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'Godzilla': el rey de los monstruos regresa con un 'reboot' aparatoso

I. A./ D. R.. 16/05/2014

MADRID (EP/CP). El rey de los monstruos vuelve a rugir en los cines. Godzilla, el reptil prehistórico que se alimentaba de las radiaciones nucleares alumbrado en el Japón traumatizado por la bomba atómica, vuelve 40 años después a las pantallas de todo el mundo pasado por el tamiz de Hollywood y ambientado en un nuevo mapa político y bajo el impacto de Fukushima. "Si hubiésemos hecho esta película en los 80 habría tratado sin duda de la Guerra Fría, pero hoy era más lógico plasmar cómo desde Occidente hemos impuesto la supervisión de las armas nucleares y cómo todo el arsenal estadounidense tiene que ser desmantelado para salvar a la humanidad. Nos gustaba ese simbolismo", aseguró Gareth Edwards al presentar el filme en Nueva York.

Edwards, responsable de la cinta de alienígenas Monsters, capitanea el regreso de Godzilla a los cines, donde no veíamos al monstruo desde 1998 en aquella aparatosa, infantiloide y simpática adaptación que dirigió Roland Emmerich, llena de chistes malos y escenas espectaculares; posiblemente su mejor película y la más incomprendida por una comunidad, los fanáticos de Godzilla (hay gente para todo), que fue implacable con el tono informal del alemán.

El joven y un tanto insulso matrimonio formado por Aaron Taylor-Johnson y Elizabeth Olsen, a los que pronto nos encontraremos esta vez como hermanos en la secuela de Los Vengadores, encabeza el reparto "humano" de una cinta que también cuenta con el veterano Ken Watanabe y Sally Hawkins, científicos eruditos que siguen los orígenes de Godzilla, con una fugaz Juliette Binoche y con Bryan Cranston, el ya eterno Walter White de la difunta Breaking Bad.

Pero Godzilla no es el único monstruo. Y es que, tal y como se vieron en los demasiado reveladores tráilers, esta nueva versión pone más criaturas enormes en danza. Todo sea por el bien del espectáculo. Que de eso hay, y mucho, en Godzilla. Aunque el arranque de la fiesta se hace esperar. En su afán por perseverar en la imitación de Alien y Tiburón que mostró en su anterior trabajo, donde los gigantescos extraterrestres eran una amenaza que solo se veía de soslayo, Edwards dilata en exceso la exhibición del monstruo en una primera hora centrada en la figura del personaje encarnado por Cranston y sus teorías de la conspiración.

Y sí, es cierto que los fuegos de artificio se hacen esperar... pero la paciencia tiene su recompensa. Con una factura técnica impecable y rodadas con la potencia necesaria, las secuencias de acción protagonizadas por el mastodóntico e imponente "depredador alfa" y sus también gigantescos adversarios son espectaculares. Lo son a pesar incluso del ya inevitable empeño en servirlas aderezarlas con un innecesario y por suerte no molesto 3D. Aunque claro, con un presupuesto de 190 millones de dólares...

Especial atención merece la música de Alexandre Desplat. El autor de las deliciosas músicas de las dos últimas genialidades de Wes Anderson (Moonrise Kingdom y Gran Hotel Budapest) y nominado al Oscar por Philomena, demuestra en Godzilla que es capaz de tocar todos los palos con igual maestría. Con una soltura como la que demostró cuando firmó las bandas sonoras de Expiación y, sobre todo, Orgullo y prejuicio para Joe Wright, Desplat imita a la perfección a György Ligeti (en especial las composiciones del húngaro que empleó Kubrick en 2001, una Odisea del espacio) y consigue crear inquietud y emoción con su partitura. Toda la que no hay en el guión.

Y es que en el debe del nuevo Godzilla destacan precisamente los constantes altibajos de un libreto que firma Max Borenstein y que toma como base, siempre según la versión oficial, una historia de David Callaham. Un libreto en el que se nota que han metido mano demasiadas plumas y que, con la excepción del entregado Cranston, no consigue despertar el interés por ningún ser vivo que no sea gigantesco y radioactivo.

Los diálogos son uno de los aspectos más ridículos de la película, que despiertan la risa del público adulto con un mínimo de formación y que sólo podrán engañar al público juvenil, destinatario último y posiblemente único de esta superproducción tan innecesaria como banal. No hay maldad, no hay ironía y sí un cierto histrionismo y una constante imitación de decenas de películas anteriores.

Este reboot o relanzamiento de la franquicia tiene un grave defecto: es engolado, y eso lo hace estomagante además de patéticamente ridículo. Pero pese a todo, y aunque su trama experimente algún giro cuestionable, su moraleja ecologista esté metida con calzador y su subtrama familiar carezca totalmente de interés, Godzilla es tan nutritiva como un paquete de palomitas y cumple con su obligación de entretener sin deslumbrar.

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