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VALENCIA. Habla en plural, pero no mayestático. Tiene claro que forma parte de un equipo, que ella es la cabeza, la voz, el nombre, pero que con ella viajan músicos, técnicos... En noviembre Luz Casal (Boimorto, A Coruña, 1958), gallega de nacimiento, asturiana de corazón, recibió el Premio Nacional de Músicas Actuales, otorgado por el Ministerio de Cultura, en el que sucedía a Kiko Veneno y Santiago Auserón. Cuatro meses después, el 1 de marzo, en el Palau de les Arts de Valencia, iniciará una gira internacional que, tras recorrer España, le llevará a Francia (donde es una gran estrella), Suiza, Turquía, Bélgica, Israel, Marruecos...

En todos estos conciertos compaginará canciones clásicas de su repertorio con los nuevos temas que componen Almas gemelas, el disco con el que ha vuelto a la primera línea de la escena musical y con el que vuelve a cantar para el público español. Parece que regresa, aunque como ella misma se apresura a adelantar, nunca ha dejado de estar sobre el escenario. "Hemos estado como Bob Dylan, de gira ininterrumpida. Hemos hecho en 2013 conciertos en un montón de sitios. Le hemos dado una ‘vueltecita', pero es cierto que hace
año y medio que no actuamos en España, salvo un concierto benéfico y otro en Girona", admite.

En esta gira mostrará al público sus nuevas apuestas, los nuevos estilos en los que se ha introducido en el que es su disco más internacional. Grabado en los históricos estudios East West de Los Ángeles, el álbum fue lanzado a la vez en dos ediciones: una sencilla con diez canciones en español y otra especial que incluye siete temas que ha grabado en portugués, francés e italiano, y que contiene versiones de temas escritos por Luigi Tenco o Antonio Carlos Jobim.

"NECESITO SENTIR QUE HE AVANZADO, QUE HE CRECIDO"

"Para mí es una exigencia personal. A veces tengo la sensación de estar como defendiéndome, pero no puedo estar cantando ‘Rufino' toda mi vida. Tengo que estar exigiéndome. A mi juicio hay una enorme responsabilidad cuando te subes encima de un escenario y luego está la sensación de no querer verme igual, seguir igual, tener la sensación de que has avanzado, has crecido, de que tienes más información...", comenta.


"No es que quiera convertirme en la cantante de todos los estilos posibles", se apresura a matizar, "pero una de las cosas más me gusta del disco es que me haya atrevido a cantar tres bossa novas [‘O Amor em paz', ‘Triste' y ‘Wave', las tres de Jobim]. Fue una casualidad. Estaba trabajando con Eumir Deodato [histórico productor y arreglista de grupos y cantantes como Frank Sinatra, Vinícius de Moraes, Kool & the Gang o Björk] y él, al verme cantar en francés, italiano, me dijo: ‘você nunca vai a gravar em português?'. Y acabé cantando bossa nova".

No fue fácil. En parte por sus propios miedos y exigencias. "Yo le miraba y pensaba que había grabado discos con Jobim; que me había contado anécdotas que había vivido en primera persona, que nadie le había contado sino que las había vivido, y me dije: ‘Ahora yo tengo que grabar bossa nova con este cabronazo, que ha grabado con este tipo de gente, éste que sabe de todas las armonías... A la que meta la gamba se va a dar cuenta'. Fueron unos días muy interesantes", ríe al otro lado del teléfono. 

"Cantar en otro idioma tiene sus dificultades", reconoce, pero no son los retos lo que precisamente le detiene, sino su perfeccionismo. "Mi obligación es sentir que voy progresando, que voy ampliando, que tengo un repertorio que exige ser versátil, que hace falta tener unas dotes... Pasas de 'Loca' a un sonido sesentón mezclado, a un bolerón...
 Dentro de diez años puede que cante mejor las canciones de este disco, pero ahora están bien.
 Me cuesta mucho grabar todos los discos, pero yo estoy satisfecha de todos los que he hecho. Puede que haya alguna canción que diga que es un poquito plasta, puede... 
pero si la he publicado es porque creo en ella", apunta.

