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Howe Gelb: el héroe discreto

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA. 29/03/2014 Es la figura de culto del rock americano capaz de colaborar con Raimundo Amador, M Ward o Steve Shelley y este jueves 3 de abril comienza en Valencia su gira hispana

VALENCIA. Hay quien ha nacido para acaparar todos los focos, y quien se pasa la vida cardando la lana para que otros se ganen la fama. En la segunda de estas categorías deberíamos englobar a Howe Gelb, un veterano músico nacido en Pennsylvania en 1956 pero criado en la árida Tucson, la segunda ciudad más poblada de Arizona (EEUU). Es más que probable que su nombre no les sea muy familiar a muchos de ustedes, pero un solo vistazo a la nómina de colaboradores y compañeros escénicos que ha frecuentado a lo largo de las últimas décadas sirve por sí solo para quitar el hipo: Raimundo Amador, Steve Wynn (The Dream Syndicate), Victoria Williams, Evan Dando (The Lemonheads), Neko Case, Isobel Campbell (ex Belle & Sebastian), M. Ward, Steve Shelley (Sonic Youth), Andrew Bird, Will Oldham (Bonnie Prince Billy, Palace, Palace Brothers, Palace Music), KT Tunstall o Chris Cacavas (Green On Red) forman parte de él, un auténtico all star alternativo que tiene su anclaje en el rock de raíz norteamericano, pero que (salta a la vista) extiende también sus tentáculos a otras latitudes, tanto geográficas como sonoras.

"Nunca pensé que la música fuera para hacer dinero o hacerse famoso, es más bien un estilo de vida, que te crea una serie de relaciones con gente a la que acabas queriendo, y con quienes no puedes estar todo el tiempo, debido a sus giras": esto es lo que nos comentaba hace algo más de cinco años en una charla que mantuvimos con él con ocasión de la edición del vigesimosegundo álbum de Giant Sand, Provisions (Yep Roc/Discmedi), ese proyecto en el que da rienda suelta a su incontinencia creativa desde principios de los 80, encabezando una formación que ha sufrido múltiples variaciones. Y pocas frases hay que resuman mejor la filosofía vital de este creador, alguien que pese a ser una de las figuras más versátiles y talentosas del rock de su país, no ha sentido nunca la menor preocupación por una repercusión popular que siempre le ha sido esquiva.

Entrevistado por Ignacio Julià para el mensual Ruta 66, siete años antes (noviembre de 2001), ya abundaba en que "la armonía es lo opuesto a la competición, de ahí mi vocación por habitar la música en el intento de reinventar un mundo donde abandonarse, sin el fastidio de la competición: yo quería una dimensión, o un grupo, donde eso no existiera". Quizá por eso Joey Burns y John Convertino decidieron abandonar definitivamente  la nave de Giant Sand, en cuyo seno constituían la base rítmica, justo después de la publicación del magistral Chore of Enchantment (Thrill Jockey, 2000), el álbum más completo, colorista y asequible (y precisamente por eso, su inalterable techo comercial, nunca superado) de la banda capitaneada con mano firme por Gelb.

Desde entonces dieron prioridad a Calexico, un proyecto paralelo de ínfulas fronterizas y fuste más liviano, cuya exuberancia instrumental les granjeó una repercusión mucho mayor, constituyéndose en presencia habitual en decenas de festivales por todo el planeta. Howe Gelb se quedaba, así, compuesto y con el molde, permanentemente  recluido en los estrechos cauces de la figura de culto y abocado a la renovación de un plantel por el que ya habían pasado el malogrado guitarrista Rainer Ptacek o el veterano batería Tommy Larkin (fiel compañero de correrías de Jonathan Richman), entre muchos otros. Volver de nuevo a la casilla de salida para empezar otra vez casi desde cero no era algo novedoso para él, acostumbrado a lidiar con las angostas tragaderas de una industria poco acostumbrada a digerir los frecuentes vaivenes creativos de un hombre incapaz de ceñirse a un estilo concreto.

