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La coalición de centro derecha británica (Cameron+Clegg) se 'repiensa' su plan de recortes presupuestarios

Londres Plaza/ VÍCTOR JIMENEZ. 17/10/2010

LONDRES. Se reaviva el pulso entre los defensores del ajuste y los de mantener la inversión pública. Ahora le toca al Reino Unido: el gobierno de David Cameron y Nick Clegg está recibiendo bastonazos por donde menos se lo esperaba: desde la pymes a los grandes exportadores, las empresas del país exigen que no se estrangule el gasto estatal, forzando a Downing Street a escuchar

El próximo miércoles, durante la presentación oficial del plan de recortes del gasto público diseñado por el Gobierno de Cameron para reducir su inmenso déficit, la coalición esgrimirá de nuevo su cara más feroz para apaciguar a los mercados del capital. Pero su firmeza sobre los beneficios de esa estrategia ya se ha quebrado. Y en esta ocasión, el ministro conservador del Tesoro no podrá culpar a los sindicatos...

En la Cámara de Comercio de Hampshire, al sur de Inglaterra, comenzaron a echar cuentas después de que la Federación Empresarial de la Gran Bretaña preguntase a las 11.000 empresas con más ingresos del país por sus expectativas de futuro. El resultado nacional ha sido "probablemente, recesión". Por su parte, las firmas de la región confirmaron las sospechas de las corporaciones: en 2010, las ventas en el mercado doméstico británico han descendido un 14% de mínima y un 26% de máxima.

Peter Hemmington es miembro de BDO Accountants, la sexta mayor entidad de servicios para la contabilidad corporativa en el Reino Unido, con una media de ingresos por asociado de entorno a los 1,6 millones de euros. Hemmington es también una de las voces públicas de la organización y su mensaje ha sido bien directo: "La sociedad está atemorizada por los anuncios sobre el descenso dramático en el gasto público con que ha amenazado el ministro de Economía, George Osborne. Lo cierto es que la economía británica se encuentra en un estado mucho más débil de lo que el Gobierno estima, así que debería andar con pies de plomo antes de esgrimir la tijera de los recortes".

El propio Olivier Blanchard, consejero económico del Fondo Monetario Internacional, ha avisado al Reino Unido ─y al resto de Administraciones europeas que se han lanzado entusiasmadamente a despedazar sus presupuestos─ que "aunque los planes de consolidación del déficit merecen nuestro elogio, cualquier recorte ha de ser reevaluado si a causa de ello se frena la recuperación de la economía".

Con la presión amontonándose contra la puerta negra del número 10 de Downing Street, la residencia del gabinete, Osborne finalmente cedió la semana pasada: "Los recortes... no se van a producir todos al mismo tiempo", declaró el sábado día 9. Es lo más próximo a una declaración de cambio de política económica que se podrá escuchar de boca de la coalición entre conservadores y liberaldemócratas, pero es el testimonio de que para asfixiar el déficit, cerrar el grifo del dinero público no funciona como solución única.

Y no es tan sólo una cuestión de enfrentamientos verbales. La Cámara de Comercio de las comarcas del Noreste inglés han aportado más cifras, y ninguna invita al optimismo; en 2009, hasta 26.000 negocios locales hubieron de cerrar la persiana, y el escenario en 2010 indica que esta vez podría ocurrir lo mismo a cerca de 150.000. Incluso se calcula que el 22% de la nueva iniciativa privada acabará en fracaso.

La conclusión es que "si los recortes prometidos por el gobierno de coalición se cumplen con la celeridad programada, siete de cada 10 pequeñas y medianas empresas tendrán que despedir empleados como vía urgente de control de los costes. Para conseguir ahorros en la gestión del día a día, lo que Downing Street debe preparar es un diseño eficaz de inversión a largo plazo". Los fondos estatales de ayuda al sector son hoy un 20% menores que tres años atrás, cuando la crisis del crédito sólo había hecho que empezar.

LA CITY FINANCIERA, EXCLUÍDA

Chris Huhne, secretario de Estado para la energía, ha intentado suavizar también las crudas resoluciones iniciales sobre el gasto público. Según Huhne, "las reducciones en inversión pública podrían distribuirse a lo largo de cuatro años. El objetivo es el de estabilizar la deuda nacional y que caiga el déficit respecto al producto interior bruto". "De todas maneras -ha dicho Huhne- los números de nuestro programa de recortes no están grabados sobre piedra", o sea, que hay margen para la flexibilidad. Siempre contentos con usar el lenguaje marino en la capital de un imperio que se extendió por mar, Huhne aseguró en Londres que "si el viento cambia, la nave debe variar de rumbo para llegar a su destino".

Algunos analistas financieros han descifrado la metáfora con especial dureza. Para Louise Armitstead, "lo que está diciendo ahora el gobierno es que los recortes no se ejercerán con tanta rapidez como habían propuesto. En realidad, lo que parece es que han tomado prestada la política económica laborista de disminuir el déficit sólo al 50%, entre un 6% o un 7%, antes del año 2015". Por su parte, Steve Richards, que publica a menudo en la prensa progresista británica, piensa simplemente que "el argumento oficial de que van a menguar el gasto estatal en un 25% es, si me permiten explicarlo más allá del lenguaje académico, falso. En el Parlamento dirán lo que gusten, pero ni disponen de la capacidad ni del contrapeso necesario para un recorte semejante. Cuando buscamos los detalles en los planes de ahorro de la coalición, se observa de inmediato que el programa del gobierno es profundamente vago, y que ésta no es su última palabra ni mucho menos".

Por supuesto, a la City de Londres le desagrada profundamente esta nueva deriva del proyecto conservador que venció en las elecciones generales. Mientras el fondo Fidelity European Values, la rama británica de Fidelity International, recomienda la adquisición de los dorados bonos soberanos del país ─los gilts─, un creciente número de casas de inversión con menor alcance se han lanzado a apostar a la baja contra los propios valores nacionales.

UNA PELIGROSA BURBUJA FINANCIERA

Según Rob Mackinley, de Citywire, "un grupo considerable de gestores de fondos de primera fila creen que se ha inflado una burbuja peligrosa en torno a los bonos del gobierno del Reino Unido. El apetito por mayores niveles de rentabilidad de los inversores en gilts, y la curiosidad por conocer formas de jugar en corto, han convertido a esta estrategia de alto riesgo en una opción que ya se baraja fuera del círculo de los capitalistas más adinerados o los inversores institucionales".

Manooj Mistry es el director del único fondo cotizado en la Bolsa de Londres a través del cual se puede apostar en corto contra los bonos del Reino Unido, el 'db x-traker UK gilts'. De acuerdo con la hoja de balance con que trabaja Mistry, este mes el volumen de capital del x-traker supera los 5,7 millones de euros.

Sin embargo, la City se está quedando aislada en su demanda por quemar deuda a toda costa. De acuerdo con el índice de confianza de los exportadores británicos, el 63% del sector asegura que "los recortes presupuestarios tendrán un efecto negativo para el desarrollo económico general". David Sear, director global de la encuesta sobre la que se apoya el índice, dice que "un frenazo súbito en el gasto estatal desequilibrará a la actividad económica del país. En la opinión del sector de las exportaciones, el crecimiento no puede sostenerse sin oxígeno gubernamental; el clima económico es extremadamente duro y reparar los daños de la recesión va a requerir algo más que el empuje de la empresa privada." Más de la mitad de las firmas indican, además, que una libra esterlina débil tampoco resuelve nada.

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