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CONCIERTO EN VIVEROS

Drexler: "Se echó un manto de dinero sobre la música y ahora se ha echado odio"

CARLOS AIMEUR. 10/07/2014 El músico uruguayo, afincado en España desde hace más de 20 años, regresa con 'Bailar en la cueva'; actuará en la Feria de Julio de Valencia este viernes

VALENCIA. "¿Quien nos iba a decir en el 2004 que esta maquinaria, esta rueda de plata, iba a parar, que los ayuntamientos iban a dejar de contratar y que íbamos a dejar de tener 60 bolos al año?", se pregunta en voz alta Jorge Drexler. Uruguayo, 49 años, más de 20 de ellos con residencia en España, casado con una española (Leonor Watling), padre de niños españoles, moro judío que vive entre los cristianos según su propia descripción en la célebre ‘Milonga del moro judío', ganador de un Óscar por ‘Al otro lado del río' y autor de algunas de las canciones más famosas en español de las últimas décadas (¿quién no conoce ‘Todo se transforma'?), Drexler estará presente en Valencia este viernes 11 como uno de los conciertos estelares de la Feria de Julio en los jardines de Viveros.

Actuará en un espectáculo en el que compartirá escenario con el grupo de su mujer y Alejandro Pelayo, Marlango, que tocará antes que él. La presencia del uruguayo en la ciudad donde inició su andadura en España es frecuente. Hace ahora dos décadas que se instaló en Quart de Poblet, como un inmigrante más, dejando atrás una carrera en su país natal y apostando por un salto del charco que, el tiempo le ha dado la razón, ha sido un gran acierto.

Ha vivido todo en España. Por ser ha sido hasta pregonero del Carnaval de Cádiz en 2013. Desde su posición ha visto desde el ascenso de la música como objeto de consumo de finales de los noventa a los años dorados de principios de siglo, hasta la debacle posterior. Ha sido testigo privilegiado de cómo el arte ha sido malbaratado, despreciado en el sentido último del término, hasta convertirse en un objeto de consumo desechable. Pero, siendo consciente de que el vaso está casi vacío, él, de natural optimista, encuentra motivos para la esperanza. El primero, que cree que está travesía del desierto es una auténtica cura de humildad. "Lo más beneficioso a la larga es que el dinero de la subvención es tan malo como el tratamiento que le da al arte el Gobierno", comenta desde el otro lado del teléfono.

"La música está hundida. Ha recibido una estocada y todavía no ha empezado su recuperación pero creo que va a recuperarse porque hay un potencial enorme en este país. De alguna manera hay un resto de ciudadanía, de infraestructuras, que puede levantar una cosa así. Si viajas por otro lados del mundo hay una serie de ausencias logísticas que en España no ocurre", explica.

En el fondo, admite, la debacle no le ha pillado de sorpresa. "Yo veía adormilado al medio en la década de los noventa. No quiero parecer ofensivo pero venía de Uruguay y percibía que el nivel de exigencia, de investigación, era más alto que el de la gente aquí. Nosotros le dábamos más vueltas a las cosas, mucho más que aquí. Había una cadena de desinterés. El músico no se esforzaba. El ayuntamiento pagaba lo que se pidiera, le daba igual. El manager compraba cualquier cosa y no le importaba el resultado final porque siempre se llevaba su comisión. Y al final de la cadena, el cliente del concierto no pagaba la música, lo veía en la plaza del pueblo mientras se tomaba una cerveza, y no ponía en valor lo que estaba escuchando", resume con su habitual lucidez. "Se echó un manto de dinero encima de la música, y ahora se ha echado un manto de odio político", añade.

Drexler alude varias veces durante la conversación al libro de Antonio Escohotado Los enemigos del comercio. "¿Lo has leído? Debes leerlo. Echa por tierra el todo gratis de los conciertos. He visto en Argentina y Uruguay a la gente pagar la entrada a conciertos a cuotas. El problema es dónde pone uno las prioridades: como la música no tenía precio, no tenía valor. Nos acostumbraron a que la música es algo que no se paga. Creo que cuando los músicos españoles van ahora a Latinoamérica, no sólo buscan el hecho de poder cobrar sino también la sensación de que se aprecia la música, van a buscar un estado anímico. Por eso fuimos nosotros a Colombia a grabar", explica en alusión al hecho de que su último disco, Bailar en la cueva, se ha grabado en el país sudamericano.

'BAILAR LA CUEVA', SU DISCO MÁS BAILABLE

Bailar en la cueva es el disco que presentará este viernes en Valencia, en su concierto, un trabajo, el décimo de su carrera, en el que ha contado con la colaboración de Caetano Veloso, Bomba Estéreo, Ana Tijoux y Eduardo Cabra de Calle 13, entre otros. Tras escucharlo resulta casi inevitable pensar en Peter Gabriel, o en Paul Simon, que el mismo Drexler cita expresamente, o David Byrne, músicos que desde el mainstream más intelectual han explorado en busca de sonidos bailables, rítmicos. Son comparaciones que no le molestan, en especial la de Gabriel, del que se reconoce "admirador".

"Hay otra cosa que me une a él: el énfasis en la contemporaneidad, en la búsqueda de un camino nuevo, la búsqueda de un ritmo con punch", aunque insiste en que su principal referencia ha sido discos como el imprescindible Graceland de Simon, "búsqueda rítmicas hechas desde la intelectualidad". "Son personas que se concentran, gente que proviene del mundo de las ideas que explora las bases rítmicas. Mi idea es bajar a los pies la música, perder el contacto con la cabeza y el pecho. Con ellos me une que he pasado por etapa más emocionales, más electrónicas, y de repente una carga de África".

