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comic

Egon Schiele;
mitad atormentado,
mitad caradura

JAVIER CAVANILLES. 01/03/2014

 

Se publica en España la biografía en cómic del pintor Egon Schiele, el discípulo aventajado de Klimt, y cuya herencia sigue viva en Paula Bonet o Conrad Roset

 

VALENCIA. Si la gripe española no se hubiera llevado por delante a Egon Leo Adolf Schiele (1890 -1918) con tan sólo 28 quizás su legado se valoraría hoy por encima de los de su mentor y amigo Gustav Klimt. No es que su obra, un alarde de visceralidad creativa y originalidad, no esté valorada como se merece pero, como apunta el dibujante de cómic francés Xavier Coste, la parca le sorprendió en un momento en el que cerraba una etapa 'de juventud' y comenzaba una nueva que apenas pudo esbozar. Puede que lo mejor estuviera por llegar, pero entonces su leyenda no sería la misma.

Esa es una de las muchas reflexiones del autor de Egon Schiele, la biografía del austríaco que, con dos años de retraso, llega a España de la mano de Norma Cómics. La obra permite, además, reflexionar sobre el carácter indómito de tanto artista maldito sobre los que, al final, es difícil saber cuánto hay de impostura y cuánto de genialidad. De su talento, no cabe duda y aún hoy se puede apreciar su vigencia en la obra de la valenciana Paula Bonet o en la del catalán Conrad Roset.

Pintor genial, personalidad atormentada, putero en serie, ego superlativo y amante de pasarle la factura a otros, no cabe duda que Schiele tiene todas las papeletas para convertirse en uno de esos artistas que cautivan a cada nueva generación. Lo más grande del trabajo de Coste es haber sabido, gracias a una excelente documentación, acercarse a Schiele como un simple testigo de su vida, limitándose a mostrarle sin moralinas ni excusas.

No se trata de la clásica deconstrucción del mito, sino de acercarle la lupa para que cada uno decida quién fue este artista enfrentado al mundo que acabó logrando su sueño de convertirse en un pequeño burgués, aunque no por mucho tiempo.

FAMILIA DISFUNCIONAL NORMAL

Y es que su biografía se las trae. Hijo de una familia disfuncional normal pero con posibles, desde muy pequeño tuvo claro que lo suyo era dedicarse la pintura. Su infancia fue aburrida y tras la muerte de su padre, con quien tampoco está claro que se llevara bien aunque el hecho le marcó, se negó a seguir la tradición familiar en una empresa ferroviaria (trabajo e ingresos seguros, aburrimiento garantizado) y decidió vivir de su arte... y de quien pudiera. Pero no por egoismo, sino para poder dedicarse a crear sin preocuparse de problemas mundanos.

Confianza en sí mismo no le faltó y siendo todavía un ilustre don nadie consigue que le expulsen de la Academia de Arte de Viena a la que considera demasiado conservadora, y cuyas facturas corren a cargo del tutor nombrado por su difunto padre. Comienza en esos momentos la relación con Klimt, del que fue su alumno más aventajado, y quien le abrió las puertas al movimiento conocido como Secesión de Viena. Pero esa influencia no puede negar la originalidad de su estilo, caracterizado por un trazo grueso, sin florituras, con una innegable carga psicológica que se negó a acomodar como le pedían algunos a los gustos comerciales de su época.

Y aquí empiezan las aportaciones de Coste que hacen de esta una biografía que merezca leerse. ¿De verdad la relación entre ambos fue tan estrecha y su amistad tan profunda como Schiele se encargó de recalcar? Que dicha relación existió, no existe la menor duda, pero ¿cuánto había de interés y cuánto de exagerado? Quizás la suya no fue una amistad tan sincera como siempre se ha dicho y la utilizó para abrirse alguna puerta.

Lo que está claro es que lo de Schiele no era simple postura. Coetáneo de Freud, y ambos afincados en Viena, no parece que tuviera más vinculación con el padre del psicoanálisis que la de coincidir en su empeño de romper los moldes de la rígida sociedad austríaca. Eso sí, el tipo pedía una sesión de diván a gritos. Pero el pintor y retratista no era de teorías más o menos rocambolescas, sino de forzar los límites sin excusas ni coartadas, afición que le llevó a la cárcel acusado de pornografía aunque sólo fue condenado a tres días tras pasar tres semanas en el calabozo. Un episodio vital que le llevó a reafirmarse en su postura de "el mundo contra mi".

De esa etapa se conserva el libro publicado, cuatro años después de su muerte, por su amigo Arthur Rossen. Es difícil saber qué parte es invención y qué parte es una transcripción fiel de lo que Schiele le contó. Puede que, simplemente, fuera una suma de ambas cosas. Lo que parece innegable es que la experiencia le marcó. Durante la I Guerra Mundial, cuando le tocó ser carcelero (lo que le evitó ir al frente), le resultó imposible no confraternizar con los prisioneros rusos. Y mientras Europa se desangraba, él se quejaba de las dificultades para poder seguir creando al ritmo (frenético) que solía hacerlo.

SU RELACIÓN CON WALLY NEUZIL

Pero quizás donde más claro se ven las contradicciones de Schiele en su relación con las mujeres. Hoy sería difícil no calificarle de maltratador psicológico, aunque en su época se le consideró un seductor nato que consiguió que hasta una de sus hermanas posara desnuda para él (y puede que más cosas). Pero sin duda lo más interesante es su relación con la descarada y vivaz modelo Wally Neuzil, a la que conoció en el estudio de Klimt. Seguro que Freud hubiera sacado alguna conclusión de la fijación de Schiele con las modelos de su maestro.

Lo suyo fue con Wally una relación abierta, piedra de escándalo, como se decía antes, de la que Schiele sacó lo que quiso (inspiración para algunos de sus trabajos más valorados y sexo) sin dar demasiado a cambio. Pese a lo atormentado e incomprendido que se sintió, tonto tampoco era. Al final, la dejó para irse con Edith Harms (cuya familia tenía suficiente dinero parar mantenerle) aunque en un acto de generosidad le ofreció la oportunidad de seguir siendo su amante en las condiciones que el fijó. No se volvieron a ver.

Wally murió en el campo de batalla trabajando como enfermera (no parece que le afectara mucho) mientras él se libró del frente apelando a su condición de intelectual. Por lo menos, la ruptura quedó reflejada en una de sus obras más geniales, La muchacha y la muerte (1915), que pintó al poco de abandonarla. Ese mismo año pintó su famosa Pareja sentada, en la que se autoretrató con Edith abrazándole. Da qué pensar.

La gripe española le sorprendió en un momento de transición en su obra, lo que lleva a afirma a Xavier Conte que de Schiele sólo dejó una etapa, la de su 'juventud'. La tranquilidad -económica y emocional- que le dio su matrimonio con Edith, la experiencia de la guerra y sus nuevas influencias (Van Gogh, de quien reinterpretó Los Girasoles) llevan a conjeturar al autor de la biografía hasta dónde hubiera podido llegar como artista de haber durado más años.

Pese a que la vida artística de Schiele fue bastante breve, se puede decir que apenas duró 11 años, dejó un legado ingente que le permitió poner su nombre a la altura de Klimt, Matisse, Munch o Kokoschka. Dejó cerca de 100 autorretratos, más de 300 pinturas a las que hay que sumar 2.800 acuarelas y dibujos. Si lo mejor estaba por llegar cuando le sorprendió la muerte es algo que nunca sabremos.

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