésimo fin del mundo.

Como siempre, tuvo tras él una legión de seguidores y otra de detractores. Su caída en desgracia comenzó cuando una ex trabajadora le acusó de acoso sexual (un asunto extraño, aunque le tocó pagar). Y luego se repitió el patrón de siempre: su prestigio se resquebrajó, su salud se resintió, se arruinó y el pasado 13 de abril decidió adelantarse a los acontecimientos: se metió en su cabaña y se pegó un tiro. Sus amigos aceptaron la conclusión oficial de suicidio, Google no.

Y EN ESTO QUE LLEGÓ WILLY

Pero de todos, el más influyente de los muckarckers, y el que ha sentado el modus operandi de los conspiranoicos de Internet, fue el bueno de William Cooper (1943-2001). Ex militar metido a periodista, tuvo el dudoso honor de ser considerado por la administración Clinton como uno de los William Cooper.personajes más peligrosos del país. Su delirante Behold a Pale Horse (1991) se convirtió en la Guía Michelín de las milicias de todo EEUU.

Cooper lo tenía todo, hasta el punto de que ser uno de los primeros negacionistas del Sida fue el menor de sus pecados. Según él, una cábala formada por el grupo Bilderberg y los Illuminati dominaban el mundo a través de la ONU o algo así. Por supuesto, el gobierno americano había pactado con los extraterrestres y a Kennedy  lo mató el chófer (no me invento nada).

Cooper fue un enfermo mental sin diagnosticar que murió en 2001 abatido por la policía un día que fueron a detenerlo por haber amenazado de muerte a varios vecinos. "¡Mentira!", clamaron los suyos, "lo quitaron de en medio porque sabía la verdad sobre el 11-S". De hecho, anticipó que algo iba a pasar y que se culparía a Bin Laden.  

EL LEGADO

Los Webb, Casolaro, Ruppert... forman parte de la pequeña historia del periodismo. Equivocados o no, siempre sinceros, abonaron la idea de que el gobierno siempre oculta algo. Gary Webb.No sólo desafiaron al poder político, también al mediático, y pagaron un alto precio.

Por lo menos consiguieron poner en cuestión las ‘versiones oficiales' y nadie puede negar que fueron honestos en su búsqueda de la verdad. Sin embargo, su legado se diluyó tras la irrupción de Cooper y su periodismo de investigación basado en inventarse noticias en función del huevo que le picaba.  Jim Marrs, Aaron Russo, Texe Marrs, Jeff Rense... tantos otros tomaron su antorcha y se convirtieron en los muckrakers de la era Internet. Así va el mundo.

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