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CRÍTICA DE TEATRO

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EUGENIO VIÑAS. 11/01/2014

VALENCIA. La dramaturga Carme Portaceli declaraba hace unas semanas a CulturPlaza.com que "los autores de teatro" ejercen "de cronistas de nuestro tiempo". Y esta misma idea parece estar detrás del intento de aproximación a la realidad que dirige Gabriel Olivares en el Teatro Talia hasta el próximo 26 de enero. Natalia Dicenta, Patxi Freytez, Ana Ruiz y Javier Martín rotan personajes en este thriller ligero.

El texto, escrito al alimón por Olivares y el multipremiado guionista y novelista Eduardo Galán, apenas encuentra puntos de genialidad en el desarrollo de la obra, exceptuando las pinceladas de humor que sobre todo explota Freytez. Sin embargo, tampoco se puede decir que el desarrollo tenga un tono de comedia o que la obra, en su conjunto, confunda en su planteamiento a la platea. Peca de resolver con brochazos ese monotema de conversación al que ya nos hemos aclimatado: las fallas del 'sistema'.

UNA OBRA EN TRÁNSITO

Es relevante que con un reparto de empaque y con cierta ambición que no se esconde, la obra trate de abordar estos errores consentidos por la sociedad desde dos planos de poder: el periodismo y la política. La trama cruza estos dos escenarios: de un lado, la redacción de un periódico nacional, lapidada por un ERE, con sus trabajadores al límite por la constante caída de sus condiciones laborales y de sus ventas; de otro lado, el entorno político de provincia, ministerios y chanchullos de la adjudicación pública de contratos.

En 'El Universal' es Minerva Herrero, el personaje que interpreta Ruiz, el detonante con su llegada a la cabecera con su impecable curriculum, su pujanza y su contacto en el consejo de administración. Aunque sus funciones, a priori, parecen ligadas a la evolución del negocio online -se dice, se habla con distancia de éste, pero nada se hace ni se sabe de qué se trata- su protagonismo lo ejerce sobre la construcción de un Oceanográfico en mitad de la Sierra de Gredos. Una obra pública, en Álvila, con un ministro y cuentas en Suiza tras ello, que despierta la curiosidad de los periodistas (también de la directora del medio, Dicenta, y el jefe de redacción de 'Nacional', Martín) a raíz de la muerte de un periodista del que al final de la obra poco o nada se conoce, con un testaferro fácil de encajar en el puzzle por su ruralidad. 

Cierto es que los actores están rodando la obra, que apenas suman unas funciones sobre sus hombros y en el estreno del pasado jueves en Valencia hubo algún lapsus de más. Sin embargo, en ningún caso las carencias de la propuesta se encuentran en la interpretación. Dicenta clava sus tacones sobre el papel de la directora de 'El Universal', serena y potente, Ana Ruiz se deja llevar a través del papel ingenuo y a la vez poderoso de su periodista en progesión, Patxi Freytez es, posiblemente, el más equilibrado de los cuatro, pese al constante baile de movimientos, personajes y tonos, mientras que Javier Martín se muestra en una corrección fría, pero seguramente necesaria para no elevarse por encima de sus papeles como 'consorte' de las tramas. 

FINAL EN ALTO CON SOMBRAS

La obra, para bien, se eleva justo al final, como en los buenos thrillers. Eso sí, el espectador ha pasado para ese momento por varios tramos de desconexión por la rutina de la trama. Algo a lo que no ayudan los innumerables (¿más de 20?) cambios de escenario, en la que unos cuantos elementos con una escenografía -que recoge algunos gestos inteligentes- que termina por destacar en exceso sobre el espectador: cambios de espacio, mesas, sillas, planos y, sobre todo, luces. Cierto es que, al que no se deje avasallar, le servirá para sugestionarse por el ajetreo de periodistas y políticos; este, creo, que debe ser la intención del constante movimiento.

La obra repasa clichés profesionales del periodismo como si de un rosario se tratara. La imposible conciliación laboral y profesional, la vocación por encima de la persona, la otra pasión: por el alcohol, la decadencia del negocio, la vinculación al poder, la doble cara del jefe de prensa y el periodista, la ética de la profesión, el conflicto de los medios tradicionales... dosis de realidad que se entremezclan con una oda al periodismo "de lápiz y papel", señalando a la realidad tecnológica como la verdadera causante de un desinterés por parte de los nuevos públicos hacia los medios. Un punto de desconexión con parte del público, me temo, precisamente por las mismas razones. Los mismos que a buen seguro coincidirán en la necesidad de los medios libres para salvaguardar precisamente ese tema tan frágil que de fondo aborda la pieza.

Fotos promocionales en blanco y negro y un mensaje de cierre en el texto: "Buenas noches y buena suerte". El pasado es un lugar mucho más interesante siempre que se observa desde la distancia.

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