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EFECTOS EN LA PERCEPCIÓN

La obesidad hace la vida... más amarga

VALENCIAPLAZA.COM. 26/11/2013

MADRID (EP). Científicos de la Universidad de Buffalo, en Estados Unidos, han visto en ratones que la obesidad puede alterar el sentido del gusto, tras haber constatado una menor presencia de células gustativas de la lengua capaces de detectar sabores dulces.

En su investigación, cuyos resultados publica la revista 'PLoS One', los autores compararon 25 ratones con un peso normal con otros tantos que fueron alimentados con una dieta rica en grasas para alcanzar índices de obesidad.

Para medir la respuesta de los animales a los diferentes gustos, se analizó un proceso conocido como la señalización de calcio, por el que cuando las células "reconocen" un cierto sabor se produce un aumento temporal en los niveles de calcio dentro de las células que puede ser analizado.

Así, observaron que las células del gusto de los ratones obesos respondían más débilmente a los sabores dulces y, sorprendentemente y algo menos, a los sabores amargos. En cambio, las células del gusto de ambos grupos reaccionaron de manera similar al umami, un sabor que se asocia con los alimentos salados y la carne.

Los hallazgos aportan un nuevo argumento al misterio de la obesidad y de cómo ésta es capaz de alterar la relación con la comida, aseguran los autores.

EFECTO EN EL CEREBRO Y LOS NERVIOS 

"Estudios previos han demostrado que la obesidad puede provocar alteraciones en el cerebro, así como de los nervios que controlan el sistema del gusto periférico, pero nadie había visto una relación con las células en la lengua que entran en contacto con los alimentos", ha admitido Kathryn Medler, una de las autoras del estudio.

La investigación es importante porque el gusto juega un papel importante en la regulación del apetito, tanto en lo que comemos como en la cantidad de lo que consumimos.

De hecho, Medler dijo que es posible que los problemas para detectar los sabores dulces sea lo que lleve a los ratones obesos a comer más que el resto para obtener la misma recompensa, un mecanismo que aún debe ser estudiado para detectar nuevos métodos que puedan fomentar la alimentación saludable.

"Si entendemos cómo se ven afectadas las células del gusto y cómo podemos obtener estas células en circunstancias normales, podríamos desarrollar nuevos tratamientos", dijo esta experta.

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