"HAY CANCIONES QUE SON IMPORTANTES PARA LA GENTE Y PARA MÍ"

"Hay discos, hay ciertas canciones que han significado una barbaridad, algunos éxitos. La gente no es tonta. Hay canciones que representan por sí solas mucho. Algunas con su sencillez, como decía Picasso cuando hablaba de que con la edad había llegado a pintar como un niño; lo mismo. Hay canciones que son importantes para la gente que también lo son para mí. Y hay discos como La Pasión que apenas se escuchó en España, pero del que estoy muy satisfecha.
 Si las canciones son significativas para la gente es porque tienen algo de especial", explica.

Y en algunos casos, esas canciones especiales han llegado por decisión de ella, por su propia fe en los temas. "Un disco refleja mi vida. Tengo que defender eso. Una vez que la gente se ha percatado de ello, se da cuenta de que puedo ser muy frivolona, muy sensible... Pero si lo he hecho es porque he creído en ello. Cuando grabé ‘Piensa en mí', que no es un bolero, que es un fado, todo el mundo a mi alrededor me quería matar", recuerda.

‘Piensa en mí' se publicó en 1991 y formó parte del disco A contraluz. Pedro Almodóvar la seleccionó para Tacones Lejanos y fue posiblemente la canción que le abrió todas las puertas en Francia para llevarla a un estrellato quizá incluso mayor del que goza en España. Allí, la tienen como un estandarte de la música popular. Y allí, precisamente, en París, tiene previsto actuar el día 3 de marzo en el Olympia, en una breve colaboración en un concierto.

Al día siguiente ‘hará' "una tele", es decir, concederá una entrevista en horario de máxima audiencia, en Francia, donde tienen la extraña costumbre de respetar a los artistas y darles espacio en las televisiones generalistas, y después ha quedado a cenar con un nuevo amigo, Vangelis, compositor de bandas sonoras como Carros de fuego o Blade Runner. "En los últimos años hemos actuado bastante en Grecia. Le conocí en un concierto en el que vino, que era la primera vez que salía por la noche desde hace treinta años. Desde la primera noche en la que cené con ellos [Vangelis y su mujer], nos pusimos a tocar juntos en su casa, él al piano y yo a hacer cosillas con la voz", relata.

Surgió la química y se tradujo en un tema de su nuevo disco, ‘Paisajes'. "Toda la melodía te hacía pensar en paisajes, en cuadros románticos, esos del hombre mirando a la tormenta", dice refiriéndose a las pinturas de Caspar David Friedrich.
 "Si no pasa nada raro, esta colaboración seguirá", prosigue. "[Vangelis] Desde mi manera de entender la vida, es un tipo especial, entregadísimo a la música. Todo el tiempo está creando. Es una persona amable, un colega...", señala.

"HE FIRMADO AUTÓGRAFOS EN UN WÁTER DE UN RESTAURANTE"

Convertida en un icono popular, su lucha contra el cáncer le ha hecho una figura tan admirada como querida. Un aprecio que siente en el escenario pero no en la calle porque, confiesa, no sale mucho. "Es que no estoy mucho por España". La fama la lleva mejor de lo que cabría pensar, habida cuenta su timidez. "Nunca me he negado a hacerme una foto, salvo en algún caso y porque era alguien muy borde. He firmado autógrafos desde un wáter de un restaurante a un yo qué sé... Me es extraño porque no soy nada mitómana. Nunca tuve la veleidad de pedir autógrafos. La verdad es que tengo más autógrafos de colegas que de famosos", apunta

Aunque ella también ha hecho sus pinitos de ‘fan'. Pocos, pero tiernos. "Recuerdo una madrugada, a las siete de la mañana en París, cuando era muy joven, allá por los setenta. Yo volvía de fiesta y al pasar por la zona de los Campos Elíseos vi a María Callas paseando a sus perritos. La fui siguiendo hasta que ella se dio cuenta de que había alguien más", ríe traviesa. Y otra anécdota de su vertiente fan. "Cuando vino por primera vez a España Rudolf Nuréyev me lo encontré en el restaurante donde iba a almorzar en Madrid. Me morí. Salí a la calle veinte veces y volví a entrar otras tantas pero no me atrevía a hablarle". Así es ella: capaz de intentar cualquier cosa en lo musical, pero incapaz de darse un capricho.