Y lo cierto es que no tiene mucho sentido limitarse al cultivo de un número limitado de géneros cuando se tiene el conocimiento del medio que Gelb detenta. Si sobre los escenarios una sola inflexión de su voz ya sirve por sí sola para que la audiencia se cerciore del enorme peso específico que alberga, es lógico que las fronteras se reduzcan cuando se tiene un magno dominio de lenguajes sonoros atávicos, geográficamente distantes pero hermanados por una línea de consanguinidad apenas perceptible. Por eso nos confesaba que "el flamenco es como el blues, se nutre de sólo tres acordes pero nunca aburre, ya que basa su encanto sobre todo en la improvisación", validando ese invisible lazo de afinidad que se gesta entre tradiciones sonoras que tienen en común la pervivencia de su componente ancestral.

Howe Gelb descubrió el flamenco cuando era un crío, pero se familiarizó definitivamente con él cuando, en 1988, se pasó una buena temporada escuchando compulsivamente a Tomatito, Tom Waits y Miles Davis, en medio del desierto de Arizona. Eran los tiempos en los que Tomatito y Giant Sand compartían distribuidora hispana (Nuevos Medios), y eso le instigó el escozor necesario para poner en marcha años más tarde un disco como Alegrías (Fire, 2010), junto a Raimundo Amador, Fernando Vacas (Flow) y una troupe flamenca llamada Band Of Gypsies.

Ya entonces había plasmado su interés por el jazz (Lull Some Piano, Thrill Jockey, 2001, Ogle Some Piano, Thrill Jockey, 2004 o Snarl Some Piano, Scatterland, 2011) o por el góspel (Sno' Angel Like You, Thrill Jockey, 2006, junto al coro Voices of Praise) en discos también facturados a su propio nombre, sin necesidad de recurrir a la marca Giant Sand, amén de las muchas hierbas destiladas en su banda madre (blues, country, folk, garage) o en proyectos paralelos como OP8 o The Band of Blacky Ranchette. Vamos, un auténtico no parar. Un torbellino de creatividad que se bifurca, a veces caprichosamente, entre tantos proyectos, formaciones y estilos que hacen de su seguimiento una ardua pero gratificante tarea, aparentemente solo apta para el club de los conversos pero indudablemente fértil para quien tenga voracidad por adentrarse en ella.

La última encarnación de Giant Sand, proyecto que aún compatibiliza con discos a su propio nombre, está curiosamente formada por músicos procedentes de Dinamarca.  Dos de ellos, el guitarrista ThØger T. Lund y el contrabajista Gabriel Sullivan, serán quienes le acompañen estos próximos días en directo en nuestro país para precisamente interpretar las excelencias de un disco editado bajo el epígrafe Howe Gelb: el soberbio The Concidentalist (New West), una de las joyas discretas del pasado 2013. Tan discreta como su propio buen hacer. Un álbum que rezuma folk sombrío y majestuoso por sus cuatro costados, gracias a la imponente clase del propio Gelb y a la valiosa aportación de sus colaboradores (especialmente Bonnie Prince Billy, M. Ward y KT Tunstall). Canciones de pulso tenue que van calando como la lluvia fina, desvelando sus mejores argumentos con el encanto de la seducción premiosa y perseverante.

Basta echar un vistazo a las grabaciones que ya circulan de esta inminente gira por Youtube, ya rodada el en reciente festival South By Southwest de Austin (Texas), para darse cuenta de que el trío que forman es mucho más que la simple suma de sus partes. Y sus prestaciones sobre el escenario no deberían ceñirse a ese irreductible núcleo duro de connoisseurs que siguen los pasos de Gelb desde hace años. Las citas de su extensa gira por nuestro país, donde siempre se la ha acogido con una calidez rara de encontrar en su propio país, son el 3 abril en Valencia (La Rambleta), 4 abril en Badalona (Teatre Principal), 5 de abril en Gijón (Sala Acapulco), 6 de abril en Madrid (Charada), 7 de abril en Sevilla (Malandar), 8 de abril en Cádiz (Aulario La Bomba) y 10 abril en Córdoba (Iglesia de la Magdalena).

Si tienen ocasión, no se lo pierdan. Que el culto minoritario queda muy pintón, pero no ayuda a garantizar el pago de las facturas.

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