En cierto modo, con su actitud hace suya aquella expresión de The Edge, el guitarrista de U2, que dijo en su día que la música, en el fondo, se creó para bailar. Pero la matiza. "La música puede ser para escucharla en silencio, también en quietud, aunque en este disco todas las canciones han sido sometidas a ejercicios de telequinesia", bromea. "Si no invitaban a mover los pies, si no invitaban a seguir el ritmo, buscábamos un nuevo arreglo".

Para ello ha limado cualquier atisbo de barroquismo. "Las tres primeras canciones del disco [‘Bailar en la cueva', ‘Bolivia', ‘Data data'] son más sintéticas en los acordes. ‘Bolivia' sólo tiene un acorde. ‘Data...' tiene una situación melódica. ‘Bailar en la cueva' son dos situaciones armónicas. Son canciones muy económicas. Hasta ‘Todo cae' tiene un movimiento ondulatorio", comenta.

Esa sencillez en la concepción es la que permite que el directo sea más rico, interesante. De hecho, los conciertos son uno de sus puntos fuertes. No en vano es un hombre curtido en centenares de escenarios, desde los cafés teatros a los grandes recintos. "Un disco es una hipótesis. En los directos las canciones terminan de desarrollarse como un recién nacido. No sé si es que mejoran; es que nosotros las terminamos de entender", explica.

Si se escucha con atención su discurso, se percibe que Drexler siempre habla de la composición, de los conciertos y de los discos en plural. No es un nos mayestático. Aunque es una persona que gusta de controlarlo todo, de articular todo el espectáculo desde unas ideas muy concretas, a la hora de desarrollarlas se apoya siempre en equipos a los que es leal. "Me gusta mucho el trabajo en el equipo y creo que sé hacerlo", dice. Pero es también consciente de sus propios defectos. "Soy muy pesado, muy insistente, pero abro puertas, doy espacios", se justifica.

En el caso de Bailar en la cueva gusta de señalar los méritos de sus colaboradores. "Gran parte del sonido del disco es responsabilidad del equipo, de sus coproductores, Sebastián Merlin y Carles Campón, de los colaboradores como Mario Galeano, Eduardo Cabra... Me he incluido como coproductor porque he querido asumir mi parte de la responsabilidad final".

Otro de los puntos característicos de este trabajo es que acude de nuevo a sus juegos de palabras, marca de la casa, en los que manipula frases obvias para darles un nuevo sentido. Ahí está el caso de la antes citada ‘Todo cae', que comienza con una estrofa que parece un canto a Perogrullo. "Todo cae/ tarde o temprano". Alma pop, en realidad su aparente sencillez no es simpleza, sino el juego idiomático de conceptos tan propio de los haikus.

"El haiku siempre ha sido una inspiración para mí. Las palabras puestas en una disposición tal se cargan de poder. La gracia no está en lo insólito del contenido, sino en el pequeño cambio del ángulo de la observación de un hecho de lo cotidiano, que le da un poder a la palabra sin necesitar de pirotecnia", comenta. Y emplea un símil cinematográfico. "Me gusta mover dos centímetros la cámara y descubrir algo nuevo en lo antiguo. Tiene que ver con los aspectos musicales: una sonoridad especial, de melodía sonora. A veces estás diciendo una cosa obvia, por ejemplo: ‘que sea lo que sea', y aportas una pausa".

En esa constante indagación que siempre le ha caracterizado, su nuevo trabajo incorpora como parte esencial la cumbia, presente en buena parte de los once temas, algo que justifica por el lugar de grabación del disco. "Estábamos en la cuna de la cumbia y además ahora es la lengua franca de Latinoamérica", dice. Un ritmo que se ha perdido en España por la crisis y la subsiguiente "ralentización de la llegada de la música latina".

HIJO DE UN NIÑO DE LA GUERRA

"Cuando yo llegué a España comenzaron a llegar los músicos cubanos. Después vinieron los argentinos y más tarde los colombianos. Hace cinco años que todo se interrumpió. Ahora es al revés, son los músicos españoles los que van allí y el que abrió el camino fue Xoel López, que es un genio. Cada uno va a trabajar dónde puede. Es curioso: Me he pasado la mitad de mi existencia ayudando a músicos latinos a venir a España y ahora a músicos españoles a viajar a Latinoamérica".

Una existencia azarosa la suya, tanto que hace cierta la máxima de Oliver Cromwell de que nunca se va más lejos como cuándo no se sabe adónde se va. "La verdad es que no tenía una idea clara de lo que quería hacer. Nunca fui un buen planificador de adónde iba. Ni ahora mismo tengo claro hacia dónde voy a ir. Soy un hijo de niño de la guerra [cuenta la historia de su padre en la impresionante ‘Bolivia'] y en su adn, que me transmitió, siempre hemos estado con la sensación de que no hay que dormirse en los laureles, de que las cosas cambian, de que hay que tener una estrategia alternativa".

Amable y mundano, muy activo en las redes sociales, asegura que una experiencia que ha tenido durante el Mundial le ha hecho replantearse su relación con ellas. Quiso mandar este martes un mensaje de apoyo a los aficionados brasileños y se despertó una polémica que no entendía. "Estoy viendo las noticias, viendo que bombardean Gaza, que bombardean Israel, y me metí una trifulca por un malentendido por un tuit de apoyo de Brasil", rememora. "Estoy un poco cansado de ellas", admite. Y es que los caminos de Internet son tan inescrutables como los del alma humana pero en ocasiones más agotadores.

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