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VALENCIA. Constituido en 'equipo médico habitual', el conseller de Hacienda, Juan Carlos Moragues, y todos los altos cargos a sus órdenes, dieron este miércoles el parte sobre la salud económico-financiera de la Generalitat Valenciana. El diagnóstico: el enfermo mejora, pero necesita de respiración asistida y no puede abandonar la UVI. Ni mucho menos. De hecho, la mejoría es casi inapreciable.
La gran diferencia entre la situación económica actual de las arcas autonómicas valencianas y las de hace un año, la que refleja la Cuenta General de 2012, es que la Generalitat ya no precisa de reanimaciones in extremis que la salven de la quiebra. "Hemos salvado el que ha sido el año más difícil de la historia de la Generalitat", se atrevió a decir Moragues.
Pero más allá de ese dato, que no es baladí, la radiografía económica de la Generalitat Valenciana pone en evidencia que el trabajo que hay por delante para conseguir unas cuentas razonablemente equilibradas es tan ingente como difícilmente alcanzable a corto plazo y sin un cambio sustancial en el sistema de financiación autonómica.
Para evitar que la Generalitat Valenciana suspendiera pagos el año pasado fue necesario recurrir a la ayuda del Estado por 10.800 millones de euros. Sirvieron, por una parte, para devolver préstamos que se habían suscrito en ejercicios anteriores, cuando endeudarse era la norma. Pero también para pagar miles de millones en facturas pendientes.
Y ese es el principal dato negativo del balance del año. Pese a que se intentaron saldar cuantas deudas fue posible con el plan de pago a proveedores -la Comunitat Valenciana fue la autonomía que más dinero pidió- lo cierto es que al cierre del ejercicio los impagos volvían a acumularse.
5.000 MILLONES DE FACTURAS IMPAGADAS A FINAL DE 2012
La Generalitat Valenciana cerró el ejercicio de 2012 con 4.949 millones de euros de impagos a proveedores. Los acreedores presupuestarios de la Generalitat incluyen alrededor de 1.500 millones de euros de lo que se conoce como facturas en el cajón, es decir, gastos sin consignación presupuestaria en los que se incurrió a lo largo del ejercicio, especialmente en la Conselleria de Sanidad.
Y el problema es que esa situación será recurrente todos los años mientras no se corrija el déficit estructural que padecen las cuentas autonómicas. Con un déficit del más del tres y medio, del que solo un 1,5% está cubierto, era evidente que al final del año quedaría muchas facturas por pagar, tal y como ha ocurrido. "Mientras no se corrija el déficit con una mejor financiación por parte del Estado seguirán los impagos, aunque intentaremos limitarlos al máximo", reconoció Moragues.
Todo ese dinero que se debe, de hecho, no se podrá pagar este año con el plan de pagos del Estado. De hecho, el conseller no supo -o no quiso- cuantificar cuántas facturas se podrán saldar. Además, dado que la posibilidad de incumplir el déficit este año -fijado en el 1,6%- volverá a dejar facturas impagadas, el Consell tendrá que confiar en que el Estado siga arbitrando nuevos planes en el futuro, algo que no es nada seguro, si no quiere acumular impagos multimillonarios.
El panorama, por tanto, sigue siendo tan complicado que resulta complejo ver la mejoría a la que aludieron los responsables de la Conselleria de Hacienda. De hecho, los ingresos vía impuestos siguen cayendo, si bien este año, por los ajustes de ejercicios anteriores, se ingresó mucho más por IVA e IRPF, pero es solo un espejismo. Los impuestos propios de la Generalitat, no afectados por estas correcciones, registraron retrocesos. Y los gastos financieros casi se duplicaron debido al incremento de la deuda.
Así, el dato positivo hay que buscarlo en que la situación no ha ido a peor. En algunas partidas, incluso, se ha logrado frenar la sangría de pérdidas, como en el sector público empresarial, si bien sigue siendo un lastre importante y con recorrido para los ajustes. Además, el FLA permite a la Generalitat financiarse a precios sensiblemente menores de los que pagaría si tuviese que buscar el dinero directamente en el mercado.
Son, en todo caso, magros consuelos para una situación de vigilancia intensiva.
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