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LOS LIBROS DE @CORAZONRURAL

‘España contra el Estado': España ens roba, sí, pero a todos los españoles

ÁLVARO GONZÁLEZ. 03/02/2014 Un ensayo cuestiona los argumentos del nacionalismo catalán a excepción de uno, la concentración de poder en España, un fenómeno que perjudica a todos por igual

MADRID. En la Meseta hay muy poca gente que piense que Cataluña es España. Lo que se lleva por estas latitudes es entender que Cataluña es de España, que es muy diferente. El discurso de oposición al nacionalismo catalán, que ha logrado reunir mayorías para alcanzar fines concretos, en ningún momento tiene en cuenta que Cataluña es España por paradójico que resulte. La respuesta pasa por recordarle a los catalanes que no, que están equivocados, que han cometido un error porque ellos en el pasado quisieron y apoyaron mucho a la idea política de España y sus argumentos ahora son erróneos. Su postura no es legítima porque está equivocada. Y también tenemos otra variante que es el qué tontos son ustedes que no saben hacer las cuentas y se van a ir derechitos al abismo. De modo que, y esto es lo esencial, todo debe seguir como está. Porque te lo digo yo, que soy más listo que tú.

Por eso es interesante encontrarse con un libro que sostiene que Cataluña es España y que lo que no es España, precisamente, son los resortes del régimen que sustentan el estado tal y como está diseñado actualmente. Los que se sientan españoles, pero también se sientan inquietados, cuando no amenazados, por la defensa de España en los términos en que se viene realizando, tendrán aquí una obra de referencia. El autor es el filólogo Ángel López y la editorial, Uno y Cero, se la ha montado él. No parece coincidencia que las ofertas culturales más interesantes vengan en estos tiempos de la mano de la filosofía punk del ‘do it yourself'. La lista es amplia: Libros del KO, Yorokobu, Mongolia...

La premisa de la que parte Ángel López es que no es justo identificar a España como país, al pueblo español, con la "casta militar, conjunto de leyes injustas o una administración ineficaz" que han "oprimido" a catalanes, vascos y gallegos. Si así fuera, los territorios castellanos, alma de esa España según la regeneración noventayochista, no habrían sido un solar ruinoso y despoblado durante tantos siglos.

Después expresa sus dudas sobre el espíritu de la inmersión lingüística en Cataluña. Dice que hasta "en los países más jacobinos" como Francia o EEUU, "escolarizan a los niños magrebíes en árabe y a los hispanos en español en algunas materias, sobre todo en los niveles elementales". Y pone en duda que este sistema, que se sostiene al estar Cataluña integrada en España, vaya a continuar en el futuro de independizarse. La ‘minoría' que tiene el español como lengua nativa es del cuarenta y tantos por ciento.

Por otro lado, aporta una cita histórica curiosa. El historiador catalán Joan-Lluís Marfany dijo que si en Cataluña no penetró el castellano como koiné es porque no se le permitió al pueblo castellanizarse.

"Lo que olvidan los historiadores de la lengua -constituyendo en ellos la forma más común de error de anacronismo- es que en las sociedades del Antiguo Régimen la práctica lingüística está completa y expresamente condicionada por la clase [social]. Del carácter clasista de la castellanización o de la diglosia bien que se dan cuenta. Pero la interpretan en términos de "traición" aristocrática o burguesa y "fidelidad" popular. Mas el clasismo no reside en esto, sino en la exclusión de las clases subalternas del acceso al castellano, por la aristocracia, primero, y por la aristocracia y la burguesía más adelante -y, naturalmente, por las autoridades civiles y eclesiásticas. El pueblo no se castellaniza porque no le está permitido: no se le ha perdido nada en castellano".

En cuanto al problema actual, opina que los movimientos independentistas son impulsos donde priman más los sentimientos que la razón. En este caso, los medios de comunicación han creado un "imaginario mediático positivo que promete alcanzar una tierra paradisíaca", explica. Pero lo que no podemos decir, y es aquí donde radica el problema, es que se haya llegado a esa ensoñación de forma gratuita. Detrás hay, asegura el autor, un fracaso de las estructuras de poder que dominan España. Ese ente llamado "el Estado".

