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'EL CABECICUBO'

Análisis y resaca televisiva de los homenajes a Suárez

ÁLVARO GONZÁLEZ. 05/04/2014 La televisión despide a Suárez como a un demócrata providencial. Así nos luce el pelo

MADRID. Si uno coge el Cantar del Mio Cid, la prensa de la época, pensaría que don Rodrigo Díaz de Vivar era un hombre valiente y de principios. Es tal la emoción, que a uno le puede dar por disfrazarse de Cid Campeador y posar para los fotógrafos, como hizo el insigne padre de la patria, guardián de las esencias e intelectual de Georgetown y la Johns Hopkins, José María Aznar.

Sin embargo, si luego uno coge El puente de Alcántara de Frank Baer, que es una novela histórica precedida de una investigación de cinco años, resulta que el Cid aparece reflejado como un mercenario sin escrúpulos. ¿Pero qué versión predomina de todo aquello? La del héroe de leyenda, por supuesto. 

Ocurre lo mismo con Adolfo Suárez. Ya es el sumo hacedor de la democracia. Los hechos dicen que era un falangista que fue designado para la suprema misión con un dedazo. Luego sí se puso a la cabeza de la reforma, pero se convirtió en el líder de UCD de forma muy poco democrática y apañó con Carrillo una desideologización del PCE a cambio de salir de la clandestinidad muy poco democrática, que se considera un logro de la Transición porque había que ceder y tener en cuenta el ruido de sables, un soniquete que tampoco era muy democrático que digamos, pero bueno.

No vamos a ponernos ahora de profetas del pasado. El saldo de todo aquello fue positivo. Vista la Historia de España en perspectiva, mucho. No obstante, de ahí a que se trate de demócrata providencial a Suárez media un abismo. Y eso es lo que nos hemos encontrado en las retransmisiones televisivas de sus funerales

El más divertido fue sin duda el de Estado, en la Almudena, una catedral muy bonita si la miras desde un kilómetro y medio de distancia. En primer lugar, por las personalidades que se dieron cita. Los ex presidentes Zapatero, Aznar y Felipe sentados junto a Rajoy y su señora esposa. Tenían tales caras de sota que recordaban a los líderes de la extenuada República Democrática Alemana en el palco del recordado desfile de la Avenida Karl Marx (antes Stalin Allee) en el cuarenta aniversario del país.

No es una comparación extravagante, en lo de Suárez el tono general tenía mucho que ver con el de aquellos países comunistas desacreditados por la tozuda realidad. Seguían los discursos grandilocuentes, llenos de trampas, mientras estos países ahogados por la deuda eran incapaces de fabricar un tornillo. Aquí, con el mayor porcentaje de población reclusa de Europa, la infancia más pobre del continente después de la rumana, según el Eurostat que trabaja con datos del Instituto Nacional de Estadística que Cáritas ha puesto de actualidad, y otros indicadores escalofriantes, nos permitimos en la televisión pública un desfilar de tópicos entusiastas sobre la concordia, el consenso y nuestra democracia ejemplar que sólo se los han podido tragar los muy convencidos previamente.  

Una situación en la que sólo te queda la risa para no perder el contacto con la realidad. En este caso, el momento culminante para partirse la caja de esta retransmisión fue el de "daos fraternalmente la paz". Por la realización de RTVE, vimos sólo a Zapatero dándosela a Rajoy en el momento en que Aznar se la daba a Viri y Felipe González miraba al frente como que la cosa no iba con él. Más desgracia fue la del rey, que se vio forzado a darle un afectuoso apretón de manos a su mujer porque no tenía a nadie más alrededor. Lo mismo que el Príncipe con su costilla. 

Antes de todo esto sonó el Réquiem de Fauré. Un aficionado a la música clásica consultado por CulturPlaza.com asegura que ahora está muy de moda este réquiem. Detalle que tal vez se explique por las barbas hipster que llevaban los diáconos de Rouco. Aunque si uno de ellos hubiera salido en tanga habría sido menos noticia que el discurso del cardenal, alias "Gomá", al que no se le ocurrió otra cosa que, en resumidas cuentas, amenazar con otra guerra civil a los ciudadanos que realizan actividades subversivas como discrepar.

