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ANÁLISIS HISTÓRICO

20 años de FIB:
quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA/ FOTOS: EFE/FIB. 12/07/2014 Repaso al pasado y presente del festival y entrevista con su director Melvin Benn, quien habla sobre el futuro de un certamen que cumple esta semana dos décadas con un cartel consistente pero carente de señuelos

VALENCIA. La nostalgia es un sentimiento que reconforta pero al mismo tiempo puede llegar a paralizar. Por suerte, la mayoría de recuerdos que se asocian con las ediciones más lejanas del FIB no obran el espejismo de confundir el deseo con la realidad actual. No esterilizan ante el estado de las cosas.

Los más viejos del lugar pueden evocar la memoria de aquella incipiente escena indie hispana, aquel ilusionante escaparate de la actualidad que se gestaba en el viejo Velódromo de Benicàssim y ese fragor casi doméstico que germinaba como modesta alternativa a aquella anglodependencia que se concretaba en caros viajes a Reading o Glastonbury. Recuerdos que se entremezclan con borrosas escenas de campings, carpas de andar por casa, hoteles de dos estrellas y el cálido regusto de la familiaridad. En el mejor de los casos.

Pero nada de lo que ocurría en 1995, cuando el Festival Internacional de Benicàssim apenas congregaba a 6.000 personas por día, nubla el juicio actual de aquellos que han ido comprobando cómo la cita se convirtió en una reunión mastodóntica (los 35.000 espectadores de 2002, con el aforo casi desbordado, o el récord de 50.000 almas en 2011).

La transformación del festival se ha fraguado en paralelo a la de su propio público, cuyo porcentaje foráneo (especialmente la clientela británica) aumentó gradualmente desde apenas un tercio hasta las casi tres cuartas partas que constituye ahora.

El giro cobró oficialidad en 2009, cuando Miguel y José Luis Morán, los hermanos que habían dado forma al festival desde la modesta plataforma que suponía la madrileña sala Maravillas, cedieron el mando en plaza al británico Vince Power. El filo británico de su oferta musical se agudizó aún más desde entonces, y la calamitosa salida a bolsa de gran parte del capital de la empresa gestora provocó lo que todos ustedes ya saben: que el FIB 2013 estuviera al borde de la suspensión a consecuencia de su delicada situación económica, inmersa en un concurso de acreedores. A tan solo dos semanas de su inicio y con la casa por barrer.

La entrada in extremis de dos nuevos accionistas, ligados a la industria de la música en directo en las islas británicas, obró el milagro. Y el traspaso de poderes en su gerencia principal se completó hace apenas dos meses, con el anuncio de que el también británico Melvin Benn, nuevo máximo accionista, se hacía cargo de la dirección.

Quizá sea pronto para saber si la permuta depara novedades de calado. A tenor de sus principales reclamos, nadie lo diría: la edición que comienza en apenas cuatro días carece de los reclamos históricos que jalonaron su décimo aniversario (Lou Reed, Brian Wilson, Kraftwerk, Pet Shop Boys o Morrissey, quien dio la espantada final), las exclusivas brillan por su ausencia y el predominante sesgo britanizado se mantiene, tal y como ya apuntamos en esta tribuna en febrero pasado. Los meses transcurridos no han hecho más que corroborarlo.

Sí es significativa la modesta recuperación de los conciertos gratuitos por las calles de Benicàssim en los días previos, parte de esas actividades paralelas que fueron cercenadas hace un año (con bandas de la Comunidad Valenciana como Montefuji, Gatomidi, Debigote o Arcana Has Soul) y que buscan recuperar la imbricación perdida con una población que ya se sentía demasiado ajena a la invasión de jóvenes pálidos que la acechaba.

