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ARTE CLÁSICO

La obra maestra olvidada en los sótanos del Prado

C. AIMEUR. 02/07/2014 Guarda en sus peines una obra de Yáñez de la Almedina, inspirada en un sermón de San Vicente Ferrer

VALENCIA. Los Hernandos, el nombre artístico con el que se conoce al dúo de discípulos de Leonardo da Vinci que hicieron fortuna en la Valencia de principios del XVI, autores de algunas de las obras más relevantes del Renacimiento español como el retablo de la Catedral de Valencia, son unos artistas a los que con el paso del tiempo se va reivindicando cada vez más.

De los dos, Fernando de los Llanos (activo entre 1505 y 1525) y Fernando Yáñez de la Almedina (activo entre 1505 y 1537), es el segundo el que más fortuna está teniendo. Así lo apunta el historiador valenciano Vicente Samper, quien señala como ejemplo de ello que buena parte de las obras del artista manchego se encuentran disponibles en grandes instituciones museísticas.

"Hay algunas obras en manos privadas pero, excepción hecha de un magnífico Cristo entre San Pedro y San Juan que forma parte de la colección Abelló, casi toda su obra se puede contemplar en museos", explica.

La última gran institución que ha adquirido un Yáñez de la Almedina ha sido el prestigioso Metropolitan Museum de Nueva York, que compró en la casa de subastas Christie's una cabeza de Cristo inicialmente atribuida a Jacopo de Barbari, por un precio estimado en medio millón de dólares. Otros museos extranjeros que poseen obra suya son el Meadows de Dallas, que cuenta con un San Sebastián, y el Louvre, que atesora dibujos del español.

También el Museo del Prado apostó no hace mucho por la figura de Yáñez de la Almedina, el mejor embajador para los especialistas del Quatrocento italiano. En concreto, según comenta Samper, en 2006 se adquirieron dos tablas, un San Onofre y un San Francisco. E igualmente el Museo de Bellas Artes de Oviedo compró también una tabla.

UN CUADRO EN LOS ALMACENES

Este hecho no es óbice para que una de las obras más destacadas de Yáñez de la Almedina se encuentre en la actualidad lejos del acceso del gran público. En concreto se trata de la única Primera aparición del Prado. Actualmente la pintura no está expuesta y se encuentra además catalogada con atribución compartida junto al Maestro del Grifo.

Un reciente estudio de Samper desmiente esta atribución y se la da en exclusiva al pintor manchego. La pintura, obtenida en subasta en 1992 a través del legado Villaescusa, fue localizada por primera vez en 1954 en la colección Adanero. La obra fue adquirida por 80 millones de pesetas (480.000 euros), una cantidad reservada sólo para los grandes artistas.

En ella se trata de un tema silenciado en los evangelios pero que fue muy popular en la Valencia del XVI porque fue difundido por San Vicente Ferrer en sus Sermons de la Quaresma y más tarde por sor Isabel de Villena. Se trata pues de una visión de la religiosidad que llegó hasta la Valencia del XVI, se hizo popular entre los religiosos y le sería encargada a Yáñez de la Almedina durante su larga estancia en Valencia.

La pintura tiene por título no oficioso Cristo resucitado con María y los Padres del Limbo, y muestra a Cristo con las llagas en los pies y en la mano derecha, así como la lanzada de Longinos en su costado, portando la cruz y presentando a la Virgen a hombres y mujeres justos del Antiguo Testamento.

Por su estilo Samper enclava esta pintura en lo que entre los historiadores se conoce como "etapa madura valenciana" de Yáñez de la Almedina, un periodo que va de 1516 a 1521, y al que pertenecerían pinturas como la Resurrección del Museo de Bellas Artes de Valencia o el San Francisco antes citado que se exhibe en el Museo del Prado.

EL ROSTRO ‘VULGAR' DE LA VIRGEN MARÍA

En el conjunto del cuadro destaca para los historiadores el rostro de la Virgen María y no precisamente para bien. En este sentido el propio Samper no tiene reparos en calificar esa imagen como "vulgar", "nada que ver con la calidad de los rostros femeninos de Yáñez de la Almedina", de los que sería buen ejemplo en el retablo del altar mayor de la Catedral de Valencia donde los rostros femeninos son de una gran belleza.

La hipótesis que se ha manejado es que este rostro fuera obra de un miembro del taller, de ahí que no se le haya querido atribuir la autoría de la pintura por completo al manchego. Para Samper este detalle es irrelevante y formaría parte de la rutina productiva de los talleres artísticos del Renacimiento valenciano, y no haría sino que corroborar que la mayor parte de la pintura es obra del manchego y como tal debe serle atribuida en exclusividad.

Igualmente, Samper como otros historiadores manifiesta su sorpresa por el hecho de que un cuadro de tan grandes dimensiones como éste, y que tuvo un coste tan elevado, permanezca hoy en los sótanos. Algo que atribuye al hecho de que el propio museo ya exhibe pinturas de Yáñez de la Almedina en su colección permanente. Curiosamente, es la única obra de Yáñez de la Almedina que no se exhibe. Posiblemente sea una de las mejores pinturas ocultas del mundo.

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