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'EL CABECICUBO'

La Voz: cierren las ventanas para que no se escape la caspa

ÁLVARO GONZÁLEZ. 28/09/2013 "¿Cómo van a darse cuenta de que una cantante tiene las tetas gordas si no la ven? No pretendo ser frívolo, pero cantantes de baladas desformaos la verdad es que se conocen pocos"

MADRID. Hace no mucho me cogió un taxista en Madrid que aseguraba que había sido pipa de Raimundo Amador. Me contó algo que todos sabemos, que el negocio de la música está de capa caída. Ni dios se compra un disco y luego están los triunfitos. ¿Los triunfitos? -pregunté- Sí, esos mismos. Y me contó cómo estos realities, ‘talent show' los llaman los técnicos del ramo, habían sido peor que el sudeste asiático para nuestros astilleros.

Mientras que un músico de los considerados normales, para salir en televisión, tiene que gastarse un dinero en publicidad, los triunfitos gozaban de minutos a punta pala, minutos de presencia catódica, sin más, que valen su precio en oro. Porque tras la exposición, hasta el más tonto de ellos, incluso los primeros eliminados, tenían un buen caché para conseguir actuaciones en las fiestas de los pueblos. Y, ah, las fiestas patronales, el alcalde que no lleve a un artista que esté en la cresta de la ola ya puede darles luego educación de calidad y servicios sanitarios de primera sus conciudadanos que no le vota ni dios.

En este caso, a fuerza de estar en la tele, las masas lo que consideran la cresta de la ola son esos cantantes del realtity. El primer año, los músicos de toda la vida tuvieron que repartirse el pastel con diez nuevos competidores. El segundo, con diez más. El tercero, con otros diez. Ya eran treinta. Al cabo de más de una década, hagan el cálculo.

Así, llegaron los recortes a la música profesional. Si antes llevaban tres coristas minifalderas, ahora sólo una. Si antes había una sección de viento con un saxofonista y dos trompetas, ahora se ponía un ordenador y a cascarla. Muchos como él, se quedaron sin trabajo. El relato era algo melodramático y tal vez en parte exagerado -quien esto escribe ha visto a al agente de cierto triunfito reducir su caché a precio calle Montera para actuar en una mísera despedida de soltera- pero no estaba exento de razón en líneas generales.

Todos ciudadanos españoles que consideran que la Nocilla es un alimento completo recordarán que antes había programas de televisión de música. Los artistas nos regalaban sus monosílabos y su indiferencia y nos presentaban sus últimos trabajos, a veces en playback. Hay que decir que con ‘La edad de oro', ‘Tocata' y ‘Rockopop' varias generaciones supieron qué era guay en esta vida y qué no. Hasta, si me apura, con los '40 Principales' en Canal + uno podía hacer tiempo antes de comer con unos Metallica, Bloodhound Gang y Guns and Roses alternados con un criterio sicopático.

Pero estos programas ya no son rentables. Tenemos los conciertos de La 2 y gracias. Bueno, también está eso de los ‘Nocturnos' de Telecinco, donde puedes asistir atónito a un concierto acústico de dos horas del menda de los Coz a las cuatro de la mañana, y como es lógico no entender nada. Al menos pensar que alguien en Telecinco es un romántico o está completamente zumbado hasta que coges el periódico y ves que todo consisten en un truquito de ingeniería financiera muy de nuestro tiempo. La cadena paga un canon fijo a la SGAE por la música que emplea en sus contenidos. Pero luego crea su propia discográfica y pone a sus artistas a tocar horas y horas de madrugada para que lo que paga por los derechos de los otros artistas se abarate. Pero oiga, ver al bajista de Coz (el de ‘Las chicas son guerreras' y ‘Más sexy') levantarse un millón y medio de euros al año, según publicó El País, ganar casi más que un pechofrío de los Coldplay, pues siempre le alegra a uno.

El caso es que, al margen de estas anécdotas propias de países mediterráneos y los Estados Unidos durante la Ley Seca, los programas de música no reúnen audiencia suficiente en televisión. No se sabe si su interés ha ido decreciendo mientras aumentaba el de otros sectores culturales, como por ejemplo el del fuffol, o si los realities los han barrido. Lo cierto es que, no sólo en España, en todo el mundo, la música pop es carne o de cadena temática o de reality.

La Voz, el que ha vuelto a emitir Telecinco hace dos semanas, es un ejemplo genuino del fenómeno. Es verlo un cuarto de hora y que se ponga todo perdido de emociones impostadas, colegueos babosos, besos de Judas, abrazos de oso, mandíbulas descolocadas, ojos fuera de las órbitas, olor a sobaco, lágrimas de cocodrilo y, de propina, gorgoritos.

Ese es el tema. Eso es lo que gusta a la gente. Por momentos, el programa recuerda a Furor, aquel engendro de Antena 3 que era todo un canto a, por lo menos, el Revital que anuncia Jimmy Jiménez Arnau en la radio. Los ‘coachers' de los proyectos de cantante están todo el rato levantando los brazos, gritando, señalándose en señal de complicidad. En lo que a ellos respecta parece un concurso de imitadores de Cristiano Ronaldo.

Claro que de casta le viene al galgo. Los profesores son David Bisbal y Antonio Orozco. Agüita. Y les acompañan Malú y Rosario Flores. Estos cuatro, de espaldas, en estas primeras entregas, tienen que escuchar a los aspirantes. Eso de oír a un cantante sin verlo sitúa al programa en las antípodas de la realidad ¿Cómo van a darse cuenta de que una cantante tiene las tetas gordas si no la ven? ¿Acaso no es importante eso en la carrera de una solista femenina?

Si lo que se pretende es reflejar el funcionamiento de la industria musical desde dentro, ahí han patinado. Y para objetos en este mundillo, los hombres. No pretendo ser frívolo, pero cantantes de baladas desformaos la verdad es que se conocen pocos. Fabricar un producto musical, que es el cometido, vaya, de la industria del mismo nombre, exige poner la atención en esos detalles de I+D.

Pero aquí se busca una supuesta autenticidad en el cantante. Para ello, hasta se indaga un poco en sus tragedias familiares. Si perdió a su madre recientemente, si le dedica el triunfo a su hermano enfermo. Nada muy distinto de lo que han hecho toda la vida las revistas. Me viene a la mente Tory Amos cuando decidió hacer público que la habían violado años atrás. Las desgracias siempre han dado un empujoncito a las canciones, recuerden también a Clapton con el hijo que se le cayó por la ventana y ‘Tears in heaven'. Vamos, que hasta hay un reverso tenebroso, como la caja que hace cada año Albano con sus canciones y entrevistas sobre su hija desaparecida hace veinte años.

En fin, la última gala, un 24% de share. La intemerata a día de hoy. El ganador del año pasado, Rafa Carpena, ya ha conseguido grabar su disco de versiones heavy de canciones pop. ¿Lograrán Mandy, Leyna, Haley, Damon, Yoio y los demás de este año un hito semejante? Aquí estamos ansiosos por averiguarlo, como esperando al santo advenimiento.

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