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La edad de los amores improbables

ÁNGEL MEDINA. 16/11/2013

VALENCIA. Yo era profesor de matemáticas de la universidad de una pequeña ciudad, tenía cuarenta años y estaba recién divorciado: mi exmujer se había aburrido de mí y me había abandonado.

No notaba nada especial, no estaba deprimido, ni se me caía la casa encima. Estudiaba, preparaba mis clases, hacía footing, leía novelas negras y pasaba algunos ratos frente al televisor viendo programas nimios. ¡Sí, salía alguna vez de fiesta con los compañeros, tomábamos unas copas y de vez en cuando, raras veces, ligaba! Pero no era lo sustancial para mí.

Mi vida transcurría monótona y aburrida, pero plácida y tranquila a la vez. Hasta que apareció ella. Una alumna preciosa, angelical, dulce, amable...y ¡tenía verdadero interés por las matemáticas!

Me enamoré como un loco. Soñaba con su cuerpo, me miraba en sus ojos, únicamente sonaban en mis oídos sus palabras, olía su perfume y recordaba en cada instante su forma de andar, de hablar, de reír, de mirarme, de escuchar mis explicaciones en clase.

Había un problema: sólo tenía veinte años.

Conseguí verla a solas con la excusa de hablar de la asignatura. Le interesaban mucho los problemas históricos de las matemáticas y yo acepté hablarle de ellos en mis horas libres. Empecé con el teorema de Fermat: "En teoría de números, el teorema de Fermat sobre la suma de dos cuadrados establece la relación que hay entre los números primos representables como suma de dos cuadrados". Este teorema, enunciado en las Navidades de 1640, sólo había sido resuelto hacía poco tiempo.

Quedamos en mi casa y tras hablar del asunto más de dos horas nos metimos en la cama.

Nunca hubiese podido imaginar el placer que sentí en aquel primer encuentro que se repitió tantas y tantas veces durante los cinco años en los que ella estuvo en la universidad, hasta acabar la carrera y tiempo en que tratamos las Conjeturas de Hodge, Goldbach, y Collatz, la hipótesis de Riemann, el problema de Sierpinski... y muchas otras cosas más relacionadas con la asignatura, pero siempre con el mismo final: cama y sexo.

Lo nuestro era una desesperación, una locura, un sinsentido: a todas horas en cualquier lugar, con cualquier excusa...

Hasta que se fue.

Me costó un tiempo acostumbrarme nuevamente a la soledad, a no tenerla a mi lado, a no sentir ninguna excitación. Lloré y lloré: pero al fin seguí con mis matemáticas y acabé resignado a la situación, triste y compungido, pero sin posibilidad de olvidarla.

Hasta que cinco años después, yo ya tenía cincuenta, volvió como profesora adjunta. Fue cariñosa conmigo y amable e incluso aceptó volver a hacer el amor, pero... ¡no fue lo mismo! Yo intentaba con poco éxito ser el entusiasta enamorado de antaño y ponía todo mi empeño en satisfacerla, pienso que sin conseguirlo plenamente, y ella se dejaba hacer con poco entusiasmo.

Nuestros encuentros, a mi pesar, se fueron distanciando. Yo hacía todo lo posible por verla cada día, pero ella tenía otros compromisos.

Y ya no le interesaba ningún adelanto en la ciencia de los números, por más que yo intentara motivarla con temas de actualidad como el campo de Yang-Mills y otros.

Yo me jubilé diez años más tarde y la volví a encontrar en una fiesta universitaria. Continuaba enamorado de ella, me parecía hermosa y atractiva como siempre, algo mayor por supuesto y me sentí atraído sexualmente por ella como antaño, aunque había otras mujeres más jóvenes que, aún me parecía, deseaban mi compañía.

La invité a venir a mi casa al finalizar el acto y me despreció sonriendo: Yo ya no me acuesto con hombres de sesenta años.

Y le contesté: "Cuando nos conocimos yo cumplí cuarenta y tu veinte, es decir yo tenía un 100% de años más que tú, diez años después, a tus treinta años y mis cincuenta el porcentaje era de 66%, ahora es del 50%, y dentro de diez años sería del 33%, y luego del 28% y si pasara l tiempo y yo llegara a mil años, tu tendrías 980 y yo solamente sería un 2% mayor que tú. La edad no puede ser un condicionante para el amor verdadero entre personas inteligentes, que siguen las ciencias de los números. ¡Tengo otras mujeres más jóvenes que me esperan. Nadie ni nunca, te querrá más que yo, así que tú te lo pierdes. ¡Que tengas mucha suerte!. Adiós".

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1 comentario

17/11/2013 08:47

Buenos dias: no pensaba que su hisotria finalizara con una cosa tan ¿hiriente? pero si,ocurre así la mayoría de las veces.Esa es un poco la "leyenda urbana" de la actualidad las jovenes que se casan con personas ¿mayores? solo por interes en su "capital".Sin embargo siempre hay excepciones alguien dijo que lo importante no es "tener sexo" sino que el mismo sea de calidad.Si, sexo por sexo a partir de ciertas edades (por ejemplo los 64 mios) requieren de algo más que un "revolcon" requieren ternura,conversación y hasta quizas un desayuno o una cena "tranquila" y ...hablando.- Hay sin embargo mujeres y hombres que creen otra cosa.Las teorias de la matematica en estos casos no resuelve el teorema. Un saludo Alejandro Pillado Marbella 2014

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