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'Nebraska'; la última joya de Alexander Payne nominada a seis Oscar

07/02/2014

VALENCIA. "Hacer un filme es un acto inconsciente" y es difícil explicar todos los significados que puede contener. Así de escurridizo se muestra el estadounidense Alexander Payne a la hora de hablar de su nuevo trabajo, Nebraska, una mezcla de comedia y drama familiar con mucho trasfondo, una preciosa película que narra la relación entre un padre y un hijo, una road movie que tiene como excusa el cobro de un inexistente premio de un millón de dólares. Y para cobrarlo tienen que recorrer casi 1.100 kilómetros desde Montana a Nebraska.

Nominada a seis Óscar, entre ellos el de mejor película y director, este sencillo filme pero muy complejo en el fondo llega este viernes a los cines españoles, en una nueva muestra del tipo de cine que le gusta a hacer a Payne, centrado en las relaciones humanas y en el paso de la vida.

"Es divertido" y, a la vez, "muy duro", especialmente cuando te hacen preguntas o reflexiones que ni siquiera te has planteado", explicaba Payne a un reducido grupo de periodistas, entre ellos Efe, en una entrevista tras la presentación de su filme en el Festival de Cannes. Y con esa filosofía, el realizador considera que hacer un filme es una experiencia de la que no se puede salir indemne.

Por eso, afirma, "habría que rodar proyectos en función de la experiencia vital que pueden suponer y de cómo esa película, de alguna manera, te va a alimentar". "Parte de mí quiere hacer tres películas al año como [Steven] Soderbergh, la otra solo quiere hablar cuando tengo algo que decir, que contar y que aprender de la experiencia de rodar, no solo sobre la vida si no sobre lo que es una película".

Una película, resalta, no es un trabajo de una o dos semanas. "Son básicamente dos años y luego tienes que hablar de ella, así que hay que elegir cuidadosamente". Una mentalidad que le ha llevado a hacer tan solo media docena de películas en 14 años, entre ellas Los Descendientes o Entre copas, porque además busca tener todo el control sobre cada uno de sus proyectos.

"No me quejo sobre mi carrera porque he tenido hasta ahora la suerte de poder mantener mis presupuestos bajos y una total libertad. He hecho lo que he querido porque mis presupuestos son pequeños y he ganado dinero. No necesito un gran éxito, solo quiero que mis películas ganen un dólar, porque de esa forma puedo continuar haciendo cine", explica convencido.

Un cine que se centra en las relaciones humanas y familiares, pese a que no es algo que busque de forma consciente. "Mi película anterior era una película sobre Hawai, esta es sobre Nebraska. En las entrevistas me preguntan sobre la familia, pero es algo en lo que no había pensado, solo quiero hacer cosas diferentes", asegura. Pero, reflexiona, "creo que en el fondo todas las películas son sobre la familia; El Padrino lo es, Lo que el viento se llevó también".

En cualquier caso, más allá del tema que trate, cada película es fruto del momento en que se hace y en el caso de Nebraska es obvio que la crisis económica subyace. "El hecho de que esté hecha en una ciudad pequeña, que se vacía por la migración hacia las grandes urbes, se convierte en un personaje, sería un error ignorarlo. No quería hacer de ello un elemento principal, pero lo ves en los detalles". Algo que se domina cuando se conocen las pautas culturales.

Aunque asegura que se siente cómodo haciendo películas en cualquier sitio, reconoce que "lo ideal es hacer películas donde sabes que puedes conseguir los pequeños detalles de forma adecuada", dijo Payne, que puso como ejemplo el caso de Federico Fellini, que nunca dejó Roma.

Y otro elemento importante son los actores. En este caso, el veterano Bruce Dern, de 76 años, lleva todo el peso de la historia junto a Will Forte. Una elección muy estudiada por Payne, a quien le encanta trabajar con actores de los setenta, como Jack Nicholson, con quien hizo A propósito de Schmidt, con Robert Forster en Los descendientes o Stacey Keach y Dern en Nebraska, papel por el que recibió el premio de interpretación de Cannes y por el que ha conseguido su segunda nominación al Óscar.

"Son geniales y verdaderos profesionales, no solo saben como actuar, saben lo que es una película, están constantemente estudiando el director para saber qué película estás haciendo, cuál es el sentido de la película". "Aprendo de ellos como personas y también sobre cómo ser un actor, de gente como Nicholson o Bruce", indica el cineasta.

También habla con veneración de la sabiduría de Akira Kurosawa. Le vio cuando tenía 75 años y el japonés viajó a Los Ángeles para presentar Ran. "Yo estaba en la escuela de cine y él dijo: estoy al final de mi vida y aún no sé lo que es una película", rememora. "Imagina yo que solo acabo de empezar", afirma riendo Payne, a punto de cumplir 53 años. 

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