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VALENCIA. "Es alucinante. ¡Que se vaya a tomar por culo!". Así se desahogaba con sus colaboradores el ministro de Economía, Luis de Guindos, tras la pregunta de una periodista sobre una posible subida de impuestos, antes de iniciarse la reunión del Eurogrupo en Bruselas este lunes.

De esta forma, el ministro se suma a la legión de políticos traicionados por un micrófono de ambiente o, directamente, por el que tiene sobre al mesa a un par de palmos de su boca. En este caso, se evidencia la incomodidad del personaje ante la pregunta, después de haber guardado las formas al comparecer ante los medios unos segundos antes, pero hay ocasiones en las que el daño es mucho mayor.

Su jefe de filas, Mariano Rajoy, no podrá reprenderle de forma contundente, ya que él mismo tiene el dudoso honor de ser el responsable de una de las mejores joyas de este tipo de deslicen, ya que no sólo mostraba una profunda sinceridad, sino que le daba un puñetazo a la estrategia de su formación en un tema tan particular como el trato a los símbolos nacionales. 

En plena campaña contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero por la supuesta tibieza de los socialistas en estso asuntos, la víspera del Día de las Fuerzas Armadas de 2008 el entonces líder de la oposición comentó a Javier Arenas que al día siguiente tenía "el coñazo del desfile. En fin, un plan apasionante".

Teniendo en cuenta que un año antes había hecho un video llamando a que los españoles manifestaran "con franqueza su orgullo de ser españoles" en este mimso acto, las acusaciones de comportarse como un hipócrita que vertieron responsables de otras formaciones y algunos medios de comunicación obligaron al Partido Popular a dejar los mensajes de tipo patriótico en un discreto segundo plano por una temporada.

DE LA "TENSIÓN" AL "HIJOPUTA"

Igualmente, Zapatero tuvo ese mismo año, y más pegado a las elecciones, otro resbalón de envergadura. En riguroso director, tras una entrevista en Cuatro frente al periodista Iñaki Gabilondo, el presidente del Gobierno desveló una clave táctica de su partido de cara a las votaciones. Un secreto que sólo conocía un reducido número de responsables de la campaña. 

"Lo que pasa es que yo creo que nos conviene que haya tensión. Yo voy a empezar, a partir de este fin de semana, a dramatizar un poco", comentaba, creyendo que los micrófonos ya se habían cerrado tras la despedida formar ante las cámaras. Esta claro que Zapatero tenía que haber sabido que el programa terminaba así, sin músicas ni nada que ocultara las voces, pero tampoco era el lugar para un arrebato de sinceridad sobre un tema tan delicado.

En ocasiones, lo que se escapa es algo tan sensible como la división dentro del partido. Esto es lo que le ha pasado varias veces a Esperanza Aguirre, actual presidenta del PP de Madrid y, entonces, también presidenta de la comunidad autónoma. Sin lugar a dudas, uno de los episodios más impactantes fue su comentario hacia el alcalde de Madrid y rival en la formación, Alberto Ruiz Gallardón.

"Creo que nosotros hemos tenido la inmensa suerte de darle un puesto a Izquierda Unida, quitándoselo al hijoputa", comentaba la lideresa madrileña a un colaborador sobre la pérdida de un puesto en el consejo de administración de Caja Madrid. El comentario se produjo antes de empezar una rueda de prensa, cuyos contenidos apenas tuvieron trascendencia ya que en eso segundos estaba realmente la noticia.

Si esto les pasa a los primeros espada, otro tanto le puede ocurrir a los responsable menos acostumbrados a la sobreexposición mediática.  Fue a principios del año pasado cuando la directora general de la Agencia Tributaria, Beatriz Viana, dio una explicación sobre la regularización del dinero de Luis Bárcenas en Suiza sobre la que ella misma dejó claro que no estaba precisamente satisfecha.

Al término de la comparecencia, se gira hacia su compañera de mesa y comenta amigablemente que no sabe ni lo que ha dicho. A pesar de que la otra mujer le advierte de la presencia de los micrófonos resulta divertido su incomprensión ante lo que estaba pasando. También es un ejemplo de lo que no hay que hacer la participación final del hombre que sube a recogerlas y les comenta el plan de fuga de la sala "porque se han quedado con ganas de hacer más preguntas".