Y sobre todo es palpable el cambio de talante: hacía años que desde el seno del FIB no se fomentaba de forma tan directa la interlocución entre su director y los medios. El carácter hosco de Vince Power (alguien que culpó en exclusiva a la crisis e incluso llegó a responsabilizar a la prensa local de la merma en la venta de entradas de su última edición) ha dado paso a la radiante cordialidad de Melvin Benn.

Así que aprovechando la coyuntura, hemos querido darnos un paseo por el pasado, presente y futuro del festival, en un trayecto compartido con el diplomático argumentario de su nuevo gestor.

PRETÉRITO IMPERFECTO

Las valoraciones pueden diferir en función del background y el callo adquirido por cada asistente. Ya sabemos que las experiencias asociadas a la música pop, no digamos ya a lo largo de cuatro días ligados al ocio estival y mayoritariamente juvenil, son personalmente  intransferibles.

Pero no es descabellado incidir en que el historial de este festival se escribe con los caracteres mayúsculos que en su momento trazaron los shows de Björk (1998), The Jon Spencer Blues Explosion (1999), Primal Scream (2000), PJ Harvey (2001), The Avalanches (2001), Nick Cave & The Bad Seeds (2005), Leonard Cohen (2008) o Portishead (2011).

Bobby Gillespie, de Primal Scream, en el FIB. Óscar L. Tejeda/FIB

O más globalmente, con la memorable (¿irrepetible en su significación?) edición de 1998, una suerte de muestrario crepuscular, sin parangón entonces en nuestro país, de proyectos absolutamente definitorios para entender el pop y el rock alternativo de los años 90, cuando todos ellos estaban muy lejos de su ocaso: Sonic Youth, Yo La Tengo, Teenage Fanclub, Saint Etienne, Mogwai, Luna, Tindersticks, Tortoise, Spiritualized, Goldie o las ya mentados Björk, Primal Scream y PJ Harvey. Fue la primera que se celebró en el actual recinto junto a la N-340.

Asturianos, andaluces, vascos y catalanes proliferaban entre el público. De entre el llegado de fuera, el francés era el público mayoritario. Y la palabra más repetida en los medios era "consolidación". Así fue al menos hasta 2003 y 2004, años en los que el certamen comenzó a vender su producto a los tour operadores turísticos de Gran Bretaña, incrementando la presencia de sus paisanos hasta casi la mitad de su aforo (45% ya en 2004).

Más de un 60% en las últimas ediciones. Precisamente aquel 2004 fue el primer año en que Melvin Benn pisó Benicàssim. Y ahí parece residir el origen remoto de su decisión de tomar sus riendas, si hay que creerle: "Supongo que la verdad es que es un festival que siempre he respetado y quería formar parte de él desde hace diez años, cuando vine por primera vez", nos cuenta vía telefónica desde Londres. No sin antes exhibir una socarrona carcajada cuando le preguntamos qué es lo que le ha llevado a aceptar el desafío de dirigir un festival que hace tan solo un año caminaba sobre el alambre.

Desde el 2004, el FIB ha tenido ediciones brillantes que se han visto refrendadas por el público (las de 2005 o 2011) y otras en las que la endeblez y lo reiterativo de su cartel ha obligado a sacar del armario la socorrida expresión de "año de transición", aunque esa transición no terminara de conducir a ningún sitio distinto. Así ocurrió con la de 2010, en la que el embate de la competencia (aunque el Summercase, que había representado su principal amenaza hasta 2008, hubiera desaparecido) le llevó a mermar sus cifras casi hasta la mitad.

PRESENTE AMBIVALENTE

Es la principal novedad, y se anuncia desde hace solo tres semanas como Rock This Town. Consiste en dos jornadas de conciertos gratuitos en enclaves urbanos de Benicàssim, aderezados con danza y fuegos artificiales. Y viene a recuperar parte de esa sugestiva oferta complementaria que la cita orquestaba hasta hace unos años también en torno al cine y a las artes escénicas. Actúan Montefuji, A-Phonics, Gatomidi, The Last Band, Trepàt, Debigote o Arcana Has Soul, bandas todas procedentes de la Comunidad Valenciana.

