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Unión Europea: esperando la tercera revolución industrial

MARIAM CAMARERO. 15/12/2013

EL PEOR DE LOS TIEMPOS

Mariam Camarero

Catedrática de Economía Aplicada y titular de una Cátedra Jean Monnet en la Universidad Jaume I de Castellón
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VALENCIA. Una vez hecho público por las autoridades (tanto españolas como europeas) que el fantasma de la intervención en España parece alejarse, llega el momento de analizar las estrategias que se están diseñando desde la Unión Europea para contribuir a la recuperación económica y a la salida de la recesión.

La Estrategia Europa 2020 es la continuadora de la Estrategia de Lisboa 2010, que retoma los objetivos (no logrados) fijados para 2010, estableciendo una serie de retos nuevos o reformulados. Entre ellos hay uno referido a la industria: aumentar del 16% actual al 20% el peso del sector industrial en el PIB europeo.

Son varios los argumentos que justifican, según la Comisión Europea, este objetivo: en primer lugar, el sector industrial precisa de mano de obra más especializada, lo que permite crear empleos que incorporan más capital humano. En segundo lugar, el 65% del gasto privado en I+D se hace en el sector manufacturero; finalmente, la industria tiene importantes efectos de arrastre sobre el resto de la economía.

Un documento recoge de forma resumida esta iniciativa, bajo el nombre "Una industria europea más fuerte para el crecimiento y la recuperación económica"). Uno de los inspiradores de esta estrategia es Jeremy Rifkin, consultor de la Comisión Europea, quien piensa que la fusión de la tecnología de internet y las energías renovables serán capaces de crear una nueva infraestructura para lanzar la "Tercera Revolución Industrial" en Europa.

Es innegable que, a primera vista, fijar retos que consistan en impulsar la industria europea pueden resultar muy atractivos. Sin embargo, este objetivo en concreto se ha encontrado con importantes críticas por parte de servicios de estudios (por ejemplo, el del Deutsche Bank) y centros de investigación europeos (como el Bruegel).

La Comisión Europea argumenta que, desde el año 2000 (siguiendo una tendencia iniciada antes), el peso de la industria en el PIB se ha reducido de forma continua en la mayor parte de los países miembros. En cambio, en los EEUU se ha producido una reindustrialización: algunas actividades productivas muy especializadas y de elevada calidad han vuelto a producirse en suelo americano, al tiempo que ciertos costes se han reducido gracias a la innovación y a las TIC.

Asimismo Alemania es uno de los países que mejor está superando la recesión en la UE y es precisamente una de las economías europeas donde la industria tiene un peso mayor (22.4% del PIB en 2012 frente al 10% en Francia o el Reino Unido). España ocupa una posición intermedia, pues las manufacturas suponen algo más del 13% del PIB, mientras que en la Comunidad Valenciana son aproximadamente un 15%.

Dentro de España, el País Vasco continua siendo la comunidad autónoma con mayor peso de la industria (alrededor de un 22%) y ello parece confirmar también el anterior argumento, pues la renta y el empleo se han deteriorado menos que en el resto de España.

De la misma forma que la agricultura fue rápidamente perdiendo peso después de la Segunda Guerra Mundial, esta misma evolución se ha producido en la industria durante las últimas décadas. Es muy difícil invertir esta tendencia y elevar del 16 al 20% la participación de las manufacturas en el PIB de aquí a 2020, tal y como pretende la Comisión. Además, la tendencia descrita puede deberse, precisamente, a que las manufacturas son el sector con mayor productividad.

En realidad, gracias al buen funcionamiento del Mercado Interior y a su dimensión, la industria europea ha sido capaz de mantener una buena posición competitiva frente a las economías emergentes y al resto de la OCDE. Sin embargo, a la hora de cuantificar el tamaño de la industria en la actualidad es necesario utilizar otros criterios, ya que se han externalizado muchos de los servicios vinculados a la producción que antes se realizaban como parte del proceso.

En realidad, en las economías avanzadas ya se ha producido esa "Tercera Revolución Industrial": se trata de las llamadas cadenas de valor globales (o global value chains). Ese nuevo concepto de producción incluye todas las actividades realizadas desde que se concibe o diseña del producto, pasando por la producción propiamente dicha, el marketing, la distribución hasta los servicios postventa y el mantenimiento. De la misma forma, otro concepto utilizado recientemente es el de la "nueva industria", que comprendería la producción y también los servicios vinculados a la producción (sin contar la fase cercana al consumidor). En la UE-15 la nueva industria podría representar por encima de un 60% del PIB.

Diseño para la exposición World EXPO-2017 en Astaná, Kazajstán

En la UE las cadenas de valor globales se han desarrollado de forma muy beneficiosa, pues se encuentran integradas a nivel europeo, centradas buena parte de ellas alrededor de Alemania pero externalizadas hacia otros países, especialmente del este y sur de Europa. Lo fundamental es que para ello se aprovecha la ventaja comparativa de los diversos socios. Ello explica también que en Alemania se mantuviera más estable el peso de la industria. Además, el empleo en el sector manufacturero se ha vuelto cada vez más especializado, por lo que existe un menor riesgo de que se desplace hacia regiones con menores salarios.

Precisamente esta dinámica hace difícil que el mismo objetivo (subir a un 20% la participación de las manufacturas en el PIB) sea aplicable a todos los países miembros de forma homogénea. La industria alemana tiene una composición única en Europa debido al peso de subsectores como ingeniería y maquinaria y su capacidad de arrastre, fruto de décadas de evolución. Esto no es exportable a otros países del área.

Además, dado lo integradas de las cadenas productivas, ¿por qué realizar políticas que favorezcan a un sector frente a otro? En este caso, ¿por qué las manufacturas frente a los servicios? Generalmente los gobiernos no suelen acertar al escoger sectores a los que convertir en "campeones", bien sea nacionales o europeos. En su lugar, lo que las empresas necesitan en Europa es mayor facilidad para realizar sus actividades y eliminar regulaciones innecesarias.

El principal riesgo de la estrategia 2020 en el ámbito industrial es caer en un exceso de dirigismo. Lo cierto es que la mejora en otras políticas, la creación de un marco estable y favorable, tanto por parte de las autoridades nacionales como europeas, puede contribuir con mayor probabilidad de éxito a retornar al crecimiento.

En el caso europeo, completar el mercado interior de los servicios (para aumentar su productividad) y continuar reduciendo las barreras al comercio con terceros países, pues para la industria la externalización (también fuera de la propia UE) son clave para continuar compitiendo. Desde el punto de vista de las políticas en manos de los países, es fundamental un buen sistema educativo, del que salgan individuos bien formados, capaces de crear valor añadido, adaptarse a las nuevas tecnologías, investigar e innovar. En España, nuestra revolución industrial "postmoderna" (y en buena medida aún pendiente) está en la educación superior, tanto universitaria como no universitaria.

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Mariam Camarero

Catedrática de Economía Aplicada y titular de una Cátedra Jean Monnet en la Universidad Jaume I de Castellón
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1 comentario

XYZ escribió
15/12/2013 09:15

La verdadera revolución la ha de traer una economía de hidrógeno y fusión nuclear, desgraciadamente el poder apuesta por explotar al máximo las energía fósiles.

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