X AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar Más información
GRUPO PLAZA
OPINIÓN / EL PEOR DE LOS TIEMPOS

La unión bancaria y el euro:
fracasar no es una opción

MARIAM CAMARERO. 20/04/2014

EL PEOR DE LOS TIEMPOS

Mariam Camarero

Catedrática de Economía Aplicada y titular de una Cátedra Jean Monnet en la Universidad Jaume I de Castellón
Artículos anteriores

Comparte esta noticia

VALENCIA. El pasado Viernes Santo se cumplía el aniversario del retorno de la accidentada misión del Apolo 13 a la Luna. Más allá de la manida frase "Houston, tenemos un problema" ("Houston, we've got a problem"), las inesperadas dificultades sufridas por el Apolo 13 en 1970 se han convertido en un ejemplo paradigmático de cómo encontrar una solución en condiciones extremas y sujetos a múltiples limitaciones.

La ausencia de un "protocolo de actuación" previamente ensayado ante un suceso inesperado obligó a trabajar tanto al equipo de tierra como a los astronautas de manera distinta: en lugar de buscar el origen del incidente, el planteamiento fue centrarse en su nuevo objetivo (amerizar sanos y salvos en el Pacífico) y trabajar hacia atrás, hasta encontrar la manera de lograrlo. No les preocupó (ni supieron hasta su regreso a la Tierra) cuál había sido la causa del problema, sino que se centraron en resolverlo con los medios a su alcance.

Esta práctica se considera un ejemplo de creatividad asociada con el pensamiento científico, lo que constituye precisamente la base de la innovación. Una frase menos conocida, pero reveladora del espíritu que animó la situación, fue pronunciada por el director de control de vuelo en el puesto de mando de Houston, Gene Kranz (Ed Harris en la famosa película): "fracasar no es una opción".

Salvando las distancias, existe paralelismo evidente entre el incidente del Apolo 13 y el efecto devastador que tuvo la crisis financiera mundial sobre la joven unión monetaria en Europa. Después de menos de una década de funcionamiento, la UME tuvo que enfrentase a un riesgo de ruptura, dotada con un entramado institucional limitado e incompleto.

Mientras que el diseño y ejecución de la política monetaria están claramente centralizados en el BCE, las labores de supervisión del sistema bancario se dejaron en manos de los bancos centrales nacionales. Aunque era previsible que se pudieran producir shocks asimétricos (es decir, que ante una crisis las consecuencias de la misma se repartieran de manera no uniforme entre los países miembros) la unión monetaria no estaba preparada para una crisis que tomara, precisamente, la forma de shock financiero sistémico, es decir de una magnitud tal que pusiera en peligro la existencia misma del euro.

Ante esta tesitura algunos países han entrado en discusiones de tipo moral sobre el origen de la crisis, lo cual no deja de ser un aspecto de gran relevancia, pero más allá de algunas digresiones más o menos bizantinas sobre la culpabilidad o la superioridad de ciertos comportamientos, lo cierto es que la responsabilidad debe ser compartida entre los países socios y las soluciones mancomunadas.

Ante la falta de una estructura institucional adecuada, se hizo frente a los problemas más acuciantes con soluciones de emergencia, muchas de ellas improvisadas y creadas ad hoc. Ello obligó a desplegar una importante dosis de creatividad, llevando a las instituciones ya existentes, como al BCE, más allá de los límites de los Tratados o de sus Estatutos.



No obstante, precisamente la obligación del propio BCE de sostener al euro da legitimidad a estas actuaciones. De todas formas, la UME necesitaba soluciones permanentes que evitaran someter nuevamente a la economía europea a una recesión e inestabilidad semejantes. Posiblemente por razones de índole política, las reformas en el gobierno de la UME no se habrían realizado de no haberse visto presionados por el riesgo sistémico.

Tampoco es posible decir que el entramado institucional se haya conseguido completar, pero sí se ha mejorado notablemente, puesto que se ha dotado de un mecanismo permanente de ayuda financiera ante crisis conocido como Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y también ha aumentado la coordinación (y supervisión) macroeconómica gracias al Semestre Europeo.

TAREAS PENDIENTES

Sin embargo, todavía quedan cosas por hacer. La unión bancaria es actualmente la principal reforma institucional en marcha, recién adoptada por el Parlamento Europeo esta pasada semana. En realidad la unión bancaria sería el primero de lo que el Presidente del Consejo Europeo llamó en junio de 2012 los cuatro pilares de una verdadera UME. Los tres restantes serían la unión fiscal, la unión económica y la unión política.

A partir de ese momento comenzó el diseño de la unión bancaria, que consiste básicamente en un marco regulatorio común y tres mecanismo únicos para la supervisión, liquidación de entidades y garantía de los depósitos bancarios. Este último, sólo se va a alcanzar parcialmente por ahora, dada la oposición alemana.

Desde el punto de vista del ciudadano, la unión bancaria es beneficiosa por dos motivos: en primer lugar, porque establece los mecanismos para abordar la liquidación de una institución financiera de manera que su coste no recaiga en los contribuyentes y, por tanto, aumente el déficit público y la deuda; en segundo lugar, porque establece normas de supervisión que aumentan las garantías del sistema, reforzadas por el futuro esquema de protección de depósitos.

En lo que queda de año se va a poner en marcha el primero de los componentes de la unión bancaria: en noviembre de 2014 el BCE pasará a ser el supervisor (directa o indirectamente) de las 6.000 instituciones bancarias europeas a través del Mecanismo Único de Supervisión.



Antes de esa fecha, el BCE debe realizar un análisis de los balances y revisar la calidad de los activos de los bancos llamados "significativos" y sobre los que ejerce control directo: los 130 bancos que pueden crear riesgo sistémico y que conjuntamente suponen alrededor del 80% del total. Aquéllos que se encuentren en una situación débil (según los criterios internacionales adoptados en Basilea III y que son de aplicación desde enero de 2014) deberán recapitalizarse.

De esta manera, las entidades igualarían las condiciones de competencia de partida. A continuación, habrá un nuevo test de estrés, semejante al realizado en 2012, que consiste en someter a las entidades a condiciones económicas extremas, para ver su repuesta en términos de liquidez y solvencia. En el caso de España podrá llegar a aplicarse una tasa de paro del 32% y una caída del PIB del 6% en 2016, aunque estos extremos están aún sujetos a negociación.

En estos momentos nos encontramos en un compás de espera hasta que las entidades bancarias españolas pasen todos los controles. Ello explica que permanezcan las dificultades para el acceso al crédito, puesto que los bancos que van a someterse a las revisiones no quieren aumentar el riesgo para no debilitar la calidad de sus activos.

Lo que no debemos perder de vista es que tanto instituciones como países miembros deben usar sus mejores medios para que no quiebre el sistema monetario y financiero en el que vivimos, un objetivo para el que "fracasar no es una opción".

EL PEOR DE LOS TIEMPOS

Mariam Camarero

Catedrática de Economía Aplicada y titular de una Cátedra Jean Monnet en la Universidad Jaume I de Castellón
Artículos anteriores

Comparte esta noticia

comentarios

Actualmente no hay comentarios para esta noticia.

Si quieres dejarnos un comentario rellena el siguiente formulario con tu nombre, tu dirección de correo electrónico y tu comentario.

Escribe un comentario

Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.

publicidad