"Una de las cosas que quería recuperar es el pre-festival, y es una buena oportunidad para volver a conectar no solo con la ciudad de Benicàssim sino también con toda la Comunidad Valenciana. Y no nos engañemos: también con todos los visitantes. A todos ellos les gustan las actividades previas", argumenta Benn, sobre lo que parece un primer y tímido paso dentro de una estrategia por recuperar esa implicación del público local, que cada vez se ha difuminado más con los años.

Aunque "la estrategia es vender cuantos más tickets mejor, y a público de todas partes", reconoce abiertamente el nuevo director. Un tipo que contemporiza en cada pregunta, templa para evitar comprometerse en exceso e intenta desmarcarse de la sombra de la abusiva britanización. Quizá por eso nos cuenta que "una de las cosas fantásticas de Benicàssim es la multiculturalidad de su audiencia. Es un festival genuinamente europeo, con gente de muchos países. Entre ellos españoles. Y sí, me gustaría ver a más españoles en el festival. Pero también más ingleses, irlandeses, franceses, belgas o suizos".

No parece que mucha gente se acuerde en este momento, pero se aseguró al final de la edición de 2013 que Vince Power continuaría otros tres años como director, en una suerte de periodo de transición ante la entrada de nuevos accionistas. No queda claro qué ha cambiado desde entonces para que esto ya no sea así, y tampoco es algo que Melvin Benn esté muy dispuesto a aclarar: "De hecho, Vince (Power) está implicado en el festival como accionista, pero ya no es el director. Él mantiene el interés por que el festival funcione bien. No sé qué es lo que se haya podido decir el año pasado: todo lo que puedo decir es que solo puedo responder ante lo que ocurre desde este momento".

El público congregado para Arctic Monkeys. Óscar L. Tejeda/FIB.

Entrando en harina actual, la ocasión es pintiparada para preguntarle si no le parece hasta cierto punto decepcionante que este 20 aniversario carezca de reclamos históricos, con peso de leyenda. E incluso de una modesta inclusión de guiños a su propio pasado. Él no lo ve desde la misma óptica, claro: "No, no lo creo. Tenemos a un grupo como Kasabian, que es cabeza de cartel el último día en el festival de Glastonbury. The Libertines, que hace poco acaban de encabezar su propio show con entradas agotadas en el Hyde Park de Londres, continuando con la tradición de grandes espectáculos de Rolling Stones, Bruce Springsteen o Paul McCartney, quienes también triunfaron en ese recinto. Todo el mundo tiene diferentes visiones sobre quién debería o no debería estar. Pero yo diría que tenemos un fantástico cartel. Y una de las cosas que se deberían celebrar es precisamente esa: que el festival cumple 20 años, y eso es algo que no parecía que fuera a ocurrir hace justo un año".

LOS RECLAMOS DE ESTE AÑO

El dance rock picapedrero y funcional de Kasabian y la reunificación de The Libertines (quienes despacharon dos soberbios álbumes en 2002 y 2004, principal respuesta británica al órdago de The Strokes) son las dos razones de peso que esgrime su director, en consonancia con el tamaño que ocupan los caracteres de ambos en el cartel. Una banda de rango medio y gran poder de convocatoria junto a otra con galones, pero siempre proclive a la anarquía escénica.

Ambos refuerzan la insularidad del fin de semana, ya de por sí estipulada en el hip hop de Tinie Tempah, el pop multirreferencial de Lily Allen (tras su suspensión de hace unos años), el dubstep inocuo de Katy B o Chase & Status, el pop sintético de Ellie Goulding o la reincidencia de saldos extraídos del cajón de medianías y hypes que han pasado tiempos mejores: The Courteeners, Razorlight, Klaxons y, en menor medida, Travis.

