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LA PANTALLA GOBAL

Los lozanos
cincuenta años de 'Por un puñado de dólares'

EDUARDO GUILLOT. 19/08/2014 Se cumple medio siglo desde que se estrenó la película con la que Sergio Leone cambió el cine del Oeste y la carrera de Clint Eastwood

VALENCIA. Sombrero de ala ancha, poncho mexicano y purito en la comisura de los labios. La inconfundible imagen de Clint Eastwood en Por un puñado de dólares (Per un pugno di dollari, Sergio Leone, 1964) ha pasado a la historia del cine como representación icónica de un modo muy particular de entender el western, género estadounidense por excelencia que, a mediados de los años sesenta, experimentó un inusitado resurgimiento en Europa, precisamente cuando en su país de origen comenzaban a cuestionarse los valores que habían hecho de las películas del Oeste el vehículo idóneo para narrar la construcción del mito del nacimiento y desarrollo de la nación más poderosa del mundo.

Mientras el llamado western crepuscular se poblaba de héroes viejos y cansados, superados por el inexorable cambio de época (llegada del ferrocarril, cambios en las comunicaciones, incipiente desarrollo urbano), y articulaba una mirada teñida de ironía y nostalgia sobre el pasado perdido, un italiano que hasta entonces se había dedicado al péplum (Los últimos días de Pompeya, El coloso de Rodas) iba a lograr un éxito sin precedentes gracias a una película que ofrecía una relectura de las claves básicas del western clásico.

Pero el origen de Por un puñado de dólares no está en el western americano, sino en Yojimbo (1961), de Akira Kurosawa. El director de fotografía Enzo Barboni recomendó a Sergio Leone que viera la cinta japonesa, porque era susceptible de ser trasladada al lejano Oeste, del mismo modo que Hollywood había hecho unos años atrás con Los siete samuráis (Shichinin no samurái, Akira Kurosawa, 1954), reconvertida en la exitosa Los siete magníficos (The Magnificent Seven, John Sturges, 1960). Como los estadounidenses, Leone y su equipo de guionistas no consideraron oportuno reseñar en los títulos de crédito que el argumento era una adaptación, y tampoco se pagaron derechos a Toho, la productora de Yojimbo. Con un 40% de capital italiano, un 35% español y un 25% alemán, el proyecto estaba listo para ponerse en marcha.

UN ÉXITO INESPERADO

El reducido presupuesto obligaba a encontrar un actor principal de caché accesible, y el elegido fue un joven americano llamado Clint Eastwood, que llevaba desde 1959 protagonizando la serie televisiva Rawhide, sobre un grupo de vaqueros trashumantes. A excepción de algunos días con localizaciones en Roma y Almería, el grueso del rodaje tuvo lugar en el poblado de Hoyo de Manzanares (Madrid), y sin sonido directo, ya que Eastwood no hablaba italiano. En principio, parecía que Por un puñado de dólares estaba destinada a obtener una discreta carrera comercial, como otros westerns italianos a rebufo de las producciones americanas (de hecho, Sergio Leone firmó la película como Bob Robertson, para darle un aire más cosmopolita). No obstante, se convirtió en un gran éxito de taquilla, catapultó a Eastwood al estrellato e internacionalizó un nuevo modo de concebir el género popularmente conocido como spaghetti western.

Muchos fueron los factores que contribuyeron a la excelente acogida del film por parte del público. Entre ellos, su descarnada violencia, inhabitual en el género clásico y eje sobre el que giraron muchas críticas negativas en el momento de su estreno. También fue determinante la excelente banda sonora de Ennio Morricone, repleta de atonalidades, silbidos, campanas, arpas de boca y coros sin texto, que configuran un score extraño y fantasmagórico, como el personaje de Eastwood, un tipo lacónico que surge de la nada para inmiscuirse en la guerra que libran las dos familias de delincuentes que se disputan el poder en el poblado donde tiene lugar la acción. Y, por supuesto, el pulso de Leone, un cineasta que, a falta de espacios abiertos con los que rentabilizar el formato scope, convirtió los rostros de los protagonistas en el mapa emocional de la película.

Por un puñado de dólares no fue el primer spaghetti western, pero sí el que llamó la atención sobre una visión del género que podía ir más allá de la mera explotación, y que el director amplificaría en títulos posteriores como La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, 1965) y El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966), ambas protagonizadas por el mismo personaje encarnado por Eastwood (y que conforman la llamada Trilogía del dólar). El máximo grado de depuración del estilo de Leone llegaría poco después, con Hasta que llegó su hora (C'era una volta il West, 1968), una obra maestra que es también un canto elegíaco por el western.

WESTERN EUROPEO

El calificativo de spaghetti asoció el subgénero con Italia, pero hace ya muchos años que los analistas cinematográficos prefieren hablar de western europeo. Por un lado, la definición evita el matiz despectivo, y por otro reconoce la notable aportación de otros países a la corriente. De hecho, Rafael de España publicó un ensayo titulado Breve historia del western mediterráneo (Ediciones Glénat, 2002), circunscribiendo el ámbito de producción a un área geográfica muy concreta, mientras que Pedro Gutiérrez Recacha afinó todavía más en 2010 con su estudio Spanish Western. El cine del Oeste como subgénero español (1954-1965), editado por la Filmoteca Valenciana. Y lo cierto es que directores como Joaquín Romero Marchent reincidieron a menudo en el género con títulos como El sabor de la venganza o Antes llega la muerte (que se vendió al extranjero como Seven from Texas), ambas de 1964, el mismo año en que se estrenó Por un puñado de dólares. Incluso se llegó a hablar de gazpacho western (no es broma).

 

Sin embargo, el western europeo más curioso, y también el más desconocido, es el que se produjo en los países del Este del continente, como respuesta directa a la visión de la conquista de Estados Unidos que oficializó la industria cinematográfica americana. Son los llamados Red Westerns, a los que el Festival de Rotterdam dedicó una amplia retrospectiva en su edición de 2011. Se trata de películas que utilizan los esquemas del cine del Oeste para abordar contenidos y temáticas de clara orientación ideológica. El ciclo incluía cintas como la rusa Niekas nenorejo mirti (Vitautas Zalakiavichus, 1966), pero también muestras del género rodadas en Polonia, la República Democrática Alemana, Bulgaria, Rumania o Checoslovaquia, país de procedencia de una de las más famosas: Lemonade Joe (Limonádovy Joe aneb Konská opera, Oldrich Lipsky, 1964).

Asociada en ocasiones con la nueva ola del cine checo, es una divertida parodia que pone en solfa los tópicos del género y, con ellos, el sistema capitalista. La sinopsis de la película resume sus intenciones: Joe, un pistolero abstemio, llega a un pueblo donde los hombres toman whisky, pelean todo el tiempo, hacen apuestas y se baten en duelo. Joe se enfrentará a los villanos, con la ayuda de una familia evangelista, tratando de erradicar el consumo de whisky y, de paso, promoviendo el de Cola-Loca, una bebida que, como se encarga de aclarar, es lo que le mantiene saludable y le otorga su puntería legendaria. ¿Qué se creían? ¿Qué la falta de sutileza es una característica exclusiva del cine comercial americano?

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