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Premio de novela Ciudad de Salamanca

El descenso a los infiernos de la prostitución

CARLOS AIMEUR. 16/12/2013 El valenciano Juan Ramón Barat denuncia la tragedia del tráfico de mujeres en las costas de Alicante y Murcia con una novela trepidante que le consagra como escritor

VALENCIA. Dice el escritor valenciano Juan Ramón Barat que todo comenzó con el desmantelamiento de un prostíbulo en la ciudad de Lorca, en Murcia, localidad donde él trabajaba como profesor de instituto. Fue entonces cuando se preguntó qué sucedía en ese mundo, el de la prostitución, que hasta entonces no había conocido. "Descubrí el abismo".

Después llegó el recopilar información, el llenar su mesa grande de papeles y libros, el preguntar, leer, y, sobre todo, navegar, "porque hoy con internet entras hasta en el Vaticano", dice. Tas recopilar información suficiente, comenzó a escribir y llegó hasta las primeras 90 páginas. De pronto, paró. Se quedó sin ganas. Estaba asqueado. No le gustaba la historia. Le producía desazón.

Fue su hermano Víctor primero, después su cuñada y finalmente una prima suya, las que leyeron estas noventa páginas inéditas y le emplazaron a que acabase el libro. Barat dudó, lo hizo "por ellos" y después, sin mucha fe, tras enseñarle los primeros manuscritos a amigos como su editor Marcos Zacarés, probó fortuna en el premio Ciudad de Salamanca.

Lo ganó. Un jurado presidido por Luis Alberto de Cuenca bendijo a su libro e Infierno de neón se convirtió en su nueva novela, que acaba de publicar en Ediciones del Viento.  

Con ello le han dado un empujón más en su carrera literaria, aunque Barat no es precisamente un desconocido. "Es un poeta de buena formación, porque estudió clásicas", comenta sobre él Carlos Marzal. "Buen conocedor de la tradición lejana y de la reciente de la poesía española. Uno de esos buenos poetas que ha estado apartado del mundanal ruido, viviendo en Lorca. Él y su amigo reinaldo Jiménez son dos escritores muy interesantes", agrega el autor de Metales pesados.

UN GRAN CONTADOR DE HISTORIA 

Pero Barat también es novelista, y dramaturgo. "No sé por qué pero me gusta tocar todos los géneros", admite él. Sus novelas son "trepidantes", según el crítico José Vicente Peiró. "Todos sus libros se leen de tirón", apunta Zacarés; "es un gran contador de historias, al estilo de Vicente Blasco Ibáñez", añade.

Y ésta, su tercera novela, parece ser la que le situará en primera línea, cumpliéndose el adagio inventado por Agnes Jaoui en Como una imagen. "Barat va al alza e irá adelante", asevera Zacarés de él. "Lamento no ser yo quien publique este libro pero me alegro por él", agrega.

Infierno de neón es una novela negra clásica, un viaje a los mundos ocultos que nos rodean, tan próximos y distantes. Está escrita en dos planos: uno, el de la delincuencia, y otro el mundo anodino, gris, aburrido del protagonista principal, Matías Vidal, un profesor de instituto que intenta escapar de la depresión por la separación de su mujer. "Cuando ambos mundos se rozan, saltan las chispas", explica Barat.

Y la primera chispa se produce casi inmeditamente, cuando Vidal, en una de sus noches de insomnio, sale a pasear por las calles para distraerse. Esa caminata acaba conduciéndole frente a la ejecución de dos prostitutas. Se convierte de la noche a la mañana en un testigo de un crimen. Será entonces cuando el inspector Pedro Corrales le sugiera huir, pero el profesor no le hace caso. Y así se desata el conflicto.

OCURRIÓ CERCA DE SU CASA 

Barat, pese a ubicar la novela en Lorca no ha querido que quedara patente esa localización. Las calles y paisajes que se describen son reales, pero en ningún momento se cita a este pueblo expresamente. Con ello consigue dotar de universalidad al relato, ya que el escenario está contextualizado pero no encorsetado. Ocurre en Lorca, sí, pero podría ocurrir en cualquier parte, incluso cerca de su casa.

Tal y como madan los cánones, la novela está salpicada de buenos e interesantes personajes secundarios, y muy especialmente Pedro Corrales, un policía diferente, más cercano a la caracterización que al realismo, pero dotado de un peculiar encanto hasta el punto que algunos, como Zacarés, piensan que debería seguir existiendo en la letra y dar pie a una serie detectivesca. Corrales, catalán, aficionado del Español, tiene como libro favorito un ejemplar de citas latinas al que alude constantemente y es el responsable de algunos de los mejores momentos de la novela.

Como señala Peiró, "todos los personajes tienen alma. No son arquetipos. Hasta los quinquis de poca monta tienen su propia personalidad". No hay rol sin su historia, no hay acción sin justificación, no hay momento sin su azar austeriano.

Policías corruptos, delincuentes de apellido italiano, mandos intermedios y mujeres víctimas en busca de un futuro mejor, se dan cita en un viaje en el que la verosimilitud se impone sobre el artificio, y en el que se muestran las consecuencias del tráfico de mujeres.

"La novela es dura porque no puede ser de otra manera", dice Barat. "Las descripciones, sobre todo las violentas, llegan a asestarnos un duro golpe", comenta Peiró. "Pero es que este mundo del proxenetismo es así. Y no tiene límites." Como dice el personaje de Westray en el guión de El consejero de Cormac McCarthy. "He visto de todo, o casi. Y todo es una mierda".

Infierno de neón está llena de sorpresas, de giros sorprendentes, con un final verosímil e intenso. No tiene el fino estilismo de McCarthy pero sí que está cerca del mejor Vázquez-Figueroa, como bien apuntaba ayer Zacarés. La novela es cinematográfica. Es intensa. Y, sobre todo, intenta ser honesta. "Es un gran libro", concluye Peiró.

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