Hay propuestas a priori más jugosas, claro. Si hemos de buscar el reverso positivo a la rutina que comportan algunas actuaciones, hay sin duda más argumentos que el año pasado. Entre ellos, la secular maestría de Paul Weller, en una de sus plazas seguras. O la irrupción por primera vez del pop multiculturalista de M.I.A., cuyas grietas en su trayecto discográfico pueden ser enlucidas con el arsenal de hits que detenta, en un directo efervescente.

Los apuntes de nueva psicodelia también merecen aflorar, desde la chispa de Of Montreal a la sobriedad de Tame Impala. Así como el clasicismo formal de jóvenes sobradamente preparados, que apuntan alto y aguantan la mirada de los venerables referentes que manejan: el reincidente Jake Bugg (siempre con la sombra de Dylan o Johnny Cash) o Paolo Nutini (ídem con Ben Harper o John Martyn).

Manic Street Preachers estarán en el FIB.

La vida después de The Strokes continúa estupendamente para Albert Hammond Jr, un músico que ya sabe lo que es ofrecer notables conciertos en el escenario principal. Y la fiabilidad de algunos corredores de fondo británicos se concretará mejor que nadie con The Charlatans (ya presentes en el primer FIB), James o Manic Street Preachers. Más incógnitas presenta la vuelta de The Presidents of The United States Of America, aunque lleguen con un apañado nuevo disco bajo el brazo.

Donde sí se aprecia un cierto hilo conductor, y de lo más saludable, es en la selección de bandas estatales. Un listado de nombres alentador, en su mayoría, y que afortunadamente se distancia de la galería de grupos de indie epidérmico que pueblan tantos y tantos festivales por toda nuestra geografía desde hace unos años. El Pardo, Gaf y La Estrella de la Muerte, Triángulo de Amor Bizarro, Los Nastys, El Último Vecino, Tachenko, Manel, Juventud Juché, Los Claveles, Kokoshca, los valencianos Maronda o los castellonenses Skizophonic conforman un abanico diverso, regido por una expresividad bastante directa. Incluso están Automatics, surgidos de la noche de los tiempos, y única banda de las de este año (junto a The Charlatans) que ya formó parte del primer FIB, en 1995.

Curiosamente, la mitad de ellos alumbran unos textos que transmiten la sensación de zozobra ante el herrumbroso entorno sociopolítico en el que han de prosperar. No ha habido en la historia del FIB un elenco de bandas hispanas con tan combativa actitud notarial, y no es un detalle menor. Tendría su miga saber qué imagen del país se llevarían las hordas británicas si tuvieran la posibilidad (o el interés) de entender los que muchos de ellos transmiten en sus canciones.

De momento, sobre la cadencia en la venta de abonos, Benn nos cuenta que "se están vendiendo más que el año pasado por estas fechas. Puede que al final estemos en torno a los 32.000 espectadores diarios, aunque seguramente no vayamos a llegar a los 35.000 del año pasado".

 

FUTURO COMPUESTO

Melvin Benn no se ve a sí mismo como una solución transitoria. Más bien al contrario: "Tenemos unos fantásticos 20 años por delante, porque yo he venido no para este año, sino quedarme por mucho tiempo", dice. Y ya que se muestra tan proclive a que un mayor reparto de nacionalidades se imponga entre el público, es obligado consultarle si esa diversidad va a verse traducida en la composición de su cartel.

No solo por grupos estatales, que han seguido gozando de cierta presencia pero horarios más intempestivos (aunque su encaje sea ahora menos rentable ante la facilidad para verles en citas más baratas), sino de cualquier otra latitud o género: "Sí, estoy totalmente abierto a eso. A bandas de cualquier procedencia".

E insiste en la conexión con Benicàssim como refuerzo indispensable de su imagen de marca: "El hecho de que el pueblo se sienta cómodo con el festival y quiera su continuidad es algo muy importante. Y espero verlo por otros 20 años".

El FIB y Benicàssim, ese clásico. Aún con mucha vida por delante.

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