De ese poder centrípeto llamado "Madrid", entre comillas, ocurre un fenómeno análogo al de los años precedentes a la desintegración de la Unión Soviética. Cuando en aquellos primeros años ochenta del Breznev senil, el Andropov enfermo o el Chernenko gagá, se pronunciaban discursos triunfalistas mientras el ciudadano si no le habían arrancado los ojos en la guerra veía y percibía de forma clara e inequívoca que lo que le rodeaba era un país pobre y miserable dominado por una casta. Y si les parece que con el comunismo todo era maravilloso, el autor cita como ejemplo alternativo la descomposición del Imperio Austro-Húngaro.

Ahora mismo, en un país tan profundamente corrompido desde el poder, en el libro se llega a hablar de mafia, donde las alternativas o las reformas no tienen recorrido porque están castradas por el bipartidismo, lo lógico es que haya ciudadanos que persigan ese "sueño". Cataluña, por supuesto, era el caldo de cultivo ideal para el fenómeno.

Un ejemplo sin demasiada importancia pero de gran significado que cita para explicar la prepotencia de ese poder central que, bueno es repetirlo, también oprime y ha arruinado "al centro", es que sólo esté permitido emplear el español en el Congreso. En el Senado estadounidense Tim Kaine hizo una intervención enteramente en español y los periódicos de izquierda, el NewYork Times, y los de derecha, el Washington Post, destacaron el carácter histórico del momento. Aquí se ve normal que se expulse a diputados del hemiciclo por usar su lengua.

Así es como surge el centro de poder. No por ningún consenso o de forma en la que quepan todos, sino a golpe de ley. La propia ciudad debe a una decisión real, de Felipe II, convertirse en capital, cuando no era centro natural de nada. Sin río, sin mar, sin ser un nudo de comunicaciones especial. Madrid es la capital por real orden y ese es el espíritu. No ocurre en ningún país de nuestro entorno un fenómeno como éste, donde Madrid tiene que tener todas las sedes y todas la infraestructuras importantes. Ni en Alemania, ni en Italia ni en Francia. Para buscar ejemplos similares hay que irse a Argentina, México o Rusia. Sobran los comentarios.

Al final, el ensayo concluye con una cita del historiador sevillano Antonio Domínguez Ortiz.

"Fueron los gastos militares los que arruinaron a Castilla... En fin, el argumento irrebatible es que las revueltas de aquel siglo [XVII] estallaron en países que no contribuían con un céntimo al sostenimiento de la Corte de Madrid; lo que temían de ella era su tendencia al centralismo, impuesta no por el deseo de castellanizarlos, sino de exprimir de ellos la máxima contribución en hombres y dinero para las guerras. En el plan del conde-duque de reducir las regiones no castellanas a la forma de gobierno de Castilla no entraba para nada el deseo de realzar el papel de esta: un tal brote de nacionalismo avant la date no se le habría ocurrido a él ni a nadie. Lo que pretendían era hacer en ellas el poder real tan absoluto como en Castilla, igualarlas con ella en la servidumbre".

No parece haber cambiado mucho el panorama. Todo esto lleva a concluir a Ángel López que el problema en España no es "nacional", sino la "degeneración del estado que la sustenta políticamente". No le valen "falsos culpables" ni "falsas soluciones", sino la renovación completa, una verdadera refundación.

 

España contra el Estado
Editorial:
Uno y cero Ediciones
Autor: Ángel López García-Molins
Precio: 3,63 euros (sólo edición digital en unoyceroediciones.com/)
104 páginas

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17 comentarios

Álvaro González escribió
06/02/2014 13:17

Muchas gracias por unos comentarios tan interesantes.

