JOAQUIM CLEMENTE . 08/06/2014 La Comunitat Valenciana atraviesa un cambio generacional en su empresariado que deja el ladrillo fuera de los nuevos negocios y de las empresas familiares. La producción de bienes y servicios es el horizonte de estas nuevas hornadas, que además rehuyen la luz de los focos

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De izquierda a derecha, Guillermo Lamsfus, Carlos Serrano, Alberto Gutiérrez, Hortensia Roig, Héctor Dominguis, Agustín Gregori, Antonio Arias, Myriam Gimeno, Íñigo Parra y Rosana Perán

VALENCIA. El cambio de ciclo económico tiene una especial incidencia en la Comunitat Valenciana. Tras los años de hegemonía del ladrillo, la nueva clase empresarial valenciana se está gestando desde las empresas familiares y desde nuevas iniciativas que poco tienen a ver con lo que fue el motor económico en el territorio durante algo más de una década.

Los antiguos referentes de la economía valenciana, vinculada en parte a la expansión del negocio inmobiliario, se han quedado del diseño del futuro tejido empresarial. Ya no cuentan nombres como los Soler, Ballester, Batalla, Ortiz, Gallego... El turno ahora es para otra generación -algunos herederos de la empresa familiar, otros base de una nueva economía- que han dejado atrás un modelo económico basado en expectativas (podría decirse especulación) para centrarse en una forma de hacer negocios en la que la base es la generación de valor ya sea por los bienes que producen como por los servicios especializados que ofrecen.

No es fácil identificar a los nuevos protagonistas de la empresa valenciana. No porque su intención sea pasar desapercibidos. La realidad, más para los que han vivido la época anterior, es más evidente. Los nuevos empresarios de referencia no persiguen el foco de la opinión pública como hicieron sus antecesores.

En esos años que ahora hemos dejado atrás de forma definitiva -solo los juzgados siguen ocupándose de ella- el poder económico y financiero valenciano tenía una traslación directa con el político. La correa de transmisión entre ambos funcionaba en los dos sentidos.

Así, un lobby era capaz de sentar a una mesa a los dirigentes de la Generalitat para lograr un acuerdo de gobierno (¿quién no recuerda el 'pacto del pollo'?) ejerciendo un poder que no tenía precedentes. Pero los tiempos han cambiado tanto que, de un lado, la influencia de un grupo de empresarios tiene un efecto limitado por la capacidad de los dirigentes de hacer cosas, y de otro, los nuevos directivos parecen haber asumido que su papel es muy distinto al que representaron sus antecesores.

UN NUEVO TEJIDO EMPRESARIAL PARA UNA NUEVA REALIDAD

La 'revolución empresarial' valenciana tienen varias vertientes que debe ser exploradas. Aunque este artículo pretende centrarse en la actividad individual de un grupo de empresarios, es imposible abstraerse al giro que protagonizaron las organizaciones representativas del tejido productivo local. Hace tres décadas, la patronal autonómica estaba controlada por "empresarios sin empresa". La definición, que data de entonces, no podría encajar mejor en un tipo de dirigente que, sin tener un poder suficiente en la economía real, sí lo ejercía en el entorno político. 

No es, sin embargo, la intención de este reportaje remontarse a José María Jiménez de la Iglesia y sus sucesores. Valga solo el ejemplo de José Vicente González como hito en el cambio de tendencia: el metal y bienes de equipo (cosas tangibles) tomó el relevo de la inmobiliaria (tangibles con un alto componente especulatorio). Si bien González ya lleva más de una década al frente del poder empresarial valenciano, la verdad es que su imagen es la de un industrial que ha sabido adaptarse a los tiempos, ya sean los nuevos o los anteriores. 

Pero la explosión de la burbuja inmobiliaria-financiera y, con ella, el fracaso de un modelo empresarial para el territorio, abrió un periodo de incertidumbre sobre cuál debía ser el nuevo tejido industrial valenciano. La incomparecencia de la Generalitat en este debate supuso dejar en manos de la iniciativa particular el diseño de una base económica que presenta como característica primera el empuje individual de empresas que no sucumbieron a la tentación del ladrillo como la de los que se fijaron en nuevos nichos de negocio para levantar su propuesta. 

UNA TREINTENA DE EMPRESARIOS PARA EL FUTURO  

Aunque muchos de los nombres, y por tanto, de las empresas que representan, evocan a los fundadores, lo cierto es que los nuevos referentes de la economía productiva valenciana empiezan a emerger de forma cada vez más evidente. Uno de los nombres que más se repiten cuando se insta a algún dirigente empresarial a cite a esos nuevos empresarios es el del consejero delegado del Grupo Dominguis, Héctor Dominguis. La empresa dedicada a la gestión de residuos peligrosos vive una importante expansión internacional consolidándose como referente en su actividad económica

Pero el listado de 'segundas generaciones' dispuestas a ampliar los negocios es larga: Francisco Segura ha tomado el control de la empresa familiar de estampaciones metálicas; Rosana Perán está al frente de la firma de calzado Pikolinos; David Devesa dirige la cadena hotelera Poseidón; Guillermo Lamsfus ha seguido los pasos de padre y ya marca la estrategia de Ice Cream Factory, la fábrica de helados que antes fue Avidesa. En el mismo sector, el de la alimentación, están María José Félix, hija de Federico Félix (Helados Estiu), Carlos Serrano (Cárnicas Serrano), Ignacio Alberola (La Alcoyana) o Antonio Pons, sobrino de Paco Pons, fundador de Importaco.

También en la agroalimentación trabaja el Grupo Grefusa, aunque los negocios de la familia Gregori, ahora en manos de Agustín Gregori, alcanzan otros sectores. Hortensia Roig, hija de Juan Roig, está al frente de Edem. De hecho, alrededor de Mercadona y sus interproveedores se ha generado una red empresarial que, pese a vivir bajo el paraguas de Mercadona, lo que les resta protagonismo, mueven millones de euros en negocio. 

Antonio Arias también es segunda generación en este caso de Vectalia, el grupo de servicios con sede en Alicante; Rebeca Lucas está al frente de Biopharma, una empresa que ha apostado por un mercado casi inédito en la industria valenciana. En el segmento de empresas vinculadas a la salud destacan Antonio Pellicer y José Remohí, fundadores del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI)

Alfredo Quesada es la nueva cabeza visible del grupo familiar Pavasal; Myriam Gimeno ha tomado las riendas de las divisiones hoteleras y de ocio del Grupo Gimeno; Fidel García Guzmán es la nueva generación al frente de las empresas del conglomerado familiar valenciano Guzmán.

Alberto Gutiérrez, responsable de la aceleradora Plug and Play; Gerardo Salvador, impulsor de la red de tiendas de dulces Belros; Javier Guerola, de la textil BC Fabrics; Pepe Navarro, que expande sus herbolarios por España, o Íñigo Parra, que defiende la planta de fabricación de trenes de Vossloh en Albuixec, forman también parte de ese grupo de nuevos empresarios.

De los grandes grupos constructores que dominaron la economía valenciana queda poco, al menos en España (algunos desarrollan actividad con éxito en el extranjero). Ignacio Bertolín, al frente del grupo familiar; Pablo y Ana Serratosa, inversores y actores relevantes del negocio de compra de activos inmobiliarios, o Martín Zamorano (AZA), son alguno de los que perviven. 

Son algunos, no todos, de los empresarios y directivos que forman la nueva economía valenciana. En buena parte está en sus manos desarrollar un tejido productivo que sustituya a un monocultivo que casi acaba con la economía valenciana.