"Siempre fue y quiso ser un hombre de concordia", sentenció Rouco, mientras se retorcía en su tumba José María de Areilza, que fue, él y sus acólitos, purgado implacablemente por el ex presidente cuando decidió eliminar rivales para presentarse como el rostro del "centro". Finalmente Rouco abogó por que la "inmarchitable novedad de Cristo vuelva a florecer en España", anhelo tenebroso habida cuenta de que ya hay un 70% de católicos en este país. 

El nieto de Suárez leyó unos pasajes del Evangelio que también daban juego para la interpretación: "Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno". Obviamente hablaba del reino de los cielos, pero era difícil no pensar en los tejemanejes del reino de lo "atado y bien atado".

Con la refrescante y juvenil melodía del himno nacional de España sonando en el órgano de la catedral, la cosa terminó sin ahorrar en planos del cantante Raphael y el torero Padilla con su parche en el ojo y sus patillas decimonónicas. Marca España cien por cien.

 El presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, y su esposa, Constancia Mangue

En la catedral de Ávila se habían celebrado días antes las exequias. Un piquete de honores de policías municipales con uniforme de gala  llevo el féretro a hombros. El obispo de Ávila contó cómo Suárez, de niño, se quejó al obispo de lo mal que estaba la asociación de Acción Católica y entonces éste le nombró a él presidente. Un detalle significativo en la biografía del personaje y el arte de lo que se conoce simple y llanamente como trepar.

Después enumeró el parte propagandístico de que siempre buscó el pacto, la concordia y el consenso, porque, según especificó, "sabía escuchar" y así logró que "las dos Españas volvieran a encontrarse". Aunque se dejó una de las decisiones más ejemplares de su etapa como presidente y por la que sí que merecería pasar a la historia, la de mantenerse firme ante la jerarquía católica y aprobar la ley del divorcio.

Y tampoco se hizo mención al momento en el que, metafóricamente, las dos Españas estuvieron más cerca. Esto es, el 23F cuando Suárez y Gutiérrez Mellado se interpusieron en el camino de un golpista pistola en mano.

En cuanto a la vertiente pop de todos estos homenajes, el día más interesante fue el de la despedida ante el Congreso. En YouTube están los de todos los grandes para comprobar. Stalin, Breznev, Andropov, Chernenko. También el de Kennedy, Nixon... Es una pena que nadie haya subido los de Franco o Tierno Galván. El caso es que dijo Félix Bayón, corresponsal de El País en la Unión Soviética a principios de los ochenta -se comió tres de estos funerales- que al público, helado de frío, no le quedaba más remedio que beber vodka por una pajita oculta en el abrigo. Muchos estaban ahí obligados, traídos del pueblo o ‘sin querer queriendo' y de algún modo tenían que soportarlo. Aquí, en lo que retransmitió RTVE, no dio esa impresión. De hecho, aplaudían a rabiar. Eran entregados entusiastas. Lo cuál no se sabe si es bueno o malo.

Si hubiera que poner un pero, las escaleras del Congreso. Cuando llevaban a hombros el ataúd no mantenía el paso ninguno de los gijoes. Y esto no es nuevo, ya pasó con Calvo Sotelo exactamente lo mismo. Pero bueno, pecata minuta si lo comparamos con el entierro de De Gaulle en Francia, el país de la elegancia y el buen gusto, que le pasearon en tanqueta y Nixon diciendo solemne que era "un gran día para Francia". Aunque lo mismo tenía razón. La historia es que De Gaulle fue un militar de pura cepa hasta el último día. Si lo extrapolamos a España, quién sabe si a algún presidente habría que homenajearlo cuando se vaya con el féretro sobre un arado tirado por un John Deree.

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