Enric escribió
05/02/2014 23:41

Buena Reseña, la verdad es que dan ganas de leerlo, aunque la torre de libros de mi mesita de noche empieza a alcanzar una altura ya ofensiva a ojos de mi mujer. Sobre el tema central del libro el año pasado me zampé un ensayo similar escrito por un autor gallego, creo, titulado “Madrid es una isla”. Era un libro bastante centrado en aspectos histórico-económicos, haciendo hincapié en el proceso de construcción del poder financiero madrileño y los perjuicios que históricamente causó para el resto del país estas políticas de concentración política y económico-financieras , en especial para las regiones que hoy consideramos menos desarrolladas (como digo, el autor es gallego, y creo que sabe de lo qué habla). En esta misma línea y con un enfoque bastante más técnico está el “España, capital París” del Catedrático de Economía Aplicada Germà Bel que también me leí hace unos tres años. Es un libro, me atrevo decir, que andando el tiempo puede llegar a convertirse en todo un clásico en la categoría de ensayos de Economía Política. Bel se centraba más en las políticas de infraestructuras y como éstas se habían encaminado, desde la llegada de los Borbones en el s. XVIII, hacia el logro de una centralidad total de la Corte y después capital, aún a riesgo de que el impacto presupuestario fuera excesivamente lesivo para la Hacienda Pública y que ello fuera en detrimento de las potencialidades económicas del resto del país. De hecho, ambos libros se complementan ya que analizan dos de los sectores económicos (Finanzas en el primero y Construcción e Infraestructuras en el segundo) cuya incidencia ha sido capital – nunca mejor dicho – a la hora arrojar gasolina a ese bomba de relojería que era la economía española previa al estallido de la crisis. Por lo que respecta al tema nacional-identitario la cosa me chirría algo más ya que creo que, a pesar del regeneracionismo voluntarista del autor, dicha “refundación” se me antoja complicadísima cuando no utópica. Más que nada debido a la potentísima resistencia que para ello puede suscitar cualquier intento de cesión y dispersión del poder de las élites centrales hoy día acampadas a la sombra del BOE (Poder político-funcionarial, financiero, energético, mediático, constructor, etc.) y cuyo modus vivendi pasa por mediatizar, en última instancia, el flujo de rentas del Presupuesto del Estado (unos 225.000 milloncejos de nada). Por eso, algunos que en Cataluña creíamos hasta 2010 que ese reparto de poder podía llegar a ser más pertinentemente ecuánime en relación al peso económico y demográfico de los territorios (Estatut) y pese a que las banderitas tampoco nos quitaban el sueño, des de la famosa sentencia del TC nos hemos ido acercando a los postulados independentistas como única vía, precisamente, si no de socavar, si al menos arrebatar a esas élites la porción de poder que proporcionalmente creemos nuestra como ciudadanos avecindados en esta comunidad autónoma, eso sí, sin entregársela alegremente a nuestras élites locales y cuya gestión deberá cimentarse en un nuevo contrato social bastante diferente al hoy imperante. Tal vez esta opción sea igual de utópica o imposible que la “refundación” conjunta sugerida por el autor, pero dado que el proceso cuanta con el apoyo, ya no de una amplia porción de la sociedad civil, si no del mismo gobierno catalán y de una nada desdeñable parte del arco Parlamento autonómico creo que las posibilidades de esta última opción son algo más plausibles. De igual forma, creo que la “independencia” (yo prefiero llamarlo “ruptura”, ya que a estas alturas de la Historia está por ver qué país, especialmente los de nuestro entorno europeo, son independientes al 100%) de Cataluña respecto al poder central español puede brindar al resto de España la oportunidad de asestar un jaque mate a esas élites cortesanas cuya ipsofacta y recién pérdida del 20% de las rentas del país (el peso económico de Cataluña en España) deberían dejarla en una situación más que comprometida y cuyo statu quo solo tendría posibilidades de conservar en base a al manido recurso de la movilización patriótica. A día de hoy esta es el único camino que veo posible para llegar a esa suerte de “refundación” a la que elude el autor y a partir de la cual se podrían ensayar nuevas fórmulas de articulación de los diferentes pueblos, ya no de España, sino incluso de la Península entera.

perri el sucio escribió
05/02/2014 12:25

Gracias por la reseña. Dado el precio del libro, estoy por hacerme con él y ver los argumentos de este señor en persona. No diré que esté de acuerdo en todo lo que dice la reseña, pero me sorprende lo indignado de muchos comentarios... Ah, y por cierto, la capital de españa tenía que haber sido lisboa. Eso lo sabe cualquiera con dos dedos de frente que no esté construyendo el escorial. Pero en gran medida el centralismo en españa se ha copiado del papel de parís en francia a partir del siglo XVII tardío.

