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Dignidad económica

VICENTE CARBONA (*). 19/02/2011

VALENCIA. A veces es ilustrativo observar cómo ciertas economías reaccionan ante las situaciones y retos que les plantea la globalización, porque cuando hablamos de economías no debemos olvidar que estamos también hablando de "modos de vida", actitudes y, sin duda, culturas. Las prácticas que cada cultura conlleva influyen en los resultados económicos. A veces son determinantes.

La economía global tiene una serie de reglas de comportamiento que frecuentemente chocan con prácticas culturales. En Grecia esto se ha visto claro, y en España es inevitable verlo también. Pero Grecia lleva un tiempo bregando con las serias consecuencias de ese choque entre cultura nacional y cultura económica global, y las lecciones son interesantes.

No es ningún secreto que las reglas de la economía global han sido definidas en gran parte por las economías y las democracias más desarrolladas, más capitalistas, con sus peculiaridades culturales. De ahí la resistencia que les plantan otras culturas, con particularidades y excepcionalismos muy marcados. El problema de la globalización de los mercados es que provoca una competición entre mejores prácticas culturales, y ciertas culturas, en mejores prácticas, económicas, políticas y jurídicas, no son muy competitivas.

"No negociamos los límites de nuestra dignidad con nadie," dijo recientemente Giorgos Petalotis, portavoz del gobierno griego, defendiéndose ante las acusaciones y los cotilleos de los inspectores de la UE y del FMI. "Sólo tomamos órdenes del pueblo griego."

Es una reacción previsible la de los griegos, e ilustra más o menos lo que va a estar diciendo el Gobierno español en unos meses. Las extraordinarias reformas estructurales que Grecia (y en breve, España) va a tener que implementar representan importantes cambios culturales. Y significan también, de algún modo, tener que admitir que las tradicionales prácticas económicas, políticas y culturales de Grecia ya no son aceptables. Bad for business.

Duros golpes para una cultura orgullosa y, como todas, con importantes mecanismos de autodefensa (nacionalismo, ideologías, religión, modos de vida, chovinismo, etc.). La batalla está servida: "No (me) sorprende que estos grupos (los afectados por las reformas estructurales) protesten, pero estoy convencido de que (el resto de) la población griega lo ve como lo que es: un intento por preservar sus ventajas y privilegios injustos", dijo el jefe de misión del FMI, Poul Thomsen (12 de feb.).

Es evidente que cuando hablamos de ventajas y privilegios injustos, como en Grecia, aquí, en España, hay mucho trabajo por hacer. Las culturas que fomentan prácticas inviables como corrupción, amiguismo, nepotismo, favoritismo, etcétera, no conducen a economías competitivas y estables. Los problemas "estructurales", palabra que oculta realidades culturales, son muy difíciles de corregir porque vienen de siglos de redes de clientelismo, "modos de vida" que controlan la política, y hasta la vida social, de ciertos países.

España es un excelente ejemplo de estas malas prácticas culturales. Más de mil políticos imputados por diversos crímenes, una economía disfuncional, un liderazgo reticente y oportunista, y un sistema educacional fracasado, son algunos de los resultados de estas prácticas picarescas que afectan nuestra dignidad económica. Porque una buena cultura de verdad es la que fomenta buenos gobiernos, empleos bien remunerados, empresas competitivas, niños educados para el futuro, e instituciones independientes y justas.

Según Manuel de Montolíu (El alma de España y sus reflejos en la literatura del Siglo de Oro): "En sentido amplio, lo picaresco, más que una actitud moral encarnada en determinados individuos, es un hecho colectivo, un fenómeno del ambiente que se refracta y descompone en mil reflejos y matices a través de los más diversos temperamentos individuales, y una tendencia colectiva, ética y sicológica, que acusa su activa presencia en la sociedad española ya muchos siglos antes de su cristalización en género literario y sigue acusándola después de la desaparición de éste, hasta en nuestros mismos días, como si en realidad fuese, al lado de éstas, una constante en el alma española, expresiva de un inalterable fondo social."

Lo picaresco es lo que nos hunde en España, y es lo que debe de cambiar para que podamos centrarnos en la dignidad económica de los ciudadanos. La corrupción y las malas prácticas están institucionalizadas en España, en su cultura y en su sociedad, y hasta que esto se rectifique, la democracia seguirá siendo frágil y de escaparate. El orgullo de cualquier cultura competitiva reside en ser productiva, ordenada y funcional. La nuestra no lo es. Y con los peores niveles de fracaso escolar en todo el mundo desarrollado, las cosas pintan bastos.

La cultura política española se basa en la picaresca y en el lujo, ociosidad y privanza, compraventa de cargos públicos; es decir, corrupción institucionalizada, absentismo en la administración y dejadez en las responsabilidades cívicas. Los "lideres" en esta cultura son los que saben repartir favores otorgando cargos y contratos a cambio de beneficios como votos, o regalos. Es la cultura del cinismo y de la hipocresía disfrazada de discreción, la mano izquierda. Esta cultura es la base sobre la que funciona la política española actual, con sus partidos autocráticos y sus listas cerradas. 

Si tuvieran dignidad, nuestros políticos serían los primeros en ver esto y trabajarían para llevar a cabo los cambios estructurales necesarios antes de que vengan los del FMI y de la UE y nos tengamos que defender diciendo cosas como que "no negociamos los límites de nuestra dignidad", o apelando al Cid y a Santiago Matamoros. Es decir, apelando al populismo. Con el Cid y un euro cincuenta, un trabajador tiene para un carajillo, y poco más.

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(*) Vicente Carbona es licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales y máster en Periodismo por la Boston University.

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1 comentario

kevin escribió
18/04/2012 22:19

me encanto su reporte. A ver si me puede escribir acerca de la dignidad. SALUDOS!

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