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La amenaza (real) de la deflación

MIGUEL A. RODRÍGUEZ. 20/01/2014

MADRID. El fantasma de la deflación empieza a hacer apariciones en lugares que no ha solido frecuentar. Al menos en esta era.

En Estados Unidos, en Europa y en economías emergentes latinoamericanas, el terror se ha representado con su antítesis: el espectro de la inflación.

Economías poco desarrolladas, y por ello con mecanismos de ajustes de precio a través del mercado menos eficientes como las emergentes o sin ir más lejos la nuestra, que ha sufrido de manera secular un proceso elevado de inflación de costes -por la falta de productividad y la dependencia energética- han luchado siempre por protegerse de los procesos en los que los precios crecían de manera continuada a tasas por encima de lo soportable en términos de poder adquisitivo y de competencia externa.

Bien es conocida la época de la hiperinflación alemana de entreguerras motivada por el deterioro de su economía y la falta de suministros, que provocaron los acuerdos excesivamente rigurosos a los que sometieron los vencedores de la primera Guerra Mundial a Alemania. Entonces se llegaban a emitir billetes de cientos de millones de marcos alemanes que quedaban sin valor de un día para otro y que sumergieron al país en un proceso de locura económica del que todavía no se han olvidado totalmente.

Conocemos también la hiperinflación argentina, que obligaba a cerrar tiendas durante el día para cambiar los precios que se duplicaban en cuestión de horas.

CASI UNA BENDICIÓN

Efectivamente conocemos el otro lado, pero la deflación visto lo visto nos puede llegar a parecer casi una bendición. Pero no es así.

Un proceso continuado en el tiempo de descenso de los niveles de precios de los artículos que se producen y se consumen llega a producir un estancamiento en la economía de tal calibre que por sí solo podría provocar una depresión económica con la consiguiente falta de actividad y paro generalizado.

Las empresas no tienen ningún incentivo en comenzar procesos productivos de bienes que costarán menos una vez sean manufacturados y que a medida que pase el tiempo tendrán un valor inferior. Sencillamente es un negocio ruinoso.

PERVERSA SITUACIÓN

Los consumidores, por otro lado, retrasarán indefinidamente sus decisiones de compras a sabiendas que si pueden hacerlo más adelante lo conseguirán más barato.

Perversa situación que lleva a la economía a estancarse permanentemente y que solo podría sobrevivir -como ha sido el caso de Japón- en modelos netamente exportadores y que mantienen una demanda de calidad.

Los últimos datos de la Eurozona se acercan a la que el propio Banco Central ha calificado como zona de peligro. Los precios de la Eurozona suben a un escaso 0,8% interanual, cuando el objetivo marcado por el regulador monetario está en el 2%.

El BCE tienen el mandato único de mantener la estabilidad y el equilibrio en los precios, fijando un nivel objetivo del 2%.

GLOBALIZACIÓN

Todo lo que se aleje de el supone una desviación de sus metas, y como explicaba anteriormente, lo preocupante no es tan sólo que los precios suban -como parece pensar el señor Weidmann, presidente del Bundesbank- sino también que caigan de manera continuada.

Muy posiblemente y dado que el proceso tendente a la deflación es globalizado, lo estamos viendo en China y en Estados Unidos.

El BCE, por ser el banco central con política más restrictiva de todos los bancos centrales de países desarrollados del mundo, se va a ver en la obligada situación de tener que relajar su política monetaria.

EFECTIVIDAD

Pero de nada sirve bajar el tipo de referencia, ni tampoco resultado demasiado útil las operaciones de liquidez LTROs aunque es cierto que con menor tensión en los bonos periféricos, ahora podría ser más efectivo.

La tendencia por mucho que le pese a los ortodoxos autodenominados liberales y, por supuesto, al sancta sanctorum de todos ellos, el Bundesbank, será la de compra de valores de renta fija en un programa de Quantitative Easing europeo, que muy probablemente veremos en este año. Al final se darán cuenta que el exceso de liquidez en el sistema no tiene que ser inexorablemente inflacionista.

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Miguel Ángel Rodríguez es analista de XTB

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