keenan escribió
05/02/2014 11:49

Viendo algunos de los comentarios negativos, creo que reafirman la postura de Alvaro. Me queda claro que el nivel de compresión lectora no es bajo porque no se entienda bien, sino porque toda crítica se entiende como algo ofensivo, y la gente se queda en eso, en vez de tratar de entender el espiritu general del texto. Este texto, en la linea de muchos articulos de LPD ahonda en el interés de comprender el fenomeno indepentista, mientras que la linea general de pensamiento en Restoespaña, por mucho que les pese a algunos, es que a) son todos unos putos paletos, y no se van a ir porque los tenemos muy gordos y ellos en el fondo son unos afeminados pusilanimes o b) el paletismo de algunos politicos y grupos minoritarios se ha adueñado de la sociedad catalana, pero aquí estamos nosotros para que vuelvan las aguas a sus cauces, porque los catalanes en el fondo son buenos, pero están mal aconsejados por politicos buitres. Alvaro lo que intenta decir, es que, miré usted, igual hay algún problema de fondo, un problema estructural a nivel administrativo, económico y cultural en España, del que el independentismo catalán es un sintoma, y que si miramos de arreglar ese problema, además de -previsiblemente- reducir el independentismo en Cataluña, posiblemente viviremos mejor en Restoespaña. Pero no, aqui lo que pasa es que los Catalanes son unos hijos de putilla consentidos. Respecto a lo de Madrid... yo siempre he dicho que una forma de asegurar la integridad territorial hubiera sido dar la capitalidad a Barcelona en la transición, o poner una capital compartida Madrid/Barcelona. Siempre que planteo esto me dicen que nones, que los cojones, que a ver si Barcelona va a sacar tajada por ser independentista, encima. Ese el espiritu, mientras que en cualquier otros sitio de Europa, una cosa de este estilo (capitalidad compartida) se hubiera planteado, en España no, porque cuando unos sienten que los otros les han agraviado, o de alguna forma son "traidores", se cierra cualquier posibilidad real de dialogo, y se vive de espaldas los unos a los otros. Una actitud muy rural, y muy poco burgesa. Cuando la gente llama paleto a los demás, harían muy bien en examinar un poco su propia forma de pensar. En este tema, hay que destacar, que incomprensiblemente, los Catalanes sacaron muy poquito de la transición. Los vascos sacamos el concierto economico, casi nada (creo que esto se ofreció también a Cataluña, pero se rechazó). Nunca he acabado de entender el porqué de esto, y creo que ahí en Madrid se equivocaron, le dieron a quien no debían, y dejaron de dar a quién si debían. El verdadero desafio independentista, ha sido, y será, el del País Vasco, que a pesar de tener un regimen fiscal privilegiado, y estar "como queremos", abriga un fuertisimo sentimiento independentista y de rechazo a españa y a todo los español. Los catalanes hubieran sido mucho mas pragmaticos.

asertus escribió
05/02/2014 10:12

Lo de poner la capital en Madrid fue, para mí, un gran error histórico de Felipe II. Supongo que es fácil a toro pasado verlo, y en el siglo XVI América y demás parecería una nadería, pero el haber puesto la capital en Lisboa debería haber sido la decisión lógica tras la unión con Portugal. Pero bueno, el día después todos sabemos los números de la primitiva.

A. Vidal escribió
05/02/2014 07:51

Aplastapaletos, dice… Mucho lo dudo de una ciudad donde se refieren a todo aquel que no ha tenido el regalo divino de nacer allí como "gente de provincias". Igual sí que somos unos paletos y no nos hemos enterado de que el lenguaje de moda (así como la legislación) es un revival del s. XIX. Pero, hey, tu a tu rollo y a disfrutar de tu río, que debe ser el Volga ibérico y nosotros, infelices, sin enterarnos aún…

