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¡Gracias a la troika!

CARLOS DÍAZ GÜELL. 23/01/2014

MADRID. El comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, se ha visto obligado a alabar el trabajo de la troika en la gestión de la crisis, dadas las circunstancias y urgencia de la situación y con independencia de los daños colaterales que su actividad ha podido generar entre la ciudadanía de los países en los que se ha visto obligada a operar como es el caso de España, país que tras el estricto cumplimiento de las exigencias del triunvirato podría decirse que se incorpora definitivamente al club de países serios.

La historia de España está trufada de ocasiones perdidas de subirse al carro de la modernidad y su fracaso la ha llevado a pasarse media vida en un estado de retraso, pobreza y autarquía, aunque hoy, en los albores del siglo XXI, todo parece indicar que finalmente todos esos grandes hitos van a pasar a mejor vida y España, por fin, formará parte, para bien o para mal, de Europa y de lo que ella es y representa.

Tuvo una oportunidad a mediados del milenio pasado cuando se alineó con Roma demonizando a Lutero cuando éste denuncio al Vaticano por tráfico de indulgencias (influencias) y abuso de poder, dejando a un lado la confesión y el arrepentimiento verdadero.

Pocos años después, España tuvo otra oportunidad de abrir la ventana y dejar que entrara algo del aire fresco europeo que por aquel entonces insuflaba Juan Calvino. El intento se quedó al otro lado de los Pirineos y el arquetipo calvinista de ciudadano laborioso y ahorrador predestinado por Dios, no tuvo la más mínima oportunidad de triunfar entre la pequeña burguesía española, si es que ésta existía por aquel entonces.

Tuvieron que pasar más de dos siglos para que se presentara una tercera oportunidad con la revolución francesa, de que la modernidad y el futuro entraran en España. Napoleón pudo con el absolutismo de media Europa, pero no con el Antiguo Régimen español y entre Carlos IV y Floridablanca se las apañaron para que España no sufriera el "contagio" revolucionario procedente del país vecino. Al final, "ganó" Menéndez Pelayo y perdieron los ilustrados, aunque tampoco éstos eran para tirar cohetes. Tercera oportunidad perdida.

Ya en el siglo XX, España vivió el resultado de su propio patetismo y de su estulticia y demostró la vesania que es capaz de desarrollar para resolver sus rencillas. Solo bien entrada la segunda mitad, aparecen pequeños destellos de que algo parecía dispuesto a cambiar y como ocurriera cinco siglos antes, Europa era quien se presentaba con el candil para marcar la senda a seguir.

Hoy España se enfrenta a otra oportunidad histórica, aunque ésta venga obligada y forzada como consecuencia de toda una serie de disparates concatenados que han estado a punto de enterrarnos, una vez más, en el hoyo de la Historia.

Por una vez no va a ser así y aunque este país y sus ciudadanos han tenido que hacer extraordinarios sacrificios y dejar más que pelos en la gatera, todo apunta a que de ésta va a salir un país nuevo, distinto, diferente, como parece que se está demostrando.

Esta oportunidad no parece que se vaya a perder, aunque a la fuerza ahorcan y España se ha tenido que ver con el cañón de un revolver en la sien para aceptar cambiar las cosas y dibujar un modelo al estilo de lo que se lleva en Europa.

De colocar el cañón en la sien de España que ha obligado al Gobierno de Rajoy a emprender el largo camino de la seriedad, se ha ocupado la popularmente conocida como troika, configurada por entidades supranacionales que en su momento decidieron embridar a la desbocada economía española exigiendo una muy completa lista de reformas que deberá, inevitablemente, llevar a nuestro país a formar parte de esa Europa en donde la 'leyenda negra' y los topicazos siguen siendo moneda de curso corriente.

Sus integrantes no tienen rostro, ni nombre, aunque se les conoce como los "hombres de negro" y han demostrado que no están para bromas porque el encargo lo tenían muy aprendido: reformas, reformas y más reformas. Fue el deterioro del sistema bancario el que provocó el desembarco de esa cédula y desde el primer momento dejaron al gobierno español una hoja de ruta bien detallada conocida como Memorandum of Understanding (MoU), que limita la discrecionalidad en la toma de decisiones en materia de política financiera y obligaba al ejecutivo de Rajoy a adoptar otras en relación con el sistema bancario, si quería que llegara ayuda financiera con la que hacer frente al profundo agujero creado por las cajas de ahorros.

Y ya de paso, la Comisión Europea y las otras dos instituciones, "animaron" al gobierno español a acelerar el Programa Nacional de Reformas, cuyo cumplimiento permitirá a España aterrizar en el 2020 como un país integrado, como el que más, en la siempre difícil Europa.

Sería demasiado pueril pensar que España vaya a entrar definitivamente en la senda de la modernidad tras estos años de crisis, penuria y dolor por la mera presión exterior, pero que nadie albergue la duda de que nuestra ubicación futura en Europa pasa por acercarnos cada vez más al modelo económico que se lleva en el core europeo, aunque para ello se tenga que "perder" esa soberanía que tanto cabrea a esa España de Trento que no aceptan que desde que España ingresara en la entonces Comunidad Europea en 1986, este país ha ido cediendo soberanía en muchas áreas de gobierno, llegándose al extremo de que algún ministerio tiene trasferidas a Bruselas la casi totalidad de sus competencias, aunque no haya reducido su número de funcionarios.

Post-it. Al Parlamento Europeo no le gusta la troika -Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI)- y apuesta por su liquidación, reclamando que sean las instituciones de la UE las que asuman el control de los rescates siguiendo los procedimientos comunitarios y bajo supervisión parlamentaria.

Recientemente, los parlamentarios han propuesto evaluar el trabajo y los fallos de la troika en los rescates de Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre, y parcialmente en España, algo que votará el próximo 17 de febrero y se llevará al pleno en abril.

El informe elaborado por la Comisión Económica de la Eurocámara critica la poca transparencia de la troika en su actuación y su falta de legitimidad democrática, denunciando que muchas de las recetas que impuso a los países rescatados acabaron aumentando el paro y la desigualdad social.

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