Caesar escribió
05/02/2014 07:03

Venga sí, en Francia Paris no reúne todo el poder...si el centralismo prácticamente lo inventaron ahí! De verdad cansa ya la propensión española de que nuestros problemas son excepcionales, que lo que nos pasa pasa solo aquí, Europa es siempre un paraíso. Madrid fue convertida en Capital por estar en el centro de la Península. Una capital no tiene porque coincidir con el lugar económicamente más rico del país( Washington DC es un ejemplo) . De todas formas, ponerse a hablar en pleno siglo XXI de si Madrid tiene un río navegable o un puerto me parece absurdo. Las formas de transporte acuáticas, aunque relevantes, no hacen más conectada ni más relevante a una ciudad en una época con aviones, aves e Internet

jordi escribió
04/02/2014 18:54

¿Que el Manzanares no es un río? ¿Que Castilla es un solar ruinoso? Chavales, a ver si viajáis un poco y se os quita el pelo de la dehesa, hombre, que por muy catalanes o catalanistas que seáis eso no os libra del paletismo profundo que mostrais. Tened cuidado en Madrid, que allí hay unas máquinas aplastapaletos de mucho cuidado, y caen a miles...

Irish escribió
04/02/2014 18:00

¿De verdad te crees que el fenómeno catalan es sólo un sentimiento visceral o de corazón?. ¿O que un trozo de región es propiedad del estado al que pertenece (así que se le puede tratar como a un basurero)?. ¿Te crees que Castilla es un solar ruinoso sólo por su pasado medieval?. Una última pregunta, aparte de éste libro, ¿has leído algo más sobre el tema?.

A. Vidal escribió
04/02/2014 16:29

Muy bien Juanlo, gracias por tu importantísima aportación que invalida por completo el resto del texto. Estaría bien que tuvieras en cuenta que, en el contexto de la frase, un afluente de un afluente que ni siquiera es navegable cuenta lo mismo que el reguero que haces al mear. Dicho esto, no comparto algunos puntos del texto, pero sí la idea general. Me confieso independentista, pero el día que estas ideas calen en la ciudadanía estoy dispuesto a replantearme mi postura. El meollo de la cuestión es que, en los últimos 3~5 siglos (depende de a quién pregunte Vd.), los únicos que nos hemos creído España hemos sido los de la periferia… y al final uno se cansa.

parvulesco escribió
04/02/2014 16:15

Juanlo, el Manzanares es navegable como lo es el Danubio o el Sena? Joder. Muy buena reseña. Mola esta idea: "El historiador catalán Joan-Lluís Marfany dijo que si en Cataluña no penetró el castellano como koiné es porque no se le permitió al pueblo castellanizarse."

Baturrico escribió
04/02/2014 14:46

Coincido con el autor. Madrid no tiene las cosas que hacen de una ciudad la capital. Es de las pocas capitales europeas sin puerto o sin una sede importante de las rutas comerciales. Tal vez la otra ciudad grande en una situación similar sea Múnich, y la capital por algo está en Berlín y fue Bonn y casi llegó a serlo Fráncfort. La capital natural de España hubiera sido Sevilla, por muchas razones (puerto, comercio con las Américas, monumentalidad y riqueza natural), o Barcelona, pero no llegó a nada. Basta con mirar un poco las razones geográficas de la capitalidad, que en Madrid son simplemente los negocios del Duque de Lerma y su posición en el centro de la península. El Manzanares es una anécdota.

castellano escribió
04/02/2014 12:42

"En la Meseta hay muy poca gente que piense que Cataluña es España. Lo que se lleva por estas latitudes es entender que Cataluña es de España," Y aquí dejé de leer.

Uno de por ahí escribió
04/02/2014 09:47

Estaría bien que aprendieseis a escribir comillas: «».

Paca escribió
04/02/2014 08:37

Si el problema es madrid, que se independicen más comunidades.

Pfutro escribió
03/02/2014 23:59

Has puesto tres ejemplos de paises con una capital con un peso enorme respetcto del país que son federaciones. Méjico es federal, Argentina también lo es y la Federación Rusa...

Juanlo escribió
03/02/2014 23:47

Joe, ahora me entero que Madrid no tiene rio... 30 años aquí viviendo y resulta que el Manzanares tambien